¿Recuperará Alemania su liderazgo en la Unión Europea? De no ser así, ¿qué país podría aspirar a ejercer ese papel? Primeramente, debemos entender de qué tipo de liderazgo estamos hablando. En referencia al liderazgo político, de entrada, se podría decir que no puedes recuperar algo que nunca has tenido. Decir que Alemania u otro país europeo puede aspirar al liderazgo en esta organización burocrática supranacional sería una completa falacia, porque está diseñada para que los estados nacionales europeos no tengan ningún valor cuando se trata de ellos de manera independiente.
Para liderar Europa, el primer requisito a cumplir es el de ser un estado soberano, y a priori, esto no es posible. Unirse a la Unión Europea es por defecto renegar a su soberanía. Recordemos que Angela Merkel fue intervenida por los servicios de seguridad estadunidenses, ¿de qué soberanía hablamos entonces?
Si por el contrario hablamos en términos económicos, Alemania con la acertada cooperación con Rusia no tendrá ningún tipo de problema para ser el líder de la Unión Europea, así como, otros países podrán estar a la cabeza en términos de crecimiento económico. En cambio, si a lo que no referimos es al liderazgo militar, entonces Francia (poseedora de armas nucleares) estaría en la cúspide de la pirámide.
Echando un poco la vista atrás podemos ver los presidentes que ha tenido Francia últimamente. No hace falta ser ningún erudito para darse cuenta de que tienen un serio problema. A la mínima que la población francesa muestra una preferencia especial por algún candidato, la élite de los lobistas se saca de la manga alguna acusación de violación contra una limpiadora de hotel, el gasto desmesurado en un traje, o cualquier otra artimaña para disminuir de manera acelerada la popularidad de ese candidato que rápidamente dejará de ser tan “especial”.
No resultaría para nada extraño que en las próximas elecciones presidenciales en Francia donde parece que Marine Le Pen está ganando votos a un ritmo acelerado, un poco antes de la celebración de estas, aparezca como sacado de la chistera, un nuevo candidato rodeado de un halo “carismático” enviado por el mismísimo destino para salvar a Francia de todos sus males, suplantar a Macron y del mismo modo, hacer olvidar a Le Pen. Esta burda, pero eficaz estrategia, funcionó a las mil maravillas en Italia con Meloni. Es un hecho que esos líderes empapados de carisma consiguen en apoyo de la población local, consiguiendo de este modo ganarlas elecciones casi de la noche a la mañana. Un bonito truco de magia, un juego de trileros que suele dejarnos siempre, independientemente del lugar donde suceda, ese mismo sabor dulzón que va amargándose con el paso de los días.
Tratando otro aspecto como es el liderazgo en términos geográficos, España presenta una posición privilegiada sin lugar a duda. En contraposición, tiene un problema interno de unión, y esta argamasa de estado no acaba de juntar de manera correcta y eficiente las diferentes partes de este pastel en el que se ha convertido el país. Digamos que tiene todos los ingredientes para cocinarlo, pero como todo buen pastelero sabe, no se puede hacer un pastel sin huevos, pues la unión del resto de ingredientes depende de estos. Así que se podría decir sin miedo a equivocarse, que España presenta una clara falta de huevos.
Finalmente, analizado este panorama ciertamente distópico, el futuro de la Unión Europea apunta al colapso de la misma y a su posterior desaparición. De seguir así, está condenada a ser un batiburrillo de antiguos estados miembros, que poco a poco y cada vez menos, dejarán de ser naciones, pasando a ser regiones de esta nueva y mal llamada “Europa”, adquiriendo esa identidad común algo amorfa de los europeos.
Por cierto, ya en el siglo XIX el gran filósofo ruso Leontiev, decía que cualquier posibilidad de unión de los europeos únicamente sería posible cuando los franceses dejaran de ser franceses, los italianos de ser italianos, los españoles de ser españoles y así hasta completar esta amnesia identitaria. Creo que la cuestión principal que debe resolver la Unión Europea no es quién será su líder, sino más bien, cómo no perder o, mejor dicho, cómo recuperar nuestra identidad