Como traca final de su mandato, y antes de la toma de posesión de su sucesora en esa versión de una monarquía electiva que es México, López Obrador ha vuelto a agitar el fantasma del orgullo patrio. No invitan al Rey Felipe porque no ha pedido perdones por la llegada de Cortés al territorio azteca. Dejó escrito Vasconcelos, rector de la Universidad autónoma de México y ministro de cultura, que México nació en el momento en que Cortés desarboló sus naves. Lo afirma en un libro fundamental para entender la esencia mexicana.
En efecto, en el momento en que decidió que aquella era su tierra y que ninguno de los suyos navegaría de regreso a casa, nació la nación cuya contribución al mundo ha sido el mestizaje. En aquella hora, ya todo lo que ha sido luego México estaba en su territorio: indígenas y españoles, mezclados, o aliados contra el bárbaro Moctezuma. López Obrador necesita ocultar sus fracasos con la viscosa hiel del odio: España es un chivo expiatorio. En su mandato se cuentan doscientos mil asesinatos, territorios del país en manos de los carteles de la droga, y un fracaso en la sanidad pública, que ha dejado a más de seis millones de niños sin vacunas.
López Obrador dejó sin vacunas a 6 millones de bebés en los dos primeros años de su administración, lo que colocó al país en el mismo nivel de vacunación de 1990. La estrategia de vacunación había funcionado durante las últimas tres décadas independientemente de quién gobernara. Pero se hundió durante el mandato de López Obrador. La única razón es que el gobierno no compró las vacunas. Tan simple como trágico.
Una sanidad mejor que la danesa
Hay más cuestiones que afectan a la sanidad. Por ejemplo, la disminución del 46% de las consultas ofrecidas por los servicios de la Secretaría de Salud, es decir, para quienes no tienen seguridad social. El número de consultas pasó de 95 millones en 2018 a 51 millones en 2022; una caída de 44 millones. AMLO prometió un gobierno para los más necesitados. En cuestiones de salud, su fracaso es notable. Si miramos a la seguridad, el número de asesinatos durante el sexenio de AMLO supera los 190.000. Amplios territorios del norte del país están en manos de los carteles de la droga, que ahora trafican con fentanilo, y la cooperación en materia de seguridad con los Estados Unidos está en su nivel histórico más bajo.
No hay enemigo exterior, real o ficticio, que sea capaz de tapar esa quiebra. Ni siquiera los Estados Unidos. AMLO calla ante el vecino que se apropió de los territorios al norte del Río Grande. Aquí el temor es prudencia, ante la posibilidad de que Trump regrese a la Casa Blanca. En septiembre, cuando AMLO dio cuenta de su mandato en un informe público leído en la gran plaza del Zócalo, ocultó todo esto. Es más, dijo que la sanidad mexicana es superior en calidad y prestaciones a la de Dinamarca. En Copenhague llevan un mes haciendo chistes con López Obrador, y esperando que Claudia Sheinbaum siga con la broma, ya que ha demostrado que es tan solo una marioneta de las obsesiones de López Obrador, de sus delirios, de sus malos sueños de nacionalista insomne.
La Nueva España fue el territorio más floreciente del imperio, el más desarrollado. La decadencia empezó con la independencia. Y esto los abe bien López Obrador, descendiente de asturianos, español de herencia y mexicano mestizo, como todo mexicano. Odiar a España es odiarse a sí mismo, en el fondo es odiar a México, que es un gran país, aunque algunos presidentes no lo crean. AMLO ha sido un destructor de las instituciones, un creador de odio.
En 2006, Enrique Krauze le dedicó un artículo en Letras Libres: «El mesías tropical». Es el retrato de una persona con «un trasfondo oscuro, violento, vengativo». Así lo retrataba en septiembre, en una conversación en Ciudad de México, el director de una institución económica: «le critiqué en público, no solo me dejó de hablar sino que ordenó a todos sus cercanos un boicot contra la institución que dirijo». Krauze registró su completo desinterés del mundo exterior, «su ignorancia económica, su desprecio del derecho y su autoritarismo político». Ya en aquel artículo, Krauze vaticinaba para México un mandato de «años irrecuperables». Y así ha sido.