Los aranceles de mi corazón

A medida que me hago grande, más me divierten las explosiones de júbilo o llanto que provocan los protagonistas de la actualidad política, cuando el candidato ganador deshoja la margarita del triunfo y muestra la arrugada flor de la realidad a sus votantes y a sus queridos enemigos.

Lo gracioso, por no llorar­, es que antes de acceder a las arcas del templo, los candidatos se transforman en trovadores de elegías épicas que enardecen los corazones de sus fieles e invita a sus contrarios al pasmo y al desdén, como si nadie tuviera memoria más allá de cuatro años pero todos quisieran tener razón. Pero, ayayay, cuando por fin descorre el velo del templo cual sacerdote levítico, el relato visionario se desinfla, la música se corta, se encienden las luces y se da paso a intenciones menos poéticas, las que no se cuentan en campaña.

Además, tras el consumo del último escándalo hay que servir, oportunamente, otro para que los lectores, electores y sufridores feligreses de cada bando no se queden sin su dosis de escandalera. Y esta vez, y durante bastante tiempo, serán los dichosos aranceles, como si nadie supiese quién ni supiese qué es América del Norte con su Trump, su Biden, su Obama, su Bush y sus cosas referentes a las ganancias del dólar y sus duelos en Ok Corral.

¿Qué demuestra esto? En primer lugar, que casi nadie leyó a Cervantes en el bachillerato, aunque diga que sí para no pasar por burro. Porque don Miguel, entre otros, describe una España llena de aranceles. No hay más que asomarse a Rinconete y Cortadillo para advertir que había tasas e impuestos, incluso entre ladrones, y que para robar como Dios manda en Sevilla había que pagar un ‘almojarifazgo’; es decir, un impuesto al mandamás del lumpen hispalense, don Monipodio, el padrino en Triana, a modo de diezmo para exequias por las almas de los chorizos que estaban a su servicio. Porque mangar, mangaban, pero con fe…

Como comprobarán los lectores, los aranceles ya estaban hace tiempo inventados. Otra cosa es que éstos sean más o menos abusivos, tal y como hace todo imperio con sus colonias, su especias, sus importaciones y exportaciones; y ahí sí se puede comprobar la avaricia de un Estado construido sobre una pirámide visionaria, o sobre la punta de una hoz y un martillo, desde que China se metió a prestamista, como usurero global e inmisericorde.

En fin, no saben lo que se pierden eludiendo a Cervantes y todo lo que aprenderían del mundo actual, sin tanto arrebato de sorpresa. Ahí les dejo con la recomendación literaria. En cuanto a los aranceles de ahora, con el épico “América primero” de Trump, no tengo más remedio que reconocerles una inquietud; porque la guerra no empieza cuando lo dice el telediario, sino cuando alguien grita a viva voz este tipo de consignas. Mientras tanto, entre bambalinas, se construyen tambores, uniformes, botas, chapas con el nombre de Ryan y se hacen maniobras que, de repente, tornan en zafarrancho de combate frente a la puerta de casa… y se encargan muchos ataúdes.

En cualquier caso, y ahora que caen todos del guindo arancelario, seguramente porque no han pisado un muelle extranjero en su vida, yo “voy a hablar de mi libro” para invitarles, como siempre, a la reflexión y a que saquen sus propias conclusiones. Porque, a ver, ¿quién no tiene aranceles invisibles, indetectables, convenidos en su propio corazón, a modo de cerrojazo afectivo? A lo peor, descubrimos que nos hemos hecho un poco caros para las personas que se nos acercan. Y, a lo peor todavía, descubrimos que también decimos más bajito “yo primero y nadie más” y que nuestro dios no es el dólar o el euro, sino un ego inmenso, con el que sólo comulgamos nosotros y los contactos que puedan procurar refuerzo arancelario a ese Narciso descomunal, ensimismado en el espejo del río.

Imagínense un momento diciéndose “yo primero…”, antes que nadie. ¿No les parece un poco ridículo, un poco mal educado y un poco egocéntrico? Si todos nos condujéramos así en el ámbito de lo público, con nuestro pechito, nuestro gigantesco Cadillac y nuestro “yo, por delante”, “porque lo digo yo…”, “no es mi problema…”, ¿cómo se podría coger un coche tranquilo, esperar en silencio la cola del supermercado, o subir al minibús del Sacromonte sin que lo pisen a uno los zapatos de terciopelo?

Si todos vamos primero como América, ¿quién se queda a levantar a los últimos pisoteados, a los cojos con bastón, a los desgraciados a los que les han montado una guerra en el jardín, a los que arruinan con aranceles y deuda? Y hablando de guerra, ¿dirían igual de alto un “yo primero”, o harían un tímido mutis por el foro para que los últimos de siempre sean los primeros en caer?

Podríamos seguir con más ejemplos, pero el más cercano y diario es el de la incapacidad alarmante de empatía en la convivencia; el cerrojazo del alma al vecino, del que no sabemos nada: si murió su madre, si se encuentra solo, si se encuentra bien…, si ha sido pisoteado por una horda de occidentales que gritaban “¡yo primero!” para recoger las entradas de la Alhambra…

En fin, disculpen los localismos y mi pecaminoso ‘buenismo’; porque intentar ser bueno tampoco se lleva ahora…; pero yo recuerdo, o quizá no era consciente con esta cabeza que tengo…, pero sí, sí recuerdo un país más pausado, en el que cedieron un poco todos los protagonistas, se callaron sus rotundas razones, bajaron los odios arancelarios y construyeron aquí, no en ultramar, una nueva España. Y, de paso, también sé qué sucede con la ropa cuando se estira demasiado de los extremos, en nombre de un “yo primero”, “yo lo vi antes”, “yo tengo más derecho…”. Por supuesto, me estoy refiriendo a las rebajas. No vayan a pensar en otra cosa. Y léanme a Cervantes, que engrandece el alma y, además, es muy gracioso.

Read more

Otras historias en FANFAN

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Verificado por MonsterInsights