Las lecciones de escritura de Ernest Hemingway

A propósito de la escritura. Ernest Hemingway. Edición de Larry Phillips. Traducción y epílogo de Clara Pastor. Editorial Elba

En las escuelas de periodismo todavía se enseña aquel consejo de Ernest Hemingway que consiste en limpiar el texto de todo lo superfluo, y luego seguir limpiando para conseguir llegar a esa paradoja estética que asegura que menos es más, que con menos palabras se consigue que las que quedan resuenen en la mente del lector y desplieguen toda su capacidad evocadora. Es el símil del iceberg: lo que no se ve, lo que no está escrito, es quizá más importante que lo evidente. Esta máxima está diseminada por los textos de este tomo que incluye otras muchas lecciones de escritura, de cómo ser escritor, de cómo ejercer el oficio, entrenar el oído y la vista, tratar las palabras.

a propósito de la escritura

Hemingway pensaba que dar lecciones o revelar los secretos del estilo convocaba a la mala suerte. Pero no por eso dejó de hacerlo. Clara Pastor se pregunta en el epílogo si es pertinente seguir leyendo a un escritor que elaboraba su tinta con testosterona. Y la respuesta es sí, un sí rotundo: «fue él quien perfeccionó el método, la concisión de las oraciones y la exclusión de todo aquello que no fuera necesario». Se convirtió en un modelo a seguir.

En una conversación revelada por Juan Carlos Onetti, el uruguayo recordaba un diálogo en San Francisco con Mario Vargas Llosa. Se trataba sobre la disciplina de la escritura: «yo me tomo la escritura como si fuera una amante», le dijo Onetti, «para ti se trata de un matrimonio». Mario, dice Onetti, no se ofendió. Onetti escribía cuando se lo pedía el cuerpo. La de Vargas Llosa fue siempre una disciplina espartana, con sus horarios y su aislamiento de todo lo demás. La anécdota la relató el autor de El pozo en una de aquellas entrevistas, hoy legendarias reliquias de Youtube, que hizo Soler Serrano para TVE.

Hemingway no encaja en ninguna de esas categorías. Para el americano, la escritura es más bien un combate solitario, un ejercicio de lucha libre consigo mismo. Cada vez que escribe, vuelve a la desolación de la habitación de hotel en la que empezó su escritura: «dile a todo el mundo que vives en un hotel y alójate en otro. Cuando te encuentren, múdate a otro país. Cuando te localicen en ese país, vuelve a cambiar de sitio. Trabaja cada día hasta que estés tan reventado que el único ejercicio al que puedas enfrentarte sea leer el periódico». Esto es lo que aconseja en 1939 en una carta a Thomas Sevlin. Años más tarde, el 1954, reconoce que siente vergüenza cuando se deja llevar por las distracciones y no consigue escribir, una actividad que describe como un acto brutal, de entrega absoluta, de una soledad radical.

Un escritor sensible y poético

Esta forma de ser ante la página en blanco contribuirá sin duda a reforzar esa leyenda de cazador solitario en un bosque de alta montaña, o de pescador de altura en medio de una tormenta, que es la imagen primera que se tiene de Hemingway, un escritor hormonado y aficionado al alcohol. Quien no lo haya leído debería apartar esa primera impresión para sumergirse en sus textos y percibir la fina sensibilidad, la poesía que habitaba en su escritura, y el cuidado exquisito por la palabra.

Este cuento Allá en Michigan, que grabamos en FANFAN es una buena muestra de la complejidad sutil de este gran escritor. Fue seleccionado por Richard Ford para su Antología del cuento americano. Como escribe Clara Pastor, «su aparente sencillez es el resultado de una prosa altamente depurada, como la buena poesía, y ese «habla común» es en realidad un discurso altamente estilizado». Todo eso era el producto de una pelea sin cuartel.

Los fragmentos recogidos en este tomo proceden en su mayor parte de las cartas escritas por Hemingway. En estos párrafos, entresacados de misivas, hay consejos de escritor pero también de lector. Hay juicios sobre escritores («Turguéniev para mi es el escritor más grande que ha existido») y consideraciones sobre la obra de Faulkner, de Joyce, de Ezra Pound, de Chéjov, Tolstói o Dostoievski: «¿Cómo puede ser que un hombre escriba tan mal, tan increíblemente mal, y que te haga sentir tan profundamente?»

Mar del Val
Mar del Val
Lectora desde la tierna infancia, aprecio el arte en los relatos y también la honestidad. Cautivar al lector con trampas es una tarea compleja, por eso una se siente un detective en el ejercicio de desentrañar los trucos retóricos, los falsos espejos, los fondos de ilusionista de novelistas y cuentistas. Creo que el público con el tiempo se ha hecho crédulo y poco crítico. No estamos en la vida para ser amables, aunque a nadie le amarga un dulce.

Read more

Otras historias en FANFAN