Sobre el arte moderno. Paul Klee. Editorial Elba
En el inicio de este ensayo, Paul Klee reconoce que el pintor habla por su obra, que es la obra la que se debe expresar. Usar las palabras para dar razón de la pintura, equivale a desplazar el foco de atención, favorecer el contenido por encima de la forma, que queda desplazada. El ensayo de Klee obedece a la certeza de que el arte moderno se ha desconectado del público. Y el pintor ofrece una explicación de los procesos creativos que acontecen en la mente del artista hasta la gestación de la obra. «Trataré de darles un atisbo de cómo es el taller del pintor, y creo que entonces llegaremos a entendernos», asegura.
El lego y el artista
Paul Klee busca ese terreno común que debe existir entre «el lego y el artista, en el que ambos puedan encontrarse y donde el artista no les parezca un ser completamente aparte». Un ser que solo tiene la ventaja existencial de tener el don de la expresión creativa que le libera, y que por tanto, añade, es más feliz que quien no tiene esos medios. El artista es como un árbol, un ser que recoge lo que le llega de las profundidades y lo transmite. Simplemente un canal.
Paul Klee detalla los tres principios de la pintura: la medida (la línea), el valor tonal (la luminosidad) y el color (la calidad). El arte de dibujar, recuerda, es el arte de omitir. Colores primarios y complementarios se seleccionan con formas de relaciones que análogas «a la idea de melodía y tema del pensamiento musical». Klee abre, en efecto su estudio para darnos atisbos y pistas de sus códigos, de su gramática: «cada formación, cada combinación, tendrá su expresividad estructural, cada figura su cara, sus rasgos». El estilo debe tener su propia fuerza, alzarse, abrazar la vida misma, triunfar sobre la gravedad y hacerse «uno con el universo». He ahí unas de las grandes claves para entender la pintura de Klee.
Un texto para una exposición
El texto tiene una profundidad filosófica. Se pregunta por la naturaleza de la libertad del artista, capaz de representar «lo que la naturaleza era, será o podría ser en otra estrella (de lo que quizá tengamos evidencia un día)». Una libertad que permite al artista penetrar en la matriz de la naturaleza, «en el origen de la creación, donde se halla custodiada la llave secreta de todo». El libro termina con un lamento, con el mismo que da sentido al texto. El artista busca la totalidad, no la tiene: «aún carecemos del poder absoluto, porque: el pueblo no está con nosotros»
Paul Klee preparó este texto para una exposición en el Kuntsverein de Jena, en 1924. Por entonces llevaba cuatro años como profesor en la Bauhaus, dirigida por Walter Gropius. Herbert Read escribió en 1948 que este texto es «la declaración más profunda y esclarecedora de las bases estéticas sobre las que se fundamenta el arte moderno». Klee era un gran lector de filosofía y sobresalía en el arte de la música. Ejemplos y referencias le dan a este texto una profundidad de perspectiva compleja y contribuyen a entender una obra de arte deslumbrante, de uno de los artistas más singulares del siglo XX, por su estética, por los caminos que transitó. Klee formó parte del grupo El jinete azul junto a Kandinsky, Macke o Von Jawlensky. Un viaje a Túnez le hizo descubrir el color. Murió en Suiza en 1940, donde vivía exiliado después de abandonar la Alemania nazi, y de la declaración oficial de su arte como degenerado.
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