No dejo de leer en Twitter que la gente está aprovechando el confinamiento para ordenar armarios, cajones, cocinas y toda su vida. Ayer, una periodista conocida contaba con mucho humor que había conseguido por fin liberarse de una cifra de 3 números de vaqueros que tenía en su armario. ¡¡De 100 para arriba!! Reconozco que no he llegado a ese nivel de síndrome de Diógenes fashion, pero diré con vergüenza que he estado cerca… Y creo que, ahora mismo, por la situación que estamos viviendo, es momento de replantearse las cosas. De ver por qué consumimos lo que consumimos, de empezar a elegir nuestras inversiones con un poco de cabeza y pensar en la gente que está detrás de cada producto y el trabajo que se invierte en él. ¡Y por dónde mejor empezar que por nuestro armario!.
Fast fashion y slow fashion
Muchos habréis oído hablar de los términos Fast Fashion y Slow Fashion, pero aquellos a los que la moda no les interesa tanto, quizás no. Se considera Fast Fashion a todas aquellas marcas y productos de moda que tienen el propósito de producir rápido, al menor coste posible y de ofrecer nuevos productos constantemente. Todas esas camisetas que compras porque cuestan 3 euros y esos vestidos a los que te lanzas para luego no acordarte de ellos en un año y acabar tirándolos a la basura porque no te los pones, nadie los quiere y total, te costaron 20 euros… Eso es Fast Fashion.
El problema no es que estas marcas inviten a un consumo masivo, de eso somos responsables los consumidores. El problema es todo lo que hay detrás del proceso de producción. Estas marcas compiten entre ellas, lo que les lleva a producir en las zonas más pobres del mundo, y a presionar a sus trabajadores a producir al menor precio posible (porque si no se van al vecino, que se lo hace más barato).
Esto se traduce en personas que trabajan con horarios que tú nunca soportarías. Que se ven obligadas a dejar a sus hijos con otras familias por no tener medios para ocuparse de ellos. Que no están protegidos de ninguna manera en su horario laboral. Y que además, ven como se contaminan sus países con los químicos que utilizan para la ropa que tú te pones y como crecen sus vertederos con esas ropas que tú llevas a «reciclar». Incluso, aquellas ropas que son donadas acaban en estos países, ya que la cantidad es tal, que acaba no siendo necesaria allí donde se dona (he llegado a ver a un marroquí con una camiseta de la cruz roja que decía «yo soy donante«)
Moda sostenible es consumo responsable
Algunos podéis justificar todo esto diciendo que claro, que esas personas sin estas marcas no tienen trabajo. Y es verdad. Pero ellos no tienen elección. Y es responsabilidad de los consumidores hacer que estas marcas paguen bien a sus trabajadores, les respeten como es debido, y les den unas condiciones de trabajo con las que nosotros también estaríamos de acuerdo (porque te aseguro, que tu no trabajarías en sus condiciones ni con sus horarios, por 10 dólares al mes).
¿Y cómo puedes aportar tu grano de arena? Aprecia lo que ya tienes. Saca todo de tu armario y no decidas tirar una camiseta blanca a la basura solo porque lleva ahí 5 años. Estudia cómo puedes utilizar tus prendas. Intenta vender las que no vas a usar en plataformas de segunda mano. Recuerda que aunque tú solo hayas invertido 20 euros en un pantalón, hay una persona que ha invertido su tiempo y trabajo en hacerlo. Por otro lado, cuando tengas que invertir en una nueva prenda, hazlo con cabeza.
Moda sostenible: nueva vida para tu ropa
El movimiento Slow fashion no consiste en tirar todo lo que tienes en el armario para sustituirlo por moda ética. Sino de utilizar lo que ya tienes, y darle una segunda vida. Se trata de llevar los zapatos a la zapatería para arreglar la suela que se ha despegado o de coser un agujero en una camiseta. De convertir los vaqueros que ya no te pones en una falda para el verano. Consiste en apreciar lo que tienes, cuidarlo y hacer que dure lo máximo posible.
Y cuando surja la necesidad de comprar algo, busca una marca que produzca sus prendas con cariño, con respeto hacia sus trabajadores y al planeta, con tejidos naturales que no contaminen tanto y lo más cercana a ti posible. Se trata de invertir tu dinero en comprar una sola prenda buena, de calidad y producida de manera justa y que te vas a poner hasta la saciedad, en vez de una barata, que va a durar dos días.
Es posible un consumo responsable
Por supuesto, esto no significa dejar de disfrutar de la moda ni convertirse en un super minimalista. Sino de consumir de una manera responsable y respetuosa (no como estos días en Mercadona…) con las marcas, el planeta y todos sus trabajadores. Te aseguro que si hasta ahora disfrutabas de la moda, este método te hará apreciarla mucho más.
Si no sabes por donde empezar, no te preocupes, porque a lo largo de las semanas descubrirás en esta sección tiendas de moda sostenible, artesanos españoles, marcas europeas y americanas que lo están haciendo bien, además de otros trucos y recursos para que este proceso sea lo más fácil, excitante y ameno posible.
¿Te apuntas?