‘El puente de los suicidas’, balada triste de Madrid

El Puente de los suicidas. A.J. Ussía. Editorial Círculo de Tiza

El Puente de los suicidas es una novela coral, algo así como La Colmena de Cela llevada al Madrid de los últimos años del siglo pasado, un Madrid reducido a ese lugar en el que terminaban tantas vidas: el Puente de Segovia, también llamado el viaducto, un puente en el corazón de la ciudad con la altura suficiente para garantizar el éxito del suicidio. La estadística del 98 dice que lo elegían unas ocho personas al mes, que lo utilizaron como puerta de salida de la vida. Hasta que el ayuntamiento de Madrid decidió instalar unas mamparas transparentes para evitar el acceso al vacío, el puente fue el rompeolas, el acantilado en el que naufragaban las vidas de muchos derrotados.

Es en esas vidas en las que se fija Ussía, con una delicada sensibilidad, con la mirada del periodista y con la pluma del escritor. El Puente de los suicidas golpea sobre el tabú del suicidio. Hoy es la primera causa de muerte no natural en el mundo. Y cuesta hablar de un tema, expuesto aquí con toda su crudeza, con el máximo respeto, con la cordialidad humana más cercana a los que buscan el vacío.

El Puente de los suicidas es también el fresco urbano en el que se retrata un barrio. Todo cabe en un pequeño microcosmos en el que en torno al puente cuelgan las vidas de los personajes. Madrid nunca dejó de ser, en sus barrios antiguos, un pequeño pueblo. Quienes habitamos alguna vez en Puerta de Toledo, en la calle de Segovia, o hasta en las calles más profundas del barrio de Salamanca, donde no llegan los turistas, sabemos que Madrid tiene mucho de corrala, de patio de vecinos.

Ussía retrata esa cercanía vecinal con maestría. Dispone a sus personajes en torno al bar Esperanza, punto central de esta balada. Fernando, su propietario, es un emigrado de Santander, viudo, con una hija, Inés, que le ayuda sobre todo a mirar la vida con ojos jóvenes. En torno al bar, al ritmo de sus costumbres, se despliegan las vidas del cura de la parroquia, del kiosquero, del portero, de la empleada de correos. Y Ussía maneja ese grupo con una habilidad que tiene la apariencia de la naturalidad. Domina el contrapunto, y el salto de un personaje al otro, incluso juega con el lector: le pone el cebo de la atención en un personaje cuando en realidad es otro el que está quebrado interiormente, roto hasta el punto de que su mundo se ha derrumbado y solo le queda mirar al vacío.

Son vidas entrelazadas, porque Madrid siempre ha tenido, y en la novela palpita, esa realidad dura y áspera, atenuada siempre por el destello de una proximidad piadosa. Al fin y al cabo, en la capital todos somos de fuera, un «Madrid sin mar, pero con tantos ahogados». una ciudad capaz de ofrecer a la vez, «el horizonte más hermoso y el más frío».

En ese mundo se desenvuelve El Puente de los suicidas, a la que solo le ponemos un pero: le debe más a la crónica periodística que a la ficción. Subraya al final Ussía que se trata de una novela, también que se ha inspirado en las crónicas de la época (finales de siglo), por tanto en muchos relatos que quizá ni se publicaron. Esa deuda con la realidad le hace por momentos ser demasiado previsible en el argumento, le frena en la sorpresa y le ata los pies al asfalto, cuando en la pluma y en la escritura de Ussía se percibe, desde la primera página, que puede volar mucho más alto.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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