La Fábrica publica en forma de libro uno de los trabajos más personales de Koldo Chamorro. La edición acompaña la exposición de la obra, primero en Pamplona, en el Museo de Navarra. Cumplida esa etapa, se abre en el Lázaro Galdiano de Madrid. Se puede ver hasta el 20 de septiembre.
La obra de Koldo Chamorro se puede ver en el Lázaro Galdiano hasta el 20 de septiembre. La cruz como símbolo, como pretexto, como hilo conductor, la cruz como referencia, como sombra, como modelo de imitación, o la cruz, ironía, como esquema leñoso del que cuelgan los cables de las redes telefónicas de la España de los setenta. Chamorro es uno de los llamados «cinco jinetes del Apocalipsis». Los otros son Cristina García Rodero, Cristobal Hara, Ramón Zabalza y Fernando Herráez. Recorrieron España en busca del país profundo: las fiestas religiosas, los ritos, las tradiciones. Fiestas y duelos en los que hunde sus raíces la sociedad española de la época. En algunas de aquellas peregrinaciones acompañaron al fotógrafo checo Josef Koudelka.
La fotografía tenía una función documental. Pero pasado el tiempo, si uno contempla hoy estas imágenes, lo artístico deja esa función de documento en un plano secundario, a veces muy lejano. No estamos, como dice Christian Caujolle, ante «simples registros, documentos neutros y objetivos, sino (ante) la afirmación de las posibilidades formales e interpretativas que caracterizan a las obras de arte, al menos no figurativas. No es un milagro, sino una evolución histórica en la lectura de la imagen fotográfica, tanto de aquella marcada con una cruz (o varias) como de cualquier otra.
El Christo ibérico medio siglo después
La obra de Chamorro nos llega desde un tiempo lejano. Por eso Clemente Bernad, comisario de esta exposición, escribe en la introduccón a este libro que «casi medio siglo después de que Koldo decidiera acometer El Santo Christo Ibérico, es imprescindible tener en cuenta que el contexto en el que desarrolló el trabajo no tiene nada que ver con el actual, en ninguno de sus extremos: el interés por elaborar un relato fotográfico sobre lo que acontecía en aquella España despoblada era solo cosa de unos pocos; las condiciones de trabajo en fiestas y celebraciones religiosas eran duras y la intención de los fotógrafos a menudo difícil de explicar; la sintaxis visual y la estructuración de los discursos visuales de los años setenta y ochenta son difícilmente legibles con los parámetros actuales».
Bernad ahonda en su texto en la forma de trabajar de Chamorro, el valor que daba a la composición de las imágenes. Seguía la vieja recomendación de Henri Cartier-Bresson: voltear la imagen, ponerla del revés, hacia abajo, para ver cómo funcionan las masas, los volúmenes. Bernad describe a Chamorro en el prólogo como «curioso, empático, imprevisible, crítico implacable, generoso, tenaz, apasionado, minucioso, incoformista, buen conversador, travieso, vitalista, exigente, muy cariñoso».
Un fotógrafo de raza
Su biografía dice que fue un fotógrafo de raza, que trabajó durante cuarenta años como un profesional independiente. Su obra fotográfica tiene múltiples registros: memorias para empresas, fotografía industrial, trabajos editoriales, moda, documentales, fotoperiodismo. De sus trabajos más personales dan cuenta sus ensayos: Los Hijos-Dalgo de Iturgoyen, Fuentelencina, Algo llueve sobre mi corazón, La colza, Los silencios de Dios, España mágica.
A la Cruz como símbolo y cultura le dedicó el Santo Christo Ibérico, a la fiesta de Pamplona Los Sanfermines, a los toros El nacimiento de una nación. Sus proyectos tienen mucho de poemas visuales (El mundo del silencio, El vientre de mi tierra, Pubis pro nobis, Sudarios de agua dulce, Noctos) Trabajó toda su vida el retrato. Su obra está en fondos permanentes de colecciones públicas y privadas, nacionales e internacionales. Fue finalista del Premio W. Eugene Smith Memorial Fund en dos ediciones, Premio SoHo News en 1981 y premio del Instituto Nacional del Libro en 1982 y 1991. Impartió decenas de talleres y clases de fotografía.
Koldo Chamorro (1949-2009) inició la serie para El Santo Christo Ibérico en 1974 y la terminó en el año 2000. Concluida la primera fase su intención fue hacerlo extensivo a otros países, pero finalmente se limitó a España, Portugal y Cuba. El libro contiene 108 fotografías. No es un número al azar, es más bien una clave, porque se trata de un múltiplo de doce, un número relevante para muchas religiones y tradiciones espirituales, un número mágico y sagrado. Las fotografías que recoge el libro son la selección del autor para una exposición que no pudo realizar en vida.
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