‘La tarde que Bobby no bajó a jugar’, amor pasión y ajedrez en La Habana

La tarde que Bobby no bajó a jugar. Mayra Montero. Tusquets editores

La tarde que Bobby no bajó a jugar está armada por dos historias que avanzan en contrapunto en la misma ciudad, La Habana, en dos momentos diferentes. La primera en 1956, cuando Bobby Fischer llega a la capital cubana para disputar un torneo de ajedrez. En el viaje le acompaña su madre y una tribu catastrófica de jugadores, formada por algunos delincuentes y algún nazi. La otra, transcurre en 1966 y está narrada en primera persona por una joven de catorce años a la que sus amigas encargan que consiga un autógrafo de Fischer sobre un tablero de ajedrez. La primera de las historias es ficción. La segunda ea autobiografía. Es la propia historia de Montero, de cómo conoció a Fischer, de cómo perdió la virginidad en la habitación del hotel Habana libre, de cómo pasó la noche con Fischer, y de la huella que le dejó aquel encuentro.

La tarde que Bobby no bajó a jugar

Realidad y ficción, por tanto, se tejen a partir de la historia, de los hechos reales: un relojero de origen polaco, apasionado por el ajedrez, encarga a las amigas de Miriam, una cuadrilla llamada «las Oritías», que consigan el autógrafo. El premio es grande: nada menos que un disco de The Beatles (Rubber Soul), banda prohibida en la Cuba castrista. Y las chicas señalan a Miriam, la más insegura de todas, que lleve a cabo la misión. Montero reconstruye con una precisión llena de vida esa voz de la muchacha de apenas catorce años , que sufre a una madre desequilibrada y a un padre bohemio, que solo esperan su turno para salir de Cuba. Hasta la ropa tienen preparada para ese viaje, y Miriam elegirá para lograr el encargo el vestido del viaje, el que no se podía tocar más que para escapar del comunismo.

La tarde que Bobby no bajó a jugar toma el título de la costumbre que tenía Fischer de no moverse de su habitación el día sagrado para los judíos. La dificultad de la temblorosa Miriam estriba precisamente en un hecho desconocido para ella cuando cruza el umbral del hotel, entre guardias de seguridad, que vigilan a la delegación americana y miman a los jugadores soviéticos. La niña/mujer consiente en pasar la noche con el ajedrecista. Le miente sobre la edad, le miente sobre su nombre, y consiente una relación sexual a pesar de la minoría de edad. Hechos que Montero se ha guardado, como dice en el video adjunto, hasta que su marido estuviera muerto, por respeto al que ha sido su esposo. Relato que recuerda al de Raymond Radiguet, El diablo en el cuerpo, la historia de ese joven menor de edad que se enamora de una mujer casada, y da gracias a la circunstancia de la guerra, que le permite su individual felicidad. Como en Radiguet, citado en la novela, a Miriam no le importa la guerra fría que se libra en los tableros, tan solo le atrae la fascinación por ese jugador que le cuenta cuáles han sido las últimas palabras en vida de algunos de los más célebres ajedrecistas.

Sobre esos hechos, Montero tira del hijo del relojero que les encargó la misión, e imagina la historia de una familia polaca dedicada al comercio de relojes. Mario, el más apocado de los dos hijos de Gorski, se enamorará de la madre de Fischer durante el torneo que se celebra en 1956. La Habana es una ciudad en la que se puede comprar todo: mujeres, cocaína, y todos los contrabandos de la época. Será un amor que descompone a Mario, le saca de su ensimismamiento y de su abulia, y le deja tan desmadejado que ya nunca se recuperará. La de Mario y la de MIriam son dos historias paralelas, dos amores apasionados que solo conducen a una nostalgia dolorosa, dos historias que tienen siempre el paisaje trágico de La Habana.

La historia del amor entre Fischer y Miriam es la que se debía contar, la que no debía caer en el olvido, el material literario y biográfico de una escritora que habrá contado ese amor fugaz y habrá escuchado los ruegos de que lo convirtiera en un relato. La ficción es como una prolongación, bien tramada, muy verosímil, muy bien encajada en la realidad. La literatura aquí no solo se ocupa de lo real sino de lo posible, y ambas dos tramas acaban contagiándose una a la otra para formar una novela muy lograda con un ambiente decadente: el que dibuja la decrepitud de La Habana y el que vibra en dos amores imposibles.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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