‘El perro del teniente’: poder y dominación en el ambiente de un burdel

Ambientada en un burdel, ‘El perro del teniente’ es una sórdida historia de dominación, de poder y miseria. Teatro dentro del teatro, la obra de Benet i Jornet juega con el espectador, convertido en ese mirón que domina desde la escena la vida de las personas con las que juega.

Dos parejas se encuentran en una casa de placer. La primera está formada por un hombre que ha elegido a una prostituta por el parecido que tiene con una mujer, hija de un teniente, de la que había estado enamorado en su juventud. Al otro lado, en otra habitación, otro hombre que había servido a las órdenes de ese oficial militar, espía lo que ocurre en la otra habitación. Este segundo hombre está acompañado por la mándame de la casa. Habrá un segundo encuentro. El mirón organiza otro encuentro con el mismo cliente y la misma prostituta. Es su forma de dar rienda suelta a su afán dominador y autoritario.

La obra se representa en las Naves del Español hasta el 10 de marzo. Está dirigida por Pilar Valenciano. En el reparto, Roberto Enríquez, Beatriz Argüello, Fernando Delgado-Hierro y María Ramos. Los personajes no tienen nombres, tan solo números. La obra es todo un estudio sobre el poder y sus mecanismos, y la vulnerabilidad de los personajes se acentúa cuando son espiados, mirados. El que observa conoce, y tiene un gran poder sobre el observado. Esto lleva al espectador a sentirse inserto en un juego de miradas, en el que siente el poder que da el poder observar mientras se mantiene en el anonimato. La obra se entrenó en 1998, pero nos habla de cuestiones muy actuales, de la privacidad y de la exposición de la vida privada en las redes sociales.

«Es una obra compleja en la que se va desvelando el conflicto poco a poco. En la que los personajes que habitan en este universo son víctimas de sus propias miserias. Un universo donde ni siquiera los personajes tienen nombre propio, donde la manipulación y el sexo se ejercen como vehículos de poder» Beatriz Argüello

El autor

Josep Maria Benet i Jornet (1940-2020) estudió arte dramático en la escuela Adrià Gual. Allí conoce a la generación que renueva la escena catalana: Ricard Salvat, Fabià Puigserver, Josep Montayès. Su teatro es deudor del Buero de «Historia de una escalera», del Arthur Miller de «Panorama desde el puente», o de Harold Pinter.  Los ambientes de balcones con ropa tendida y umbríos tragaluces envuelven su primer texto, «Una vieja, conocida olor» (Premio Josep Maria de Sagarra de 1963) al que siguieron, en esa misma temática, «Berenàveu a les fosques» (1971), «Cuando la radio hablaba de Franco» (1979) “Olors” (2000) o «Dos mujeres que bailan» (2011). Su apuesta era el realismo social, su inquietud principal, mantener viva la memoria. Por eso se revuelve contra la Barcelona del 92. En «Olors» la protagonista malvive aislada en un inmueble a punto de derribo. Los vecinos se han ido. El Raval ahora es paquistaní.  

Reconocido en los escenarios españoles desde «Motín de brujas», Benet i Jornet se volcó en los noventa en la escritura de telenovelas para TV3 y TVE: «Poble Nou», «Nissaga de poder», «El cor de la ciutat» (nueve años en emisión), «Ventdelpà», «Amar en tiempos revueltos» (2005-2012) y «Amar es para siempre». Algunas de sus obras fueron adaptadas al cine por Ventura Pons. Tituló sus memorias con el nombre de “Material de derribo” (2010), muy críticas con el mundo del teatro.

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Mar del Val
Mar del Val
Lectora desde la tierna infancia, aprecio el arte en los relatos y también la honestidad. Cautivar al lector con trampas es una tarea compleja, por eso una se siente un detective en el ejercicio de desentrañar los trucos retóricos, los falsos espejos, los fondos de ilusionista de novelistas y cuentistas. Creo que el público con el tiempo se ha hecho crédulo y poco crítico. No estamos en la vida para ser amables, aunque a nadie le amarga un dulce.

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