El involuntario. Gabriel Pérez Gómez. Rialp Narrativa
El arte nos permite acceder a la verdad sin tener que utilizar conceptos. Esta idea volvió a resonar en mi recuerdo mientras terminaba El involuntario, novela de Gabriel Pérez Gómez. Se trata de una novela que indaga en la evolución de las Brigadas Internacionales utilizando el punto de vista de un infiltrado, el teniente Krauer, un oficial del ejército alemán. La inteligencia alemana le otorgó una nueva identidad, la del hijo de una de las familias judías mejor conectadas con el aparato nazi, los Eichelbaum, dueños de una empresa de construcción que trabajaba para el gran arquitecto del nazismo, Albert Speer.
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Krauer será internado en Dachau, de donde escapa en una fuga organizada desde Berlín y controlada por los mandos del campo. Huye a Suiza y luego a París, donde se enrola en las Brigadas Internacionales. No es por tanto un voluntario, como la mayor parte de los que combatieron en aquellas unidades, sino un oficial del ejército del Reich en misión secreta. Pérez Gómez ha elegido para encarnar la figura de Krauer a un oficial de convicciones patrióticas firmes, pero alejado de los principios del nacionalsocialismo. Quiere a Alemania pero recela del servicio a Hitler, consciente de que el führer persigue su propio interés.
Uno de los aspectos más sólidos y convincentes de la novela es que está rigurosamente documentada. El autor es periodista, ha sido director del Centro Territorial de TVE en Navarra, profesor universitario de Narrativa audiovisual, y conoce por tanto las reglas del rigor con el que se deben tratar los hechos. Una novela como El involuntario puede naufragar en un desliz factual. El resto de sus elementos y su construcción deben ser verosímiles, y la ficción de un infiltrado alemán entre las filas de los brigadistas tiene una alta credibilidad. Al fin y al cabo, las filas de las Brigadas se alimentaron de muchos anarquistas y comunistas, que al tiempo que combatían en una guerra contra el fascismo huían de una Alemania que los perseguía.
El relato de El involuntario es lineal y cronológico: sigue a Krauer desde la construcción de su nueva identidad como judío hasta la caída de Madrid y el final de la guerra civil española. Le acompañamos en su alistamiento en París, y en el viaje hasta la frontera española, los cuatro días que pasó en Figueras, y el largo viaje, después, hasta Albacete. Le seguimos en Madrid en sus tareas como espía, y luego en el frente de guerra. Ese viaje es también el recorrido y evolución del ánimo de muchos brigadistas. Se suman a ese ejército de voluntarios con la ilusión de combatir el fascismo, y se encuentran en España con el caos de un ejército sin suministros, desorganizado, sin experiencia, con mandos que hacen la guerra por su cuenta, y minado por las guerras ideológicas entre comunistas, trotskistas y anarquistas.
Sin mitología y sin leyenda, pero también sin menosprecio, el retrato de las Brigadas es preciso y frío. No hay en la novela un retrato idealizado por el romanticismo con el que se han escrito tantas crónicas o recuerdos de las Brigadas. Tampoco una recreación de sus aspectos más negativos. Muchos de los que se sumaron a aquella guerra se dieron cuenta pronto de que no estaban en el lugar adecuado, o que no luchaban por los mismos ideales que sus compañeros de filas. Unos vinieron a España para combatir contra el fascismo y frenar su progreso en Europa, pero los más tenían otros propósitos, y el gobierno de las Brigadas se controlaba desde Moscú a través de oficiales que obedecían la disciplina marcada por Stalin.
Pérez Gómez ha hecho una minuciosa tarea de documentación previa, lo que confiere a la novela una solidez muy consistente. El relato incluye los poemas más deplorables de un Rafael Alberti convertido durante la Guerra Civil en el coplillero del Partido Comunista, con odas a los pistoleros más célebres de la mitología marxista. Vemos desfilar por entre las peripecias del relato a un jovencísimo Gutiérrez Mellado, o a Buero Vallejo, dibujante de algunos proyectos editoriales. El personaje central está bien construido. Su espíritu militar convive con una indefinición moral neblinosa en la que van aflorando, conforme avanza la novela, algunos principios morales básicos y elementales que serán el pilar de su nueva vida, más allá de la novela. Quizá le falta, a la peripecia de Krauer, alguna caída en desgracia que nos permitiera sentir la emoción de la incertidumbre sobre su suerte. Da la sensación durante la novela de que se trata más bien de un testigo al que el autor le facilita la vida para que asista a los hechos fundamentales del relato.