‘Laberinto griego’, la gran novela policíaca de Phillip Kerr

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Una de las bondades de los aeropuertos son sus librerías. Tienen el aspecto de un kiosco, con todo lo que uno podría desear para matar el tiempo de espera. Y como los kioscos en las ciudades van camino de la extinción, el lector disfruta de unos minutos entre revistas, libros y un bazar de objetos varios. Cuando la sala de espera es la de un aeropuerto extranjero, mejor, porque casi todo lo que se expone en las estanterías es nuevo y desconocido para el viajero, desde la Philosophie magazine que se publica en Francia a las últimas pastillas balsámicas noruegas. A Phillip Kerr y a su Laberinto griego lo encontré en Luxemburgo, en una edición de la francesa Seuil.

Laberinto griego
Laberinto griego

La edición gala se titula L’offrande grecque, lo que en España la editorial RBA ha llamado Laberinto griego. El título original, en inglés, es Greeks Bearing Gifts, que alude a la desconfianza que expresa la frase de Virgilio en La Eneida: ‘Temo a los dánaos (griegos) incluso cuando traen regalos Así que, de nuevo, por el camino de las traducciones, se ha ido perdiendo el sentido del título original. No es grave. El laberinto refleja también la complejidad de un mundo tan antiguo como el griego, y sobre todo la trama barroca, exuberante y minuciosa de esta novela, su penúltima obra. Kerr murió en 2018.

Una nueva identidad

Estamos ante un nuevo caso de un viejo conocido de las novelas de Kerr, Bernie Gunther. La historia se desarrolla a finales de los años cincuenta. Gunther, ex oficial de la policía criminal de Berlín a las órdenes de los grandes capos de las SS, ha conseguido una nueva identidad y tiene una nueva vida en Múnich, como empleado de la morgue, un oficio tranquilo en el que ningún cliente se queja del servicio. Crhistof Ganz es su nuevo nombre. Ganz odia Baviera y a los bávaros, pero vivir en Múnich es mejor que tener que responder a las preguntas sobre su pasado en Berlín. En Múnich no le conoce nadie, o casi nadie. Pero la Alemania de posguerra es un lugar sucio y turbio en el que todos los supervivientes tienen un pasado que ocultar.

Y a Ganz le reconocen enseguida. Y regresa pronto a su vocación policial, esta vez como encargado de investigaciones para una aseguradora, la Múnich Re, la empresa que firmó las pólizas de seguro de los campos de extermino nazis. Hay dos elementos que debemos destacar de esta novela. El primero es una rigurosa documentación de los hechos de la historia con los que se arma la trama. La mayor parte de los personajes son altos mandos del régimen nazi, implicados en crímenes de guerra durante la ocupación alemana de Grecia.

Max Merten y el oro de los judíos griegos

En la novela aparecen Max Merten, arrestado en Atenas por crímenes cometidos en Grecia durante el año 1943, Alois Brunner, que terminó sus días como agente de los servicios secretos del sirio Hafez el Asad, o Hans Globke, que actuó como testigo en los procesos de Nuremberg. La pesquisa da vueltas en torno al oro robado por los nazis a los judíos de Tesalónica, deportados a los campos de exterminio. El oro nunca se recuperó.

El otro elemento es la gran cultura clásica que maneja el autor, desde la mitología griega a la filosofía de las escuelas helenas, desde Aristóteles a los cínicos. Ingredientes colocados en la novela sin abrumar al lector, con una elegancia ligera, como quien pone en la esquina de la barra de un cabaret un jarrón de las dinastía Ming.

Los nazis junto al Partenón
Los nazis junto al Partenón

El nuevo trabajo de Gunther/Ganz le llevará a Grecia, donde tiene que investigar el hundimiento de un barco por el que el dueño reclama una indemnización a la compañía de seguros Múnich Re. Movido por su vocación policial, descubre una trama de juegos dobles y triples en la que están implicados desde los viejos nazis que dirigieron la ocupación de Grecia hasta el servicio secreto de Israel.

El laberinto griego

Quizá el único fallo de la novela es que tarda en entrar en materia. Durante el primer tercio de la obra, el lector tiene la sensación de asistir a una serie de historias y sucesos inconexos. Sirven para presentar al protagonista, pero demoran la llegada de la trama principal. Como los grandes personajes de la novela negra, Gunther es un hombre de vuelta de todo, cargado de cinismo y de ironía, al que le queda un resto de compromiso moral para no aceptar los cantos de sirena que escuchará durante el relato. Mantiene el gusto intacto por las mujeres excelentes, pero desprovisto de la ciega pasión de la juventud. La novela le regala una subtrama de seducción de una bella griega, bastante más joven que él, con la que mantiene diálogos llenos de tensión. Una de las virtudes narrativas de Kerr es la vivacidad de los diálogos, animados siempre por un divertido escepticismo.

La novela ilumina además la complejidad de las relaciones entre Alemania y Grecia, una relación tensa que llega hasta nuestros días. Los nazis enviaron a decenas de miles de griegos a los campos de exterminio (60.000 en Tesalónica). Sus bienes fueron vendidos al mejor postor. El oro y las joyas viajaron a Alemania para perderse después en las cajas blindadas de la banca suiza. Las compensaciones pagadas por la Alemania de la posguerra fueron ridículas, pero Berlín prestó dinero a Grecia, un dinero a fondo perdido. A cambio, el gobierno griego miró para otro lado y dejó pasar la oportunidad de exigir una justicia ejemplar por los crímenes cometidos durante la ocupación.

Han Haas
Hans Haas y su mujer Lotte

La novela está llena de guiños. Por ejemplo el cameo de Hans Haas, un célebre submarinista que inspiró el personaje de Sigfried Witzel, un experto en buceo que realiza filmes subacuáticos, ganador de algún premio en Cannes por sus documentales y que tiene un papel central en la trama griega que debe desentrañar el cínico Gunther.

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