Los ocho pecados de Lea Ferrer, la niña que quería ser astronauta

Historia de mis ocho pecados. Lea Ferrer. 405 páginas. Autoeditado en Amazon.

En la página de agradecimientos, Lea Ferrer, seudónimo con el que la autora firma su libro, reconoce a «todos mis clientes, pues nunca habría podido escribir este libro sin el tiempo que me proporcionó vuestro dinero». Lea Ferrer es prostituta, y ese es el nombre, el último y parece que definitivo nombre que utiliza para publicitar sus servicios. La Historia de mis ocho pecados es un libro de memorias, pero no es un libro militante, ni siquiera pretende convencer de nada a nadie, ni busca servir de excusa, es un libro de análisis propio, y sobre todo un relato en el que la autora relata la «historia de cómo una niña normal y corriente, que de mayor quería ser astronauta, se convirtió en muchas otras cosas, de entre las cuales, lo que más contribuyó a su felicidad fue el ser puta».

Es probable que a Lea Ferrer no le llamen para comparecer en el Congreso de los diputados la próxima vez que al PSOE o al PP se les ocurra legislar sobre la prostitución. Tampoco tiene opciones de que los medios de comunicación le pidan entrevistas. Y sin embargo sería muy útil, por el bien general del país, que periodistas como María Patiño leyeran este testimonio. Porque entendería mejor un fenómeno complejo de realidades múltiples, que no se puede despachar repitiendo como loros las estadísticas policiales, contaminadas de ideología y carentes de toda realidad. A Patiño le bastaría con hacer un recuento de sus colegas de televisión que ejercen o han ejercido el trabajo sexual en agencias o a través de catálogos.

los ocho pecados de Lea Ferrer

Prostitución y felicidad

Lea Ferrer es andaluza, es licenciada en Fisioterapia, fue una estudiante perfeccionista de notas sobresalientes, ha tenido trabajos con contrato, propuestas de estabilidad laboral, y es puta. Es más, de todo los ingredientes de su vida, Lea reconoce que lo que más la ha acercado a la felicidad, ha sido la prostitución. Tan solo esa confesión basta para que este libro sea cancelado y su testimonio silenciado como si nunca hubiera existido. Y sin embargo están, lectores, ante un libro crudo, repleto de emociones y de humor, y muy bien escrito, fluido, bien narrado, sin una sola errata, expresión sin duda de la personalidad perfeccionista de su autora.

El relato de Lea comienza en Barcelona. Entra de bruces en el mundo de la prostitución, en agencias, o como independiente. Y expresa sin titubeos su experiencia con los clientes: primer bofetón para quienes consumen, acríticos, las falsedades del abolicionismo. Así describe a sus compañías fugaces: «me generaban, si no compasión, una especie de ganas de protegerlos, de acariciarlos para calmar sus inquietudes, de saber qué vivencias los habrían llevado a estar allí en esas condiciones»….» «En definitiva ( y al contrario de la idea que siempre había tenido de los hombres que salen de putas por la noche), lo que percibí la mayor parte del tiempo allí fue algo mucho más amplio, complejo y profundo que simple morbo o vicio; una especie de necesidad primigenia e inherente al ser humano de reencontrarse con una caricia, con alguien que dedicase unos minutos de su tiempo a escucharlos, a mirarlos a los ojos».

Diálogo entre la niña y la adulta

Y ¿quiénes son esos clientes? ¿Son violadores? ¿Son bestias asquerosas, como gusta repetir al locutor de la COPE, Expósito? «El cliente de sexo de pago puede pertenecer a cualquier esfera de la sociedad. Por mi lecho han pasado desde profesores a detectives, empresarios, trabajadores sociales, hosteleros, informáticos, médicos, funcionarios, músicos, fotógrafos, cineastas, abogados, y por supuesto, jubilados de las profesiones mencionadas. Hombres que vienen con traje de corbata y mocasines y hombres que vienen en chándal y deportivas«

Si bien la historia de Lea Ferrer como prostituta es central en el libro, el texto es mucho más rico y complejo, tanto como la biografía de una joven que sufre acoso en la escuela, pasa por el trance del divorcio de sus padres, y atraviesa una serie de relaciones en las que es traicionada, engañada o despreciada. Ferrer ordena el relato de una forma inteligente, para dejar claro que su opción por la prostitución no es cosecuencia de una biografía que puede ser común, de hecho lo es, a la de muchas otras jóvenes mujeres. No, no se trata de presentarse como una víctima. Ferrer reconoce que son múltiples los factores que le llevaron a tomar la decisión de comenzar en el trabajo sexual: búsqueda de independencia económica, horarios flexibles para cuidar de su hijo cuando lo tuvo, y sobre todo unas relaciones que nada dejan al azar o al capricho, tasadas y apreciadas de mutuo acuerdo, en las que no se produce la obsesión del amor que tantas veces llevó a Lea al desastre, al desamor, la depresión o a la bulimia.

Palabra puta

Es muy interesante la reflexión que Ferrer hace de la amenaza de las madres y de los padres, por el temor a que sus hijas sean consideradas como putas por su apertura sexual. El peso de esa palabra condicionaba su forma de entender el amor: «era tal la carga emocional que suponía para mí el saber que, a ojos de los demás, lo que yo hacía era considerado como de puta que, cada vez que me encaprichaba con algún ligue, intentaba convencerme a mí misma de que ese sí sería el definitivo».

Planteado a veces como un diálogo entre la niña que fue y la Lea Ferrer en que se ha convertido, la autora rescata páginas de su diario. Escrita con una prosa analítica minuciosa y descarnada, Ferrer desnuda su vida y su alma, infinitamente más que cuando trabaja como escort, y habla a la pequeña que fue, a la que quiso ser astronauta e imagina un diálogo con ella: «la yo niña le propinaría una buena hostia en toda la cara a la yo adulta por haberla herido de semejante forma; por haberla llevado por los caminos por los que la llevé; por haberme olvidado y haber renegado de ella y de sus verdaderas inqueitudes. Y, por último, mi yo niña recomendaría a mi yo adulta que se metiese a puta en cuanto cumpliese la mayoría de edad y se dejase de trabajos y relaciones de mierda que no la iban a llevar por ningún buen camino».

Si alguna vez, lector o lectora, has tenido la inclinación por juzgar a las prostitutas, o a sus clientes, te recomiendo que leas antes este libro, para conocer la verdad contada por una de ellas, y para comprender que esa verdad es mucho más compleja y rica, humana y emotiva, que la descripción falsa que hace cualquier ideología, o cualquier intento mercantilista de convertirlas, a ellas, en víctimas, para que sean parte del negocio del rescate, su principal pretexto.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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