Opus. Ingeniería financiera, manipulación de personas, y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia Católica. Gareth Gore. Traducción de Efrén del Valle. Editorial Crítica
Gareth Gore es un periodista con experiencia en la investigación del mundo financiero. Su libro sobre el Opus Dei parte de sus pesquisas sobre la quiebra del Banco Popular en junio de 2017. Gore ha buceado en los archivos del banco, custodiados ahora por su nuevo propietario, el Banco Santander, que compró la entidad por un euro. En algún momento de su recorrido, el periodista decidió abordar una biografía del que había sido su presidente, Juan Valls-Taberner. Con ese pretexto se presentó en casa de su hermano Javier y pidió información en la Prelatura. El resultado, sin embargo, nada tiene que ver con el propósito manifiesto. Opus es una obra escrita con inquina, que contiene graves acusaciones contra Valls-Taberner y contra el Opus Dei, con escaso rigor en el fondo de las cuestiones que plantea, y con inexactitudes en el paisaje en el que inserta esta historia.
En su ronda por los medios de comunicación para promocionar Opus, Gareth Gore ha dejado algunas afirmaciones llamativas. Por ejemplo, ha dicho que en España es un tabú criticar la Obra de Escrivá de Balaguer. Ignoro de dónde saca esa impresión, porque cualquier conocedor del tema puede esgrimir una lista de obras que integran toda una tradición de crítica, empezando por el célebre La prodigiosa aventura del Opus Dei, de Ynfante, publicada por Ruedo Ibérico.
Los zarandeos y ganchos contra la Obra son más bien un clásico en España, y a esa bibliografía se suman nuevas obras, con una frecuencia de un título cada dos o tres años. Tanto es así que Gore se apunta a esa corriente y asume los principios básicos de esa mirada crítica sin cuestionar ni uno solo. Estos son: la búsqueda del poder y el afán de dinero, la fe como una cuestión secundaria, la agresividad en el proselitismo, la ambición por ocupar puestos con capacidad de influencia, el secretismo y una estructura sectaria, propia de una milicia, en la que las mujeres que ocupan el escalón inferior son tratadas como los empleados de una hacienda tabaquera en la Cuba hispana. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Las mismas viejas leyendas que atribuyen al Opus una tradición de conspiraciones y afán de poder, primero con Franco, ahora con Trump, siempre según Gore. Entre lo que aporta Gore podemos decir que ha hecho algunas indagaciones sobre la quiebra del Popular, ha añadido sus conversaciones con Javier Valls-Taberner, y ha compuesto el resto del paisaje de este libro de más de cuatrocientas páginas con los elementos clásicos de la crítica contra la Obra. Por supuesto que no se ha molestado en visitar las universidades de la Obra, o los colegios de formación profesional en barrios obreros o las misiones de su obra social. Todo eso le habría estropeado el libro.
Las acusaciones y su respuesta
El núcleo de su libro, la novedad, es la acusación contra el que fuera presidente del Banco Popular, de haber utilizado el banco para su beneficio propio, y para desviar fondos hacia fundaciones dirigidas por el Opus Dei. Acusaciones graves, deslizadas en el libro en términos sutiles y sin apoyo documental, y desmentidas con rotundidad por el portavoz de esas fundaciones. Yago de la Cierva trató con Gareth Gore cuando preparaba el libro. Y pone un ejemplo: «cuando vino a vernos le dijimos que las fundaciones gestionaron, en los 50 años de existencia, 765 millones de euros, y los desglosamos en créditos (dos tercios de esa cantidad), que conforme se iban devolviendo se prestaban de nuevo, y en ayudas a fondo perdido (un tercio). Se ve que su imaginación es difícil de embridar porque primero escribió “miles de millones”, y últimamente parece que le ha quitado un cero pero sigue hablando de cifras ilusorias. La verdad es más simple y más tozuda: son 765 millones, ni uno más ni uno menos«.
Gore adolece de rigor en detalles «de paisaje» del libro, pero que se refieren a acontecimientos históricos relevantes. Cuando habla (pág. 65) de la situación política en la España de 1934, dice que «el ejército sofocó brutalmente una revuelta popular en Cataluña y una huelga minera en Asturias». Denominar en esos términos a la proclamación del Estat Catalá y la revolución de Asturias en octubre de ese año es desenfocar una realidad de la historia con fines ideológicos. Más adelante, Gore afirma que el Papa Woytila mandó callar en 1983 a los feligreses que asistían a una misa en Managua, mientras gritaban «paz, paz». El error es colosal, porque se trata de la misa que el Frente Sandinista quiso boicotear con una brigada de militantes que ocuparon las primeras filas para impedir que la palabra del Papa llegara hasta los católicos que asistían a la ceremonia. El Papa tuvo que gritar, sí, pero para que le escucharan los del fondo. Los errores de Gore alcanzan la comicidad cuando afrima (página 114) que el Opus Dei tenía «seis mil personas en seis continentes».
Semántica del rencor
Gore demuestra continuamente la parcialidad de su visión. Ese tic constante se rastrea en un texto en el que, cuando el Opus Dei trabaja, Gore escribe que «se infiltra», cuando busca fondos para sus colegios o escuelas de formación profesional, «busca personas a las que estafar», cuando establece el horario de sus numerarios intenta «que no tengan ni un minuto para pensar», y cuando se abre con transparencia a los periodistas curiosos que insan sobre El Código da Vinci, se comporta según Gore con astucia calculada. Quizá ha sido ese rencor, esa hostilidad, la que llevó a Gore a no preguntar en el Opus Dei sobre las acusaciones que hace en su libro. Al texto le falta la versión del Opus. Y le sobra la manifiesta mano peluda que asoma en el último párrafo del libro, cuando afirma que «si Francisco fallece antes de que se produzca una reforma real – y si su sucesor se muestra poco dispuesto o incapaz de continuar su iniciativa-. el Opus Dei saldrá vigorizado y desafiante de su experiencia cercana a la muerte. Revitalizado y respaldado por su ejército de donantes, el movimiento seguirá adelante con sus planes de recristianizar el planeta, tanto si eso es lo que la gente quiere como si no». Gore, por tanto, hace una llamada para «rematar» a la Obra, y que no se desaproveche esta oportunidad. Para dejarlo más claro, añade un redoble final. «dada la inespetada victoria de sus partidarios en la cuestión del aborto, es muy posible que el Opus Dei y sus simpatizantes cosechen victorias igualmente devastadoras…». Afirmar que los dos motu proprio de Francisco en los que ha anulado la prelatura personal del Opus Dei le han puesto en situación de agonía es no conocer ni la naturaleza del Opus ni a las personas que lo integran. La tinta del libro de Gore tiene los mismos componentes que algunos de los más insidiosos panfletos que se han escrito contra la Obra.
Dibujada como una secta ávida de dinero y poder, pintada como un ejército de personas que obedecen sin pensar, el libro de Gore es un camuflaje de la verdad porque ha vuelto a caer en la caricatura, en la deformación, a través de algunas mentiras flagrantes y de muchas medias verdades a las que les falta una parte sustancial para alcanzar el estatuto de verdad. Quien conozca los ámbitos donde se desarrolla la vida del Opus Dei, y yo, sin ser miembro de la Obra, los conozco y he experimentado la libertad con la que viven sus asociados, no puede más que sentir un rechazo honesto hacia este texto, una obra fallida, desconectada de la realidad, desenfocada, y profundamente injusta con Luis Valls-Taberner, persona coherente que vivió al servicio de la fe y del bien de las personas. Utilizar a una persona muerta para convertirla en munición contra la Obra es quizá la peor infamia que contiene este libro.