‘Los descalzos’, la poesía completa de Irazoki

Los descalzos. Poesía completa (1976-2023) Francisco Javier Irazoki. Poesía Hiperión

Desde París me llega, adelantada a la Epifanía, o día de Reyes, el oro, el incienso y la mirra de la poesía de Francisco Javier Irazoki. Mi hija recoge del buzón un sobre acolchado y mullido, «lo han metido a presión», me dice. «Un poeta japonés te manda su obra completa», añade. Se lo cuenta a Irazoki a través de un mensaje privado en la red, y me contesta que su propia hija regresaba del colegio cansada de que la confundieran con una emigrante nipona.

irazoki

Todos caben en esta casa de palabras que ha construido durante cuarenta y tres años y en la que sus lectores buscamos ese «refugio» al que alude el autor en una dedicatoria escrita con caligrafía rectangular cursiva, de letras alineadas como en una partitura. Irazoki ha puesto fin a sus publicaciones poéticas, que no a la poesía, en la que habita, quizá desde antes de ese julio de 1976 en el que escribe Ya ves: «El amor es todavía un escándalo (al menos a este lado del paraíso).» Pero el acto fundacional de su casa de palabras será Habitación 306, versos con los que busca debilitar la muerte que se llevó a su hermana Nica: «no entiendo cómo no han prohibido morir a los 25 años y han dejado al hombre mudo ante el eco impenetrable de los días»

Aquí están, agrupados y ordenados, Árgoma, Desiertos para Hades, La miniatura infinita, Retrato de un hilo, Los hombres intermitentes, La nota rota, Orquesta de desaparecidos, Un poema suelto, Ciento noventa espejos, El contador de gotas, y el último de sus libros, Música incinerada, que es para este lector el comienzo de este libro que descansa en la mesilla de noche, para ser breviario en la madrugada y última lectura en la noche.

La palabra refugio que el autor escribe en la primera página es la que mejor define esta obra: casa en la que guarecerse del frío de la vida, de la intransigencia, de la violencia, del fracaso, de la decepción, de la soberbia, de los nacionalismos, de las extranjerías. Es una casa llena de habitantes exóticos, y mecida siempre por la música: Bach, John Coltrane, Miles Davis, músicas del Renacimiento, o melodías africanas,. La música, «un puente que disuelve orfandades». Irazoki está siempre abierto a la epifanía del milagro.

En Música incinerada regresa una y otra vez a los temas centrales de su obra, pero encuentra siempre un nuevo hallazgo, una nueva idea que añadir al gran mosaico de su obra, la de un escritor que se fija en lo ínfimo para encontrar lo universal: las hormigas que se afanan en sus tiestos de geranios desde por la mañana, forman parte del mismo cosmos que habitamos, trabajan en el mismo misterio.

Pueblan su poesía los descalzos, ese músico callejero, virtuoso, que descubre en la explanada del Centro Pompidou, de «pureza benigna. Desdeñaba las sectas. Ante mí nunca negó el trato cordial al disidente». O el Joaquín Laín, que llegó a su pueblo, Lesaka, en un grupo de prisioneros, anarquistas vencidos en la Guerra Civil: «para él, herir a otros era rodar hacia una sima». Evoca sus conversaciones, en las que «de la boca de Joaquín salían unas brújulas: sus palabras descalzas». Evoca Irazoki la infancia, o el rastro en París de Francisco Javier: «cinco siglos más tarde, recojo las huellas del hombre que continúa viajando con mi nombre». Rebelde, sí. Pero en su Manual de rebeliones anima a «descubrir alimento en la palabra del discrepante. Atado a mi materia efímera, desobedecer a la angustia».

Recuerda a la madre campesina que aconsejaba a los niños pedir poco, porque los Reyes tienen el encargo de ayudar a muchos niños. Yo no pedí nada, y me trajeron este tesoro de formas en verso y prosas, todas animadas por una poesía que es una casa en la que cabe el milagro de lo humano, de la cordialidad y del asombro, y en la que sobra todo lo demás. Bendito Irazoki, ese poeta japonés.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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