Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga supone el regreso de la autora, un año después de su éxito con El bosque sabe tu nombre. Ambas novelas comparten el suspense, la magia y el valor por defender lo propio
Las Urracas
Año 1889, La Rioja. Es en esta región rodeada de los viñedos de la zona donde tiene lugar la historia de Las hijas de la tierra, concretamente en la finca Las Urracas. En Las Urracas reside la familia Veltrán-Belasco, sobre la que se murmura que pesa una maldición. Puede que así sea. En los últimos 20 años han padecido desgracia tras desgracias, desde la muerte de la madre a la decadencia en la producción de vino.
Rafael, Gloria, Teresa y Verónica son los hijos del matrimonio. Cuatro seres muy diferentes que hacen que la novela fluya de manera vertiginosa. Los mellizos Rafael y Gloria son los mayores y mantienen una relación muy estrecha. Sin embargo, su apariencia no se asemeja al resto de las Veltrán-Belasco, cuyo sello de identidad es el cabello rojizo, signo según dicen de ser hijos del demonio.
Su propia identidad
En Las hijas de la tierra, las protagonistas son mujeres, unas mujeres muy valientes, poderosas y que a pesar de sus diferencias son capaces de unirse para salvar aquello que creen que les pertenece.
Cuando los hermanos Veltrán-Belasco quedaron huérfanos fue su tía Ángela la encargada de cuidarlos, pero ésta no les dio amor, sino dolor y frustración porque ella era un ser oscuro y con maldad. Los hermanos tampoco contaron con la ayuda de su padre, que estaba pendiente de sacar a flote el viñedo. Así las cosas, los niños desarrollaran aún más sus identidades y particularidades, algunas de ellas mal vistas en la época.
Rafael, era el varón, el primogénito por lo que había que respetarle, era ley en casa y por supuesto, estaba por encima de las palabras de las mujeres. Gloria, es un ser libre y protector que no buscaba el amor, solo la salvación; por otro lado tenemos a Teresa, una mujer adelantada a su tiempo, con mucho afán de superación y con una extrema inteligencia y por último estaba Verónica, la pequeña de la familia y en la que destacaban sus dotes artísticas. Todos ellos conforman una familia muy diversa y atípica pero que levanta expectación.
El paso del tiempo
En la novela el tiempo trascurre de manera fluida, por lo que los personajes cambian mucho a lo largo de la trama y es ahí donde vas descubriendo más del pasado y del presente y es que en esta historia el pasado tiene mucho que decir.
Tras un giro del destino, Gloria se queda como la encargada del viñedo, su única preocupación es sacarlo adelante para que llegue a tener el éxito del pasado pero los caciques del pueblo no se lo pondrán fácil. Uno de los motivos es el hecho de ser mujer y otro es la creencia de la maldición que tienen, pero ella hará caso omiso a todo y logrará todo aquello que se proponga aunque solo tenga la ayuda de unos pocos. Es en esos momentos cuando ella se da cuenta de que nada es lo que parece y es que hay ocasiones que los enemigos son grandes aliados.
Una buena elección
Tras una novela de tanto éxito como fue El bosque sabe tu nombre, tienes las expectativas muy altas de cómo será la siguiente y a mí no me ha defraudado nada, al revés, ha conseguido que elementos tan dispares como la magia y el suspense aúnen fuerzas para hacer de Las hijas de la tierra otro éxito literario. Alaitz expone en esta novela la lucha de las mujeres en un momento en el que no importaban porque no se las tenía en cuenta.
Durante la lectura de la novela no hay un momento en el que no fluya, no hay información superflua. Al contrario, en su casi 560 páginas la autora nos describe con detalles la trama y la acción de los personajes haciéndote partícipe de la historia. Sin duda, una novela que te atrapa y de la que no puedes escapar. Enhorabuena a la autora, esperando con ansia el siguiente.
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