‘Gunda’ un relato infantil de la vida animal en las granjas

Gunda es un documental, filmado en blanco y negro, sobre la vida animal en las granjas. En los créditos se afirma que ha sido rodada en granjas de Noruega, de España y de Holanda. La parte central de la película narra la vida de una cerda que tiene crías. También aparecen gallinas. Una de ellas, a la que le falta una pata, da nombre a la película. Hay escenas de vacas que salen del establo y corren y dan saltos por un prado. Pero la estrella de la película es la cerda. Uno ha leído algunas críticas de esta película que son como oraciones religiosas del animalismo y de condena de lo humano, tan cruel. Pasan por alto una de las escenas más duras de Gunda, cuando la cerda, al ver que una de sus crías no puede valerse por sí misma, la aplasta con la pezuña hasta matarla.

Gunda está muy bien rodada y tiene el indiscutible mérito de convertir en interesante algo en apariencia banal: las evoluciones de una serie de animales en una granja. Cuando uno era niño nos fascinaba el parto de una vaca o de una cerda que era capaz de criar a diez cochinillos. La vida rural, y por tanto la vida animal contemplada de cerca, formaba parte de nuestra educación. Eso, que desapareció, explica en parte la buena acogida de Gunda. La cámara mira en planos cortos, con un desenfoque muy artístico. Vemos a la cerda en primer plano, vemos las patas de las gallinas que se aferran a la tierra, vemos a los cochinillos competir por morder unas raíces. El afecto hacia los animales es inmediato. El mismo afecto que uno vio en sus años de infancia reflejado en los ojos de las personas que convivían y cuidaban de esos animales domésticos.

El relato de Gunda está tratado con sobriedad. No hay banda sonora, no hay voces humanas, tan solo sonidos del campo, mugidos, gruñidos, cacareos. La adjetivación es mínima. Pero el propósito de la película está muy claro. Y por si alguien tiene alguna duda, está su director para precisarlo: «No puedo convencer a la gente que pare de matar y torturar animales, cuando todavía seguimos matando gente, torturando, abusando, así que lo único que puedo es hacer películas, para disculparme como ser humano».

Esa declaración de Kossakovsky no le resta un ápice de poesía a la película, aunque nos diga que Gunda se trata de una forma de ponerse de rodillas ante los animales, en este caso los domésticos. Y eso que la película retrata la vida buena de estos animales. No hay tremendismo, ni maltrato en la situación de los cerdos, vacas y gallinas. Todos corretean por prados interminables, retozan en el barro y dan brincos entre una hierba grasa y tupida. La muerte aparece en forma elíptica: un tractor arrastra un cajón de metal que se pondrá junto a la gatera por la que salen los cochinillos, para llevarlos al matadero. La cerda, desaparecidos los cerditos, deambula y gruñe buscando a sus retoños.

El gran valor de Gunda consiste en darnos en forma de película una educación rural y una cercanía a lo animal. Sobre Gunda usted puede leer muchos artículos y discursos antiespecistas, que hablan de rapto, crimen, asesinato, secuestro de animales. Y es a lo que nos referimos cuando hablamos de una cinta que tiene algo de mirada infantil, de simpleza, muy poética, muy blanco y negro, pero simpleza a la moda, de consumo fácil y rápido, como cuando los niños lloran porque el conejo al que han estado alimentando durante semanas se convierte en un asado de domingo. ¿Es cruel? Es humano. Nos enseña a convivir con la excelencia de la vida y con el trance de la muerte: animales tratados con respeto, y sacrificados para la continuidad de la vida humana.

El gran oxímoron del antiespecismo es hacer libres a unos animales que nunca lo van a ser. La pregunta que queda en el aire después de ver esta cinta extraordinaria es, ¿convencerá el antiespecismo a la cerda que protagoniza Gunda de que su cochinillo minusválido merece vivir tanto como el resto de los bien dotados que salen adelante?

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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