El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo. Anne Applebaum. Debate
El ocaso de la democracia, de Applebaum es un viaje político que comienza en la nochevieja de 1999 en Polonia. El país dejaba atrás décadas de totalitarismo bajo la bota soviética y encaraba el siglo XXI con esperanza. Applebaum está en esa fiesta rodeada de personas de perfil ideológico conservador, y algunos liberales. Pocos años después las conexiones se rompen, la amistad se torna en odio, los que conversaban ya no tienen contacto. Cuando este se produce es agrio, espinoso, irracional. Asoma el odio. Este el objeto de análisis de este libro: cómo las sociedades democráticas se han polarizado, cómo el resentimiento se ha convertido en una opción política que promueve un nuevo autoritarismo que crece en un ambiente de desinformación y que amenaza con romper los consensos democráticos en países que parecían ajenos a la tentación de la ruptura.
La democracia amenazada por la derecha
Todo puede cambiar en cualquier momento. Es el punto de partida de Applebaum en El ocaso de la democracia. Para pasar de la democracia a un régimen autoritario tan solo hace falta que se den las condiciones adecuadas. La perplejidad de Applebaum se basa en que las personas de su entorno, aquellas de la fiesta de 1999 que militan ahora en partidos de corte autoritario no han experimentado grandes cambios en sus vidas. No forman parte de la clase media triturada por la crisis de 2008, habitan en comunidades sin grandes problemas, y no forman parte de esa América profunda, ociosa y devastada por la globalización, que dicen que eran los clientes de Donald Trump.
Anne Applebaum se mueve en este libro por la Polonia de Ley y Justicia, por la Hungría de Orbán, por el Reino Unido que tiene como primer ministro a Boris Johnson, por la España de Vox y por los Estados Unidos de la era Trump. ¿Quién fomenta es estos países el autoritarismo? Applebaum echa mano de Julien Benda y de su obra La trahision des clercs, publicada en 1927, en la que denunciaba a los ideólogos (clercs) que fomentaban la pasión de clase marxista o la pasión nacional en forma de fascismo. Applebaum asegura que aunque el poder cultural de la izquierda autoritaria va en aumento, “los únicos clercs modernos que han obtenido poder políticos en las democracias occidentales- los únicos que actúan en el seno de gobiernos, participan en gobiernos de coalición e imparten su orientación en importantes partidos políticos. Pertenecen a lo que habitualmente llamamos “la derecha”. La autora asegura que la nueva derecha europea quiere socavar las instituciones, destruir todo lo que existe.
Desde este punto de partida, El ocaso de la democracia sostiene que la tentación autoritaria triunfa entre personas alérgicas al cambio, asustadas por la velocidad de transformación de la sociedad, incapaces de asimilar la complejidad del mundo nuevo. Tesis que no negamos, pero a la que le faltan algunos elementos importantes. La tentación autoritaria tiene mucho que ver el fracaso de la socialdemocracia, que ha esquilmado a las clases medias y les ha impuesto una ideología identitaria y un feminismo radical. También con el fracaso del capitalismo liberal. El autoritarismo no se basa solo en la Gran Mentira que practican gobiernos como el de Orbán, que maneja un falso anticomunismo y magnifica el problema de la inmigración para mantener unidos a los descontentos.
Los nuevos partidos autoritarios manejan los sentimientos, cierto. Orbán se ha convertido en “el defensor de la civilización occidental” sobre todo de cara al exterior. Es tan solo una cortina brillante para enmascarar sus corruptelas, y el nepotismo con el que gobierna el país. Pero la izquierda (miremos a la española con el gobierno de coalición Psoe-Podemos) podría encajar en esa descripción: la teórica defensa de los desfavorecidos intenta ocultar un gobierno que en estos días asalta los consejos de administración de las grandes empresas, por citar un ejemplo cercano.
En el capítulo de El ocaso de la democracia dedicado a España hace un análisis de trazo grueso de Vox, un partido que habría crecido por la asimilación de diversos grupos descontentos con el trampolín de la secesión catalana. Y esta oferta, siempre según Applebaum: “lo que se ofrecía no era una ideología sino una identidad cuidadosamente seleccionada, envasada para un consumo fácil y lista para ser impulsada mediante una campaña viral. Todos los eslóganes hablaban de unidad, armonía y tradición. Vox se diseñó desde un primer momento para atraer a aquellas personas a quienes molestaban las voces discordantes y les ofrecía justo lo contrario”.
Del libro de Applebaum se desprende la certeza de que los únicos responsables de la desinformación son los políticos, que son la gran fuente de la que manan las noticias falsas. El tomo se cierra con una mirada parcialmente optimista, basada en otra fiesta de Nochevieja, más reciente, mejor alimentada, más cordial. Y la única recomendación que se le ocurre a la autora para evitar la espiral autoritaria, la de elegir mejor a los amigos, para, juntos, luchar contra las mentiras y los mentirosos, y hacer que la palabra liberal vuelva a tener un sentido civilizado.
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