Ramsey Ferrero tiene un canal en Youtube desde el que se asoma con sus reflexiones sobre los temas de actualidad. Habla de la ley trans, del feminismo, de los piropos, de la prostitución o del caso de los gemelos Reimer, de la huelga de transportes, o de aquel libro de Esther Vilar que se tituló El varón domado. Aparece siempre con una sonrisa, no es dogmática, tiene una posición abierta a la duda o a la discrepancia, conoce bien los asuntos que trata, ha digerido la información necesaria para formarse una opinión, y habla. Clara, directa, con una dosis alta de sentido común. Estuvo antes en Tiktok. Le suspendieron por cinco veces la cuenta. Ahora está en Youtube, en Instagram el Twitter.
Ramsey Ferrero desgrana pensamientos que otros muchos no se atreven a decir. NO porque su pensamiento sea marginal, estrambótico o errático, sino por todo lo contrario. Porque entra en el centro de la cosas sin perder de vista bases esenciales: hombres y mujeres somos distintos, y a veces la libertad viene en envuelta en celofán en las cajas de la tiranía.
Las redes nos prometieron una sociedad civil con libertad de expresión. Para evitarlo, cada día hay hordas de cuentas afiliadas al pensamiento dominante que salen a la caza de cualquier discrepancia, para aplastarla. No se trata de una conversación razonada, sino de una forma de derribas al que piensa distinto. Insultos, descalificaciones, ataques personales…. A uno le da la risa cuando estos mismos que han difundido el odio a través de las redes dicen ahora que la llegada de Elon Musk a Twitter va a ser la apoteosis de las bajas pasiones. Ramsey Ferrero comenzó a desmontar el feminismo, esa ideología Queer que impregna la Ley Trans o la reforma de las penas para los condenados por abusos sexuales, y se desató contra ella la tormenta.
A Ramsey le cuesta presentarse. También le cuesta definirse. Viene del mundo artístico. Es, ha sido, una entrenadora de bienestar personal. Tiene sangre irlandesa. Le sale por la energía de su carácter. Es una mujer fuerte, optimista, una de esas que salen con la escopeta a la puerta del rancho del oeste cuando vienen a robar la casa, a llevarse las vacas, a quedarse con los caballos. Su única arma es la palabra, y no soporta que le quiten la libertad: «No se permite el debate. Muchas mujeres intentaron humillarme. Decían que no me dicen piropos porque soy mayor, y aplauden que una mujer salga medio desnuda bailando y dicen que se trata de empoderamiento femenino».
Ramsey reconoce que son muchas las mujeres que le escriben por la sección privada, mujeres que se ven reflejadas en lo que dice: «expresas todo lo que llevo pensando desde hace años y que no digo porque me siento rara, porque pienso que me van a machacar. Mujeres, muchas, que quieren dedicarse a sus hijos, que ponen su trabajo en un segundo plano, y muchas no lo hacen porque escuchan que se van a convertir en una maruja. No lo hacen por crítica, por miedo, y otras que lo hacen y reciben estos comentarios. Ahí me di cuenta del falso feminismo. Cuando no eliges lo que ellas quieren que elijas, estás fuera del grupo y te van a señalar».
Piensa Ramsey que las mujeres están peor en este tiempo, porque las adolescentes entrar en la red a insultar y le dicen que ella tiene voz y voto gracias a las feministas más jóvenes: «detecto que tienen necesidad de pertenecer a un grupo, con una gran inseguridad. Detecto un enfrentamiento, y estoy viendo una reacción de los hombres, hombres que pasan literalmente de las mujeres, que viven su vida en solitario. Estamos creando una sociedad de soledad, provocada por el enfrentamiento entre mujeres y hombres».
