Tiene talento, ironía, es rápida en la respuesta, se queja de todo, se ríe de todo, y de sí misma. Es un gran personaje. Tanto como para dedicarle toda una serie. Miniserie. Si no sabes quién es Fran Lebowitz empieza a ver el primer capítulo de Pretend it’s a city. No podrás parar. Cuando termine, querrás más. Todo gira en torno a esta escritora, que ya no escribe. Se queja de todo, el mundo gira en torno a ella. Es egocéntrica, tiene un aspecto masculino, camina cargada de hombros, siempre con una cara avinagrada. Da igual. Te vas a reír. Quizá no tanto como Martin Scorsesse, que es el catalizador de esta serie, el personaje que está ahí para preguntar, apuntar y reír. Pero te vas a reír. Hazme caso. NO te vas a arrepentir. Esta vez tampoco.
Una historia de amor y de odio
Pretend it’s a city (Netflix) no pasa de ser una reunión de amigos, de viejos amigos, de Fran Lebowitz y de Martin Scorsesse. Se citan en público, en alguna biblioteca, con el auditorio abarrotado, o en un Club de Nueva York, sentados a una mesa. Para charlar. ¿De qué? De Nueva York. Y con ese pretexto hablan de cultura, de deportes, de vacaciones, del tabaco, de los viajes, de la ciudad. «¿Por qué sigues viviendo en Nueva York?». Respuesta: «Si me dices donde puedo ir, quizá me marcharía». Han pasado diez años de aquel documental de Martin Scorsesse, Public Speaking. También giraba en torno a la personalidad exuberante de Lebowitz, que es una parte del alma de Nueva York
La relación de Fran Lebowitz con Nueva York es una historia de amor y odio. Habla de una ciudad en la que nadie mira dónde va, en la que el Dalai Lama se volvería un neurótico criminal si viajara en metro, pero en la que es imposible aburrirse. Nueva York no es París, no es Florencia, pero «es una ciudad original». Lebowitz opina de todo, sobre todos los temas que le pongan en la mesa tiene un juicio claro y distinto. ¿Deportes? «Las malas costumbres te harán morir más pronto, pero las buenas no te salvarán de morir». Miras a las generaciones pasadas y encuentras en tu familia gente que se fue con 103 años y nunca levantó una pesa y menos se le ocurrió correr un maratón.
Rascacielos copiados de Dubai
A Fran Lebowitz le fascina el aspecto físico de Nueva York. Le apasiona el edificio de la Grand Central Station, tanto como el perfil de la torre Chrysler. Pero se queja de que una ciudad en la que se inventó el rascacielos, una ciudad que era admirada por sus torres, ha terminado copiando el estilo arquitectónico de Dubai. «Dubai copió a Nueva York y ahora nosotros copiamos los rascacielos de Dubai».
En la serie hay momentos de un talk show con Spike Lee en el que hablan de deporte. A Lebowitz no le gusta el deporte, no ve programas de deporte, pero confiesa haber asistido a alguno de los combates del mítico Mohammed Alí. En sus monólogos alude constantemente al Nueva York de antes. Siempre ha sido una ciudad por encima de las posibilidades de cualquiera. Confiesa que hizo todo tipo de trabajos. Fue empleada de limpieza, fue taxista. Todo menos ser camarera, «porque la camareras tenían que acostarse con su jefe para mantener el trabajo». Fran Lebowitz es intensa, es divertida, amarga a veces. La puedes odiar y la puedes querer. Uno de esos personajes irrepetibles que por eso mismo son fascinantes. Siempre divertida. Lo divertido, como ella dice en algún capítulo, es por si solo un criterio legítimo para admitir cualquier actividad.
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