El matarife. Sándor Márai. Traducción del húngaro de Mári Szijj y José Miguel González Trevejo
El matarife es la ópera prima de Sándor Márai. Es un relato breve, una pieza corta en la que el lector comprueba que Márai era dueño de su estilo, sutil, suave y profundo, desde sus primeras publicaciones. La historia que narra es sencilla: el ascenso a la categoría criminal de un niño nacido en una ciudad del margraviato de Brandeburgo, cerca de Berlín, en los años finales del siglo XIX.
Los lectores de Márai, los que recuerden esa cumbre literaria que es El último encuentro, comprobarán que El matarife ya tiene las señas de identidad del estilo del escritor húngaro. En esta novela corta, Márai responde a algunas preguntas fundamentales sobre la historia europea del siglo XX con la vida de Otto Schwarz.
El niño Schwarz, huérfano de madre, hijo de un guarnicionero, descubre su vocación en las pulsiones hormonales que le despierta la visión del sacrificio de un buey en un tórrido día de agosto. Aquel acontecimiento se le quedó grabado a sus nueve años con la fuerza de un triunfo jubiloso. «Lo embargó una turbia satisfacción por el exitoso sacrificio del animal, algo sobre lo que no cabía duda, pero también por la matanza en sí, por el hecho de matar, que se le reveló como un acto incondicionalmente positivo: la solución definitiva a un problema». El niño se estremece de placer al ver cómo los ojos arrancados de la cabeza del bóvido estallan como globos sobre una plancha de hierro candente. Una fiesta.
Otto, poco dotado para las matemáticas o la lengua, rechaza continuar con el oficio de su padre, con el que mantiene una distancia oscura y silenciosa. Su vocación es la sangre caliente. A pesar de la decepción de su padre, Otto se marcha a Berlín para aprender el oficio de matar y entrar en la tibia calidez de los cuerpos de las reses y separar los órganos con la precisión del cirujano.
La novela da pronto señales de que estamos asistiendo a la reconstrucción de la vida de un criminal, a la exposición de las confesiones de un proceso judicial que ha sentado a Otto en el banquillo de los acusados. El repaso de su vida transita por la escuela de crueldad de la Primera Guerra Mundial, por el frente serbio. Matar bestias, sacrificar humanos, sentir el último aliento de una vida cuando se clava el cuchillo o la bayoneta.
Márai es tan preciso en sus frases que es capaz de resumir una tragedia en unas pocas líneas: «la línea divisoria entre los períodos en la vida de Otto separados por la guerra debía de tener importancia para el ministerio público, pero todas las pesquisas vinculadas con su vida anterior a la guerra solo aportaron circunstancias atenuantes. Sobre aquellos años, sus conocidos y colegas no pudieron aportar nada fuera de lo común. Según el testimonio de su maestro, era un trabajador diligente, puntual y digno de confianza». Está retratando a la generación de alemanes que empujó a Hitler al poder.
En la vida de Otto hay solo una referencia: el retrato del emperador que presidía el taller de su padre: «esa efigie era el único precepto de su vida, le bastaba mirarla para que su conciencia se conmovieses y se sintiera ansioso e insatisfecho consigo mismo». El matarife es el relato de la evolución psicológica de un hombre que descubre temprano en su vida que hay más placer en transitar por la senda bestial de lo humano, que el poder premia con medallas la obediencia criminal. En El matarife Márai ya es un maestro en el manejo del detalle, de su poder sintético y revelador, de su capacidad de hondura en el conocimiento de la psicología.