Gorbachov. Heaven. Dirección. Vitaly Mansky. Sonido: Anrijs Krenbergs Producción Natalia Manskaia Gion: Alexander Gelman, Vitaly Mansky Montaje: Yevgeny Rybalko Música: Kārlis Auzāns. Filmin
Mijail Gorbachov es el hombre que perdió un imperio, el hombre que se saltó todo el poderoso aparato del Partido Comunista de la Unión soviética para abrir las puertas de la libertad. Provocó el hundimiento soviético. La Unión se desmoronó como un castillo de naipes. Al otro lado de aquella guerra fría estaba Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos. En el documental de Vitaly Mansky Gorbachov recuerda el primer encuentro con Reagan en Suiza. Tuvieron una charla cara a cara, sin sus respectivas delegaciones. Gorbachov dijo a los suyos que acababa de ver a un dinosaurio. Reagan confesó que se había encontrado con un «bolchevique terco».
Gorbachov recibe en su casa a Vitaly Mansky y su equipo. Tiene 90 años, se mueve con dificultad, contesta a lo que quiere responder, y elude algunas respuestas con un gesto ausente. Pero quiere hacer la película. Tanto que abandona un ingreso posterior en el hospital para desplazarse a la Fundación Gorbachov, en Moscú, y seguir con la entrevista. El hombre que soltó la pieza clave de la Unión soviética es un personaje fundamental del siglo XX. Aquellos años como presidente soviético, antes de ser apartado por Yeltsin, siguen siendo un enigma. La URSS fue llevada por Reagan a una carrera que provocó su colapso. Pero Gorbachov aceleró su muerte con una serie de medidas tuvieron un efecto letal. La URSS no aguantó la idea de que la represión militar se había terminado con la glasnost y la perestroika.
La cámara entra el salón de la residencia de Gorbachov, le acompaña en la comida, recoge la presencia permanente de Raisa Gorbachova, fallecida hace veinte años. Gorbachov confiesa que la vida sin ella no tiene sentido, que no le importa que le llamaran calzonazos aquellos que no entendían la relación del matrimonio. Gorbachov canta, recita poesía, confiesa que su mujer siempre le escuchó cantar un par de canciones mientras se afeitaba. Mira hacia atrás, y apenas da importancia a su carrera política. Cuando Mansky le pregunta cómo lleva que los rusos no le consideren un héroe Gorbachov, con humildad, le responde que esas cosas llevan mucho tiempo, que la historia es caprichosa.
Lo cierto es que el documental tiene mucho de la intimidad de Gorbachov, y muy poco de reflexiones sobre el destino de Rusia después de él. Hay alguna apreciación irónica sobre Yeltsin («se bebía una botella entera y luego iba detrás del avión a aliviarse») pero también muchos silencios. Rusia tuvo un momento democrático muy breve, dice Mansky, los últimos años de Gorbachov, y un poco del tiempo de Yeltsin. Y luego regresó el autoritarismo. Vemos de fondo, en la televisión, a Putin, pero Gorbachov calla, no quiere entrar a criticar la situación actual. Silencios elocuentes.
Su salud es mala, su movilidad reducida, pero no por eso deja de gastar bromas, o de recordar con nostalgia otros tiempos, incluso su niñez. Recuerda por ejemplo que con cinco años estuvo a punto de morir. Llamaron a una curandera y le recomendó tomar miel. El niño se bebió una tetera de té con miel, y a los tres días estaba corriendo. Las últimas escenas son planos de una visita al cementerio, a la tumba de Raisa. Gorbachov señala el suelo al lado de la lápida de su esposa: «ese es mi sitio, lo tengo reservado». A pesar de los silencios y los quiebros, es un documental muy interesante, por la cercanía e intimidad que vemos a uno de los hombres fundamentales del siglo XX: Premio a la mejor dirección a IDFA 2020.
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