Los vencejos, de Aramburu, la novela de los desorientados

Los vencejos. Fernando Aramburu.  Tusquets 698 páginas.

Fernando Aramburu hace en Los Vencejos una crítica feroz de la España actual. El autor de Patria dispara contra todo, con la libertad que da haber triunfado en 35 idiomas, residir en Alemania y no tener que vivir de ningún pesebre. Qué envidia. Es la novela de Aramburu  irónica y mordaz, en muchos momentos hilarante, escrita como el repaso de la vida de un desorientado varón de mediana edad.

vencejos

El protagonista de Los vencejos está cansado. Me cansan muchas cosas escribe, particularmente el roce diario con gente que no me interesa”. Cree que lo importante ya lo ha vivido y que no merece la pena seguir en este mundo. Por eso decide poner fin a su vida dentro de 365 días. En el año que media entre su decisión y su muerte escribe una anotación cada día. No omite los pasajes más sórdidos ni escabrosos, aunque no le hagan quedar  bien.  El resultado es la vida de un producto de los años sesenta: el varón criado y mimado por una madre de la época como rey y señor de la casa, que se da de bruces con una realidad completamente distinta de aquella para la que fue educado. Porque estos varones se han casado, y a veces divorciado, con una generación de mujeres a las que también se engañó. Se les prometió que llegarían a todo, a ser madres amorosas, amantes esposas y mujeres con carrera. ¡Pero Ay! Todo era mentira.

El protagonista de la novela es un tipo políticamente incorrecto hasta el extremo, pero a mí, que quieren que les diga, me ha caído en gracia. La novela es muy divertida, sobre todo los dos primeros tercios, porque hacia el final que decae un poco. Hable de lo que hable  el protagonista y su único amigo sueltan perlas que harán correr ríos de tinta a medida que el público la vaya leyendo. Esto dice, por ejemplo, al hablar de su hijo y de su generación: “Aunque tarde, ahí ha aparecido con sus andares desgarbados, la cara hinchada y esa tez pálida suya de siempre, como si estuviera enfermo, no durmiese lo suficiente y le faltaran vitaminas. No lee libros, no aprende un oficio, no practica ningún deporte. En mi juventud, a este tipo de chavales los espabilaban en el cuartel. Suprimido en España el Servicio Militar obligatorio y a menudo como en nuestro caso, sin un padre ejemplar en casa, ya no hay forma de enseñarles puntualidad, disciplina, orden, obediencia espíritu de superación, fortaleza de carácter…, hombría. Arrastran todo un cansancio crónico, se atiborran de azúcar e hidratos de carbono, son lentos. Trabajo con adolescentes. Sé de lo que hablo”. Cuando no reconoce sin ambages que odia a su hijo “porque habría que ser de piedra o hielo para no odiarte”.

Al hablar de una amiga a la que recuerda con afecto dice: “Hoy se ha sumado a la corriente feminista y publica unos artículos bastante feroces en los que cuestiona, incluso ataca, la maternidad y sus consecuencias, en la cual ve una condena de la naturaleza cuyo ejecutor y verdugo es el varón o al menos un determinado tipo de varones”.  Su amigo Patachula le contesta en un tono igualmente faltón: El problema de esta señora, como el de tantas otras de su calaña es que escribe mal, es fea, no tiene un puto pensamiento propio y lo sabe. Por eso se agrega al coro de grillos que cantan a la luna a ver si opinando en grupo, su mediocridad pasa inadvertida”.  A ver quién lo mejora.

Sobre la insistencia machacona de parte de la sociedad española de rememorar la guerra del 36 afirma.La Guerra Civil española a ochenta años de distancia, y a cuarenta de la instauración de la democracia, me parece una mota de espuma en el río de los siglos. En cuanto oigo a un pelma tráela a colación miro para otro lado.

Tampoco los medios de comunicación se salvan de sus críticas feroces. Ya sea cuando se comportan como carroñeros dedicando horas y días a una tragedia, como cuando ironiza hablando de un tipo de locutora que florece en los medios españoles: “Raspando la superficie de su cultura general no tarda en aflorar la ceporrilla que oculta detrás del rostro maquillado con esmero. La falta de conocimientos en tantas materias no le impide adoptar un aire de mujer cultivada en su programa radiofónico, ahora bien, a poco que uno preste atención a sus intervenciones comprobará que más allá del encanto que les pone y de la buena voz, ella se limitar a formular preguntas …. Los oyentes jamás la oirán disertar a fondo sobre un tema que requiera investigación y estudios”. Unas páginas antes, hace referencia al distinto trato al que su radiofónica y snob exmujer dispensa a un político de Podemos y a otro del PP. Y no se llamen a engaño, el protagonista es de izquierdas, aunque, no todo el rato…

Sobre la gauche divine, afirma: “Cumplimos todos los requisitos exigidos para llevar un tren de vida burgués y profesamos ideas progresistas que cuestionan en parte) nuestros hábitos, lo que nos permite practicarlos sin mala conciencia”. La violencia doméstica, la sororidad legal contra el varón, la situación política española, la nueva ultraderecha, nada escapa a su crítica. Al acudir al colegio electoral para votar, el protagonista mete la papeleta a boleo, sin mirar cual ha cogido. Todos le producen la misma náusea: “Ahora todos se rozan contra todos y todos chapotean en un lodazal inmundo de intereses personales, moral laxa, negocios turbios, narcisismo y mediocridad. Hoy todos requieren ser pequeños y populares. En nuestros días lo que prevalece es la condición rastrera y la fría viscosidad de las babosas. Yo mismo, papá, si no estuviese tan cansado, tan fatal y definitivamente cansado, podría hacer carrera política en estos tiempos. Reúno todos los requisitos puesto que no descuello en nada ni creo en nada.”

Rodeando toda esta incorrección política está la vida de una familia media, como tantas otras. En los años en los que creció el protagonista, la vida era así, como él la retrata: los padres mandaban y la mujer y los hijos obedecían. Se acosaba a los débiles en los patios de los colegios y las niñas eran estudiosas, muchas veces más por miedo que por otra cosa.  Al convertirse en padres quisieron huir del modelo que tuvieron en su infancia para descubrir que lo contrario tampoco valía.  Por eso hay que ser indulgentes con el desorientado protagonista, con sus vicios depravados, que los tiene, sus ideas machistas  y su indolencia.

Aramburu que ha escrito una gran novela, tiene además otro mérito.  Escribe desde Alemania, como si estuviera en España. Toni, su protagonista, recorre Madrid con su perra Pepa, y la ciudad es un personaje más, con sus bares, sus parques y sus mercados. Por el conocimiento que despliega el autor de la actualidad, la política y los medios de comunicación da la impresión de que nunca se hubiera marchado de esta España, país del que dice: “Nací y he vivido en un país chabacano”.

 De verdad, no hagan caso de quienes dicen que el protagonista es un mal tipo. Léanla y juzguen por sí mismos.

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Marianne Échiré
Marianne Échiré
'Gourmet' y 'gourmande', adoro cocinar y disfrutar de la buena mesa, sobre todo en compañía. Soy exigente y quiero pensar que también justa en mis críticas. Y sé que hasta del más humilde tengo algo que aprender.

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