Panettone gallego, mejillones ahumados, y otras sorpresas de Madrid Fusión

Lucía No nació en una pastelería de Bergondo. Esa es quizá la razón de que siempre sonría. Si yo hubiera nacido entre el aroma de bollos suizos, trenzas y jesuitas, que son unos pasteles hojaldrados, sin rumor de sotanas, también tendría esa sonrisa permanente y esa mirada de atreverse con todo, que desmiente la leyenda del pesimismo gallego. Lucía No dijo que sí al pastel de su vida, estudió hostelería y hace unos años, en el 2021, se fue a Milán a para apropiarse del arte del panettone y hacerlo suyo. Un año después se presentó al Concurso de Mejor artesano pastelero Ibérica 2022. Lo celebraron en Murcia. Quedó primera en la categoría de panettones con chocolate.

En aquel concurso tuvo que presentar una versión propia y regional del panettone, y presentó uno mojado con Estrella del Camino, y compuesto con castañas, miel y aromas de la marca Orballo. En una pequeña mesa de Saborea España Lucía ha puesto sus pasteles. Para posar, elige uno colosal, de chocolate. Lleva frambuesa y pistacho y el aire de los alveolos es de la Ría de Betanzos y el celofán está sellado con la marca de San Isidro Bakery, el obrador donde nació la muchacha, y donde parece querer pasar el resto de vida. Tiemble Italia. Las obras de Lucía No son deliciosas. Les recomiendo empezar por el panettone clásico, que ganó el bronce en aquella competición de pasteleros, sigan por el de castañas y terminen con el de chocolate, si es que pueden decir en algún momento que han terminado. Ante el elogio Lucía se ríe, como si ya supiera que son escasas las palabras para describir algo tan exquisito. La casa de Lucia tiene tienda online por si quieren ponerle a la vida esa chispa que tiene la chica No y que muestra cada vez que alguien le da un pellizco al panettone, que es un pastel que se come así, arrancando trozos de masa ligera y sabrosa.

Al lado de Lucía, un pequeño mostrador abría el mar de Rianxo, con xoubas diminutas en aceite de oliva, que se deshacen en la boca con una elegante finura. A Conserveira es una marca que busca la excelencia del producto: cocochas de merluza de pincho de Burela, pulpo de las rías gallegas, ventresca de bonito del norte. Aquí manda la tradición, pero también la innovación. Porque lo más sorprendente de lo que ofrece A Conserveira son los mejillones ahumados, abiertos y sometidos a una ración de hoguera de leña que añade al molusco un perfume terrenal.

panettone gallego

Y las navajas de A Conserveira. «No son longueirones» dice Diego, el artífice de esta marca que también distribuye a través de su tienda online. Con las navajas algo singular: emulsionan el agua y la gelatina de la conserva con aceite de oliva y un aroma de corteza de limón, y lo vuelcan sobre la lata abierta de par en par. Con ese aderezo, la navaja se convierte en un bocado de alta gastronomía. Es sencillo, y cualquiera lo puede hacer en casa con uno de esos simples artilugios batidores que usamos para las pequeñas obras de arte de nuestra cocina.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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