En primera persona. Alain Finkielkraut. Traducción de Fernando Montesino Pons. Ediciones Encuentro. 13,30€
En primera persona es el repaso de un itinerario personal. Pero es también un libro de batalla, de combate intelectual. Testimonio de una generación, aborda las cuestiones más graves de la cultura contemporánea. Por estas páginas que al lector le parecen escasas, el autor se mete en el ring del antisemitismo, de la ideología de género, del totalitarismo, y de la regresión de la cultura como criterio elaborado en el estudio y el diálogo con los grandes maestros. Enumeremos algunos de los temas que aborda en detalle. La crisis del mundo contemporáneo. El triunfo de las ideologías deletéreas en las que el hombre pierde su nombre. El islamismo y el izquierdismo contra los judíos. La negación de la historia. El desprecio de la tradición y de la memoria. El abandono de las reglas básicas que forman una cultura y una civilización.
Enemigo del relativismo
Leerán pocas reseñas de En primera persona. Sobre Finkielkraut pesa la censura de los medios de la progresía. No es políticamente correcto. No elude ningún debate. En toda cuestión relevante de la batalla de las ideas, ha dejado su punto de vista. Polémico. la progresía le cuelga el cartel de reaccionario. Las etiquetas. Ya saben lo que dice aquí alguna ministra: pensar en algunas regiones de ideas es ir contra la ley. Finkielkraut es un filósofo muy poco citado. Por la misma razón expuesta arriba. Y sin embargo, este libro que publica en España Ediciones Encuentro es intenso y subversivo. Traza un itinerario intelectual, pero se enfanga en los debates de la actualidad con la fuerza de una razón poderosa.
Alain Finkielkraut cita a Conrad en algún momento del libro. Conrad en el prólogo de El negro del Narciso: «toda obra literaria que aspire, por muy humilde que sea, a la calidad artística, debe justificar su existencia en cada línea». En el registro del ensayo, Finkielkraut se somete al mandamiento y se esfuerza en obedecerlo. Y así el libro comienza con una declaración de intenciones en la que anuncia que quiere trazar su itinerario intelectual, precisar dónde se encuentra, «sin evasivas ni complacencias».
Para mí, hoy, lo esencial es la civilización europea, la componente francesa de esa civilización, la transmisión de la cultura, la lengua, y la belleza del mundo
Del amor erótico a la crisis de la cultura
La primera parada de En primera persona nos lleva a mayo del 68, a la visión del amor erótico que se impone en la época. Hombre y mujer como máquinas de deseo. Y el autor que descubre un pliegue sentimental de Rousseau en el que se detiene en el valor de una caricia, y lo defiende. Aquí Finkielkraut comienza a separarse de la corriente que le arrastró en el mayo de París. Hoy, cuando se proclama que la identidad sexual es una construcción individual, un producto del bricolaje, afirma que » la relación con el Otro es mejor como diferencia que como unidad: esa era entonces para nosotros, y así sigue siendo después, la gran lección de Eros».
El itinerario continúa por la cuestión judía. Finkielkraut es hijo único de un talabartero judío polaco deportado a Auschwitz. El judío imaginario es una de sus grandes obras. Después de publicarla, A.F. se encuentra con la aparición de ese fenómeno llamado negacionismo y sus derivadas. El negacionismo, que prospera en el islam, aparece también en la extrema izquierda y «no es más que una modalidad entre otras de un fenómeno dotado de una gran amplitud: el vuelco de la Shoah contra los judíos».
Tiempos modernos
Pero donde Finkielkraut entra a fondo en un debate actual es en el capítulo titulado En busca del tiempo presente, en el que analiza la devaluación de la cultura y el fin del criterio. Sirva como ejemplo este párrafo: «La cultura humanista no escapa a la regla y pierde el aura con la que la rodeaba la tradición. Su eminencia aparece como arrogancia, su irradiación como un subterfugio de los dominantes, su universalismo declarado como un particularismo que se ignora. Ahora debe hacerse pequeña del todo y, para sobrevivir, aceptar ser introducida en la categoría de los gustos y de los colores.(…) Todavía se emiten juicios, pero se vela, en aplicación de la divisa republicana, para que deje de haber criterios»
Cada frase justifica este libro. Hasta el epílogo, en el que A.F. reflexiona sobre el clima ambiente y establece un origen para la tensión totalitaria que ejerce el progresismo. «Los totalitarismos no eran, a buen seguro, humanismos, pero al asignarse como misión hacer el hombre, estos sistemas políticos consideraban a sus oponentes, en el mejor de los casos, como desechos históricos y, en el peor, como contrahombres». Y el clima, termina, «se vuelve pesado, denso, opresor, y asfixia la vida intelectual en el mismo momento en que más habría necesidad de ella».
Añadimos esta entrevista en el canal ARTE con Alain Finkielkraut, poco después de la publicación de En primera persona en la editorial Gallimard.
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