Pérez Siquier, el cazador de imágenes

Maestro del blanco y negro, pionero del color

Retrospectiva de Pérez Siquier en la Fundación Mapfre. Madrid

Un cazador. Era banquero y dejó la caja, los balances y el arqueo de la contabilidad para dedicarse a su pasión: la fotografía. La descubrió en las calles de La Chanca, el barrio de Almería que cuelga de la Alcazaba. Eran los años 50. Finales de la década. Pérez Siquier se adelantó a la curiosidad de Goytisolo, que publicó su novela/reportaje en París en el año 62. En España no se publicaría hasta veinte años después, en 1981. A Goytisolo le declararon persona non grata por aquel relato de las condiciones  infrahumanas en las que vivía aquella gente. Nada especial esa declaración si tenemos en cuenta que un alcalde, después de leer  su otro libro de viajes, Campos de Níjar, prometió colgarle de los testículos si volvía a aparecer por aquella tierra. No estaban para bromas. La Fundación Mapfre inaugura el 30 de mayo una exposición que antes ha pasado por Bacelona.

Fotografía humanista

Carlos Pérez Siquier siguió subiendo al barrio hasta mitades de los setenta. Mostraba a la gente de La Chanca, sin complejos, sin maquillaje. A eso se le llama fotografía humanista, y está en la línea de Steichen y su gran proyecto The family of Man, que se expone en dos sedes en Luxemburgo. Pero Pérez Siquier iba más allá del humanismo.

En ese ambiente de miseria, de casas de colores intensos y blancos puros, elige imágenes de una modernidad sorprendente, como Paraguas al sol, que es una fotografía intemporal. El MoMA de Nueva York la guarda entre sus  fondos. En 2008  la  Junta de Andalucía hizo una edición de lujo del libro de Goytisolo ilustrado con las imágenes de Pérez Siquier, con un prólogo del poeta José Ángel Valente.

La historia de La Niña blanca

De entre sus imágenes hay una que tiene una historia especial. Se trata de La Niña blanca. Fue un instante, una foto rápida, solo una, un día de 1957. La niña vestida de blanco, con una tela que parece hecha de la misma materia que la pared encalada. Nunca la volvió a ver, hasta 60 años después de la foto. La hija se puso en contacto con el fotógrafo para pedirle una copia, para regalársela a la madre, por su cumpleaños. Volvieron a verse. La vida de la chica había dado giros sorprendentes. Había ido a trabajar a Mallorca, en la hostelería. Allí conoció a un inglés de vacaciones, que tiempo después volvió para casarse con ella y llevársela a Londres. El muchacho era un bróker de la bolsa de Londres.

Como muchos de su generación, Pérez Siquier se entregó a la fotografía sin pasar  por la escuela, la escuela de los fotógrafos. Un autodidacta. Fundó el grupo AFAL que luego dio vida a una revista en la que se recogía un tipo de fotografía que estaba lejos de la propaganda del régimen y prefería mostrar  la  calle con toda  su  cruda realidad. A Pérez Siquier le debemos también  las primeras imágenes críticas  con la invasión del turismo. Retrata a los bárbaros a su llegada al paraíso de la costa española.

Fue un pionero del color, cuando aquí se veneraba  la foto en blanco y negro y se miraban los colores con suspicacia. Hasta el punto de que sus fotos de playa, que retratan ese punto hortera y bárbaro de los turistas son el prólogo de lo que luego ha sido la obra de Martin Parr. Mientras aquí miraban raro a Pérez Siquier, Martin Parr  incluyó su obra en una exposición sobre los pioneros del color, en Nueva York. El fotógrafo recuerda que aquel reconocimiento sirvió para que subiera su cotización.

En 2003  recibió el Premio Nacional de Fotografía y en el 2017 se inauguró un museo dedicado a su obra en Olula del Río, Almería. Es el único museo español dedicado a un fotógrafo.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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