La vida es bell(ísim)a


La película de Roberto Benigni ‘La vida es bella’ (1999) sigue siendo un ejemplo de la magia del cine. Una historia terrible de un campo de concentración nazi sirve a Benigni, no solo como director sino también como actor principal, para afrontar una historia de padre-hijo profundamente humana y al mismo tiempo, muy divertida. Cómo hacer para que los efectos de una guerra no le hagan daño a su hijo, a través de interpretar lo que pasa como un juego en el que participan los dos.

Lo que parece fácil de contar, gracias a la maestría del guión y la interpretación, es una verdadera historia de supervivencia a la brutalidad, a través del esfuerzo de un padre por proteger a su hijo de la maldad reinante. Con la consecuencia de ofrecer al espectador un relato magnífico de una mentalidad infantil despierta y preguntona a la que el padre reorienta hacia una vida mejor, sin perder el hilo de lo que está pasando.

La película recibió un montón de premios y se puede contemplar hoy con la admiración que da el trabajo bien hecho con el relato divertido de una situación muy difícil, que invita a pensar en un cine mucho mejor del que vemos cuando nos dejamos llevar por lo primero que hay a la vista.

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