La ladrona de fruta. Peter Handke. Alianza Editorial
El libro lleva por subtítulo el de “Viaje de ida al interior del país”. El viaje es el de Alexia, a la que todos llaman “la ladrona de fruta”. El viaje son tres días por los pueblos y los valles de la Picardía, en Francia. Alexia busca a su madre, banquera. Se lleva tan solo algunos consejos que le ha dado su padre, y un morral, donde guarda la fruta robada. No es Alexia la que cuenta la historia. El relato lo inicia un observador que deambula hasta encontrar a la joven.
Quienes se acerquen a este libro deben ir prevenidos de que se trata de una forma de narrar diferente, de un estilo lento, lleno de digresiones, de desvíos, de excursiones, de morosidad en los detalles, de una prosa que despliega lo que parece nimio hasta exhibir toda su complejidad. Es por tanto una forma nueva. Acostumbrados como estamos a los relatos planos, a una forma de narrar lineal y esquemática, con la brevedad que impone el consumo instantáneo de impulsos electrónicos, “La ladrona de fruta” es como entrar en otra dimensión de la narrativa. Cuando uno se deja llevar por su ritmo, por su frase rica y compleja, por el arcoíris de los matices, entonces empieza a disfrutar de una forma de ver y de escribir deslumbrante.
Alma y paisaje
Es viaje por la Picardía es una itinerancia, un vagabundaje. Handke ha practicado este arte tan viejo y tan nuevo en otros países, por ejemplo en España, donde ha recorrido Gredos y algunas otras comarcas. En “la ladrona” se suceden los encuentros, con gente humilde, con inmigrantes, con vecinos del barrio, con gatos, perros y ranas. No hay una trama. El relato avanza en zigzag, se detiene en los detalles de la percepción de la atmósfera, del viento, de las nubes, y todo se carga de significado. El lector acompaña al narrador en esta aventura épica por lo pequeño, desde el sabor de las peras a los requisitos para hacer un pan de hayucos (fruto del haya) El paisaje habla, y habla con una voz propia, la naturaleza se mezcla con lo espiritual y abre caminos insólitos: “Nadando así en el río, dejándose llevar, llegó también al tiempo que no se podía contar y que, sobre todo, no necesitaba ser contado, un horizonte diferente. Ella estaba atenta, uno estaba atento de un modo tan diferente y atento a otras cosas”.
Algunos críticos han señalado su parentesco con las gestas medievales. La protagonista es una joven pura y dulce, pero el narrador aparece como una voz contradictoria, que continuamente se hace preguntas, que no cae nunca en la verdad dogmática, que siempre está permeable a la duda, a la contradicción, a la ironía. La ironía, por ejemplo de buscarlo todo en internet, que aparece de vez en cuando, en esos instantes en los que el narrador le dice al lector que recurra a Google si quiere precisar alguna cuestión, La prosa de Handke es ligera y profunda, y su relato tiene una gran capacidad crítica, la de proponer un mundo más humano al mundo cuadriculado, frío e inhumano en el que habitan sus personajes. Profundamente literario, Handke no es un autor comercial, no busca el esquema fácil y la retribución inmediata. Su apuesta es otra, ilumina zonas interiores, deja preguntas y nos somete siempre con la fuerza del texto que buscamos releer. La ladrona de fruta es en este sentido el alter ego del autor, el reflejo de la condición de un escritor que deambula por los caminos de la existencia robando moras agraces, peras maduras, manzanas ácidas que guarda en un pequeño macuto hasta la hora de la cena.
Elogio de la traducción
No sé muy bien en qué momento se convirtió en una bandera moral de la izquierda, pero sí cuándo dejo de serlo para convertirse en un apestado: el día en que empezó a poner el acento en los matices, en su visión propia. Con todos sus errores, Handke es un gran escritor y un gran intelectual, que renueva en esta novela la épica medieval. Más allá del ruido de polémicas sobre si dijo o no dijo lo que no dijo, Handke ha renovado la narrativa, transita caminos nuevos inspirados, como en La ladrona de fruta en la épica medieval, y es dueño de un verbo y una frase de una belleza rica y compleja que demuestra de forma continua un profundo conocimiento humano.
Elogiemos por último el trabajo de Anna Montané. Traducir el alemán de Handke es una tarea compleja que requiere un profundo conocimiento del alemán y del español. No lo digo por mis conocimientos de alemán, casi nulos, sino por la riqueza estructural de las frases, llenas de paréntesis, de subordinadas, de brazos cargados de matices, que guardan sin embargo un ritmo y una música suaves. Como dice en la “nota de la traductora”, “Handke reúne todas las facetas del autor- poeta, dramaturgo, narrador, ensayista- y tal vez con más intensidad que nunca, Handke saca partido en esta obra de giros y modismos de la lengua alemana jugando con su estricta literalidad”.