Las hermanas Materassi. Aldo Palazzeschi. Traducción: Emilio Germán Muñiz. Editorial Periférica.
Tiene el lector español la segunda oportunidad de abordar una de las grandes obras de la literatura italiana del Novecento. La primera nos la brindó Alfaguara en los años ochenta, con la misma traducción que ahora actualiza Periférica. Digamos que el trabajo de Emilio Germán Muñiz es también una obra maestra, capaz no solo de trasladar la fina prosa de Palazzeschi, sino de dotarla del mismo movimiento de danza que tiene el original, irónica por momentos, elegante siempre, sutil en cada pasaje. Como señala Alberto Arbasino en Ritratti italiani, la genialidad de Palazzeschi consiste en «una extraordinaria elegancia en las relaciones entre la Literatura y la Vida: una organización literaria de extraordinaria finura, resuelta con una extraordinaria (aparentemente) simplicidad». La obra de Palazzeschi, marginada en los libros de texto de la literatura italiana, es tan rica como compleja en sus interpretaciones.
El tema central de Las hermanas Materassi (el título original no tiene artículo, Sorelle Materassi) es la irrupción de la belleza en la vida ordinaria, vulgar, de pequeños valores burgueses, de dos hermanas dedicadas a la costura de lencería para las mujeres de la clase alta de Florencia. Dos hermanas que han clausurado su vida afectiva, sepultada entre los muros de una casa de Santa Maria a Coverciano.
Teresa y Carolina, la una fuerte y adusta, la otra frágil y refugiada en la protección de su hermana mayor, cosen lencería de lujo para las ricas mujeres de la comarca. La marca de sus camisas y bragas lleva su nombre: Sorelle Materassi. No trabajan para la clase popular. Sus ajuares están en las bodas de la alta burguesía. Su gran ambición vital ha sido pagar las deudas que dejó su padre, un golfo dedicado a la buena vida que les legó una montaña de deudas.
Teresa y Carolina viven con Giselda, la tercera hermana, que ha vuelto a casa después de un matrimonio desgraciado con un hombre de vida ligera que ha terminado por abandonarla. Todos le advirtieron del error de su matrimonio. Giselda regresa plena de resentimiento y de sentido práctico, humillada y convertida en una segunda criada para las hermanas. Otro personaje femenino fundamental en la novela es Niobe, esta sí, criada de la familia, mujer de un impulso sensual efervescente que le dejó varios disgustos por embarazos tempranos en su pueblo natal. Su experiencia desastrosa no le impide mantener un impulso vital optimista y jovial.
El ángel diabólico
Una cuarta hermana, Augusta, vive en la lejana Ancona. Lejana no en sentido físico sino en el mental. Ancona es otro mundo para los florentinos, más habituados a viajar a Roma o a Milán. Augusta, viuda y enferma, tiene un hijo, Remo, que encarga al cuidado de sus hermanas en le lecho de muerte. Después de enterrar a su hermana, las Materassi regresan a Santa Maria a Coverciano con Remo, un bello efebo de catorce años, que provocará una conmoción entre las cuatro mujeres, que irá creciendo hasta un desenlace trágico.
Escrita en 1933, publicada en 1934 (en pleno fascismo italiano), Las hermanas Materassi tiene la apariencia primera de una novela de tono picante, de una tensión sexual creciente, elaborada con una prosa de una riqueza y una belleza extraordinaria, sutil, analítica, precisa. Pero la ironía de Palazzeschi penetra en todos los terrenos que atraviesa la novela. Remo, un ángel diabólico, fascina a todos los que habitan en la casa, salvo a Giselda. Con una gracia inocente, Remo se hace perdonar todos sus fracasos, consigue todos sus caprichos de su vida ociosa a la que se abandona con Palle, su alter ego, su amigo inseparable, un pillo callejero hijo de una vida miserable, una proletaria que vive de la caridad, rechazado por las hermanas, con el que Remo convive, con el que duerme, sin que el apunte de una posible relación homosexual pase de ese detalle.
La nueva vida de las hermanas Materassi
El Remo de Las hermanas Materassi abre la vida de las sorelle, las pasea por Florencia, las lleva a los restaurantes que nunca se han permitido, las lleva a cenar, las pasea por Fiesole, las convierte en estrellas de los grandes espectáculos, las conduce en automóviles veloces. La efervescente alegría se cruza con la decadencia de su negocio.
Como todas las grandes obras literarias, Las hermanas Materassi provoca interpretaciones diversas. Es legítimo ver en la obra una alegoría del fascismo italiano, la fascinación de una burguesía que cambió los valores del trabajo, la familia, y la iglesia, por el espejismo de una vida prometida por la figura arcangélica luciferina de un gran vigor físico, de una energía persuasiva. Hay quien ha visto en Las hermanas Materassi una trasposición de la propia personalidad de Materassi. Teresa y Carolina serían las figuras en las que Palazzeschi despliega la complejidad de su alma para contemplar la convulsión de la irrupción de la belleza en un alma que clausura sus impulsos. Si la primera interpretación, la crítica del fascismo, es latente, la segunda aparece como extraña y lejana.
Gran poeta, hombre de teatro, autor precoz, Aldo Palazzeschi es un nome de plume, un seudónimo. Su apellido era Guirlani. Adoptó el apellido de su abuela materna para no avergonzar a su padre, un comerciante de telas que consideraba un deshonor tener un hijo dedicado a la literatura. Palazzeschi se adhirió al movimiento futurista, pero en Las hermanas Materassi abandona sus postulados estéticos para abrir un camino novelesco nuevo en el panorama de las vanguardias. La novela tuvo una gran influencia en la literatura italiana. Por ejemplo en Pasolini. En Teorema, Pasolini coincide con Palazzeschi en la crítica de la burguesía italiana, y en los esquemas en los que la vida sacude con toda su potencia, sensual y vital, los códigos morales de la sociedad italiana.