Las listas del pasado. Julie Hayden. Traducción de Inés Garland. Prólogo de Kirk Walsh. Editorial Muñeca Infinita.
Quizá todos somos como esos seres que pueblan Las listas del pasado, estos cuentos de Julie Hayden, que hacen listas de las tareas pendientes, que dibujan el futuro inmediato sin anotar nunca la posibilidad de la muerte, tan cercana, tan sutil e inesperada. Ni siquiera en condiciones extremas. Algunos de los cuentos de Hayden recuerdan a esos condenados a muerte que en la víspera de su ejecución hacen sus tareas cotidianas con una rotunda dignidad, como si el final de la vida no tuviera la fuerza necesaria como para interrumpir el orden de las cosas, una cama bien hecha, los libros en su sitio, los dientes lavados y las zapatillas al borde de la cama.
Julie Hayden es autora de un solo libro, este Las listas del pasado. Fue publicado hace treinta y seis años por The Viking Press. Diez de los cuentos que reúne este tomo aparecieron en The New Yorker, la revista en la que Hayden trabajó durante dieciséis años. Kirk Walsh cuenta todo esto en un prólogo imprescindible, que el lector no se debe saltar. Estamos ante una autora enigmática, tímida hasta la enfermedad, de vida interior intensa, a la que la existencia cotidiana le resultaba de una aspereza abrasiva. Walsh descubrió a Hayden a través de un podcast de Lorrie Moore. Nosotros en Fanfan esperamos que este milagro se repita. Por eso hemos grabado el cuento más importante de este tomo deslumbrante.
Hay detalles biográficos que son muy relevantes a la hora de analizar los cuentos de Hayden. La escritora era hija de de la poeta Phyllis McGinley, premio Pulitzer. Hayden tuvo una vida trágica. Sufrió fobias desde niña. Entre ellas, fobia a las alturas, a los ascensores, a las escaleras mecánicas. Tenía una pasión por la vida de los pájaros. Los cuentos de Hayden están llenos de referencias a la vida de las aves, y a nombres de aves. Uno puede hacer el ejercicio de anotar todas las que cita. Son innumerables, y muchas de ellas desconocidas. Llegó a clasificar en sus cuadernos más de seiscientos tipos de pájaros. Para Hayden el trabajo en The New Yorker era una forma perfecta de poder dedicarse a lo que le gustaba, que era escribir ficción. Escribía siempre, a todas las horas, en libretas de espiral, según relata su hermana.
En los cuentos de Hayden hay dos presencias continuas: la pérdida imborrable en el alma de los seres humanos, y la belleza de la naturaleza. Ambas dos líneas son contínuas en los cuentos, y se van entretejiendo en todas las narraciones. Luego hay muchos detalles que saltan de un cuento a otro, como si hubiera un hilvanado de recursos o de situaciones, o de guiños entre unos relatos y otros. Por ejemplo cuando alma y cuerpo hablan y dicen cosas que no coinciden.
El lector tiene una impresión fuerte de deslumbramiento, sin llegar a saber con certeza de dónde viene o qué es lo que la provoca. Los relatos avanzan en frases cortas que encierran sentimientos complejos, mientras a su alrededor se despliega la belleza milagrosa y diversa de lo natural. Como en Ratas bebé de un día de vida, el cuento que hemos elegido para nuestra serie de Cuentos únicos. Una mujer sale de casa. Va camino de una fiesta. En el recorrido se mezclan al menos tres tiempos, tres momentos de su vida en los que aparece el amor, la muerte, y la religión.
Cuando publicó Las listas del pasado la crítica alabó sus cuentos. En especial el suplemento literario de The New York Times. Sufrió un cáncer de mama. Se refugió en el alcohol, y esa adicción aceleró su muerte. Falleció en 1981. Tenía apenas 42 años.
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