Hace tiempo que nos va llegando información sobre la presencia del hiyab en nuestra sociedad. Ya es una realidad tanto en los centros educativos y universitarios como en el mundo laboral, tanto en la empresa pública como privada. La visibilidad del hiyab es una situación que cada día irá a más. Algunas organizaciones no gubernamentales islamistas apelan al derecho de los padres a educar a sus hijos libremente en los valores religiosos que profesan.
Hemos asistido a la manifestación a favor del hiyab por parte del sindicato de estudiantes, al mismo tiempo que un grupo de maestras ha solicitado la prohibición del hiyab en las aulas de manera muy acertada, lo que ha tenido consecuencias terribles: una lluvia de amenazas y acusaciones de racismo o del famoso mantra de la islamofobia.
Hasta ahora hemos hecho debates desde una visión sencilla: “Sí o no, libertad o imposición”.
Pero me temo que ha llegado el momento de trascender, porque si en Egipto, Argelia e Irán tienen debates y luchas sobre el velo desde hace décadas, donde a día de hoy esta batalla sigue costando la vida de miles y miles de mujeres,esto nos muestra que el hiyab no es una simple tela. No es un símbolo religioso ni cultural ni identitario, sino que es y ha sido un instrumento político poderoso. Es una herramienta que el islamismo internacional ha sabido usar de manera muy inteligente desde 1928 con Hasan Al-Banna, fundador de los Hermanos Musulmanes, cuando le pidió al presidente Gamal Abdel Nasser la imposición de obligar a todas las mujeres de Egipto a usar el hiyab. De todas las concesiones que podían pedir los islamistas, la primera fue el uso obligatorio del hiyab.
El islamismo internacional ha conseguido expandir su ideario logrando importantes alianzas políticas con la izquierda en Europa, lo que le ha permitido blanquear su instrumento de control, el hiyab, presentándolo como un símbolo identitario religioso. Si hoy en Egipto los Hermanos Musulmanes son considerados un grupo terrorista, si Argelia declaró ilegal al grupo Frente Islámico de Salvación (FIS) y en la actualidad todos vemos la peligrosa situación que se vive en Afganistán e Irán, entonces, España y toda Europa: ¿en qué cree que consiste el debate sobre el hiyab?
Pero, ¿qué es realmente el hiyab? ¿Es realmente solo un trozo de tela? ¿Qué conlleva reconocer la presencia del hiyab en nuestro sistema educativo? ¿Es el hiyab una amenaza al principio de igualdad y libertad solo de la mujer? Si aceptamos el hiyab, ¿estamos aceptando que la mujer y su feminidad son una amenaza a la paz social y que quienes no llevan el hiyab son unas inmorales? ¿Aceptaremos que las niñas crezcan en España bajo el control moral islamista creyendo que la feminidad y su voz son inmorales incluso puen ser ofensivos?
Si todos entendemos que la mutilación genital o la lapidación de las mujeres es un crimen inaceptable, ¿por qué nos surgen dudas sobre el hiyab? ¿Estamos seguros de que unas niñas menores de edad, sin haber desarrollado el pensamiento crítico, eligen libremente usar el hiyab? Y si aceptamos el hiyab ¿ dónde queda la libertad y seguridad de no usar el hiyab?
Si hablamos del hiyab, ¿realmente estamos hablando solo de los derechos y libertades de la mujer o estamos frente a la yihad del pensamiento? No podemos obviar que la presencia del hiyab es el reconocimiento de estar bajo el control y sumisión al todopoderoso islamismo.
Nawal el Saadawi, doctora y escritora egipcia, toda una referencia mundial de lucha por la libertad e igualdad de la mujer, afirmó que “no se puede ser feminista y aceptar el hiyab”. No solo mujeres han hecho frente al totalitarismo islámico, sino también hombres como el autor indio Ibn Warraq, Salman Rushdie o Walid Shoebat, nacido en Cisjordania.
Por lo tanto, el hiyab no es una amenaza solo contra la libertad de la mujer; es una amenaza contra la esencia de la libertad y la igualdad en sociedades democráticas. Es una batalla global que usa y penetra desde lo local en los barrios y municipios más pequeños, llega a las familias y a los más jóvenes a través de pequeños gestos, palabras y frases sencillas, pero que interpelan a los sentidos más profundos.
Porque hay una cuestión previa al debate del hiyab que es donde empieza el núcleo de todo: de dónde surgen los yihadistas estas miles de jóvenes europeas que clamando su libertad al uso del hiyab ¿por qué surgen? ¿Qué hace que miles y miles de jóvenes españoles se aferren al hiyab como quien se agarra a un salvavidas en medio del mar? ¿Cómo es posible que un símbolo, un instrumento político que ha matado mujeres y esclaviza niñas, alimente este sentimiento de pertenencia y arraigo? ¿Cómo el islamismo sigue ganando terreno en el siglo XXI?
El hiyab no es un debate solo a nivel educativo, el hiyab es el indicador que interpela al conjunto de la sociedad y las administraciones públicas sobre qué modelo de sociedad queremos construir.
¿Qué les sucede a estos miles de jóvenes españoles que son españoles, que no han sido otra cosa que españoles nacidos y crecidos en nuestro territorio nacional, hijos o nietos de inmigrantes, pero a quienes aún tratamos con el paternalismo y la condescendencia del prisma sesgado del multiculturalismo. Les hablamos de su capacidad de adaptación, de que si en su país comen cuscús, cuando en realidad se vuelven locos por una hamburguesa con sus amigos. Poco a poco, estos jóvenes, víctimas del multiculturalismo, se encuentran desplazados, y es este sentimiento de desarraigo y desafección lo que las organizaciones islamistas, y los tentáculos del islamismo internacional, aprovechan para acogerlos y construirles un ideario identitario. Les reconocen y les dan su espacio de arraigo y pertenencia. Les empoderan creando un sentimiento de ellos y nosotros fieles y infieles.
Los islamistas siempre han sabido detectar dónde falla el Estado, dónde hay una fisura en la democracia. Ellos saben cómo aprovecharlo, y por eso hoy nos encontramos con que muchos niños y jóvenes nacidos en el territorio nacional no crecen en nuestros mismos valores sociales ni reconocen nuestras leyes ni nuestra democracia están en lo que llaman algunos sociedades paralelas.
Y estos argumentos islamistas se sienten reforzados cuando las instituciones públicas, para mostrar que tienen presente a todos los jóvenes, los identifican y los representan con el hiyab. Eso tiene consecuencias terribles, ya que da autoridad al argumentario islamista.
La situación es tan grave y la negligencia de nuestras instituciones es tal, que hace poco tuvimos al presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès, y otros dirigentes independentistas cuestionando la expulsión de un líder salafista, que era supuestamente un interlocutor de la comunidad musulmana con la administración pública. Lo que nunca se explicó es que cuando no tenía presencia de ningún político, sacaba su verdadera autoridad salafista, donde la democracia y la igualdad no eran más que frases hechas para las redes sociales y las mujeres sin hiyab, las consideraba unas inmorales que se las tenía que señalar.
Ante tal control y las fuertes alianzas políticas del islamismo, ¿quién es capaz de rebelarse en su barrio contra el hiyab y su código moral, cuando algunas administraciones públicas han dejado en manos de las organizaciones islamistas la educación y el trabajo comunitario de nuestros hijos? ¿Qué podemos esperar?
El hiyab no es un debate solo a nivel educativo, el hiyab es el indicador que interpela al conjunto de la sociedad y las administraciones públicas sobre qué modelo de sociedad queremos construir. Debemos preguntarnos cómo conseguir que la diversidad social esté al servicio de un marco común de convivencia sólido y seguro para todos. No debemos permitir que nos confundan: el hiyab no es un debate sobre la libertad religiosa o libertad de expresión.
Somos un país en el que todos sus ciudadanos tienen garantizados sus derechos y libertades, entre ellas la libertad de culto. No es un debate que persigue y quiere señalar a los musulmanes, porque no existe una indumentaria musulmana; no son menos musulmanas las mujeres sin velo. La fe siempre ha sido y es una cuestión personal. No eran menos musulmanas las mujeres de Irán del 1960 a las de hoy.
No digo esto por alarmismo, sino que expongo parte de la realidad que sucede sutilmente a diario y a la que nadie presta atención, pero que forma parte de la táctica del islamismo internacional.
El debate no es hiyab si o no, el debate es ¿estamos haciendo frente al islamismo vamos a permitir que un día la lección sea democracia o Islam?