‘Sabiduría monástica’: la verdad universal desde la vida contemplativa

Sabiduría monástica. Escritos sobre la vida contemplativa. Hugh Feiss. Traducción de Guillem Usandizaga. Elba Editorial

En los últimos años han aparecido, de forma esporádica, algunos productos culturales que se acercan, con respeto, curiosidad, franqueza y eficacia, a la vida monástica. Desde documentales como el que acompaña este artículo a las obras del sacerdote Pablo D’Ors. Una vida extraña a nuestro mundo, que se ha ido alejando de la contemplación, del silencio, de la espiritualidad, de la paciencia, de la humildad. Hugh Hess, autor de Sabiduría monástica, es un padre benedictino que ha recopilado en este tomo una guía de la vida monástica, un trayecto espiritual, un conjunto de voces que permiten mantener una «conversación entre algunos de los autores monásticos más relevantes y gente actual a la que les puede gustar conocerlos». Esas voces nos llegan desde el siglo V (amma Sinclética) o el siglo XX, con Thomas Merton o Esther de Waal. No se trata en este libro de hacer historia, o cronología, sino de ordenar los temas de acuerdo con la tríada benedictina: oración, trabajo, hospitalidad. El resultado es un breviario espiritual que sirve a todas las creencias y a los no creyentes, porque alcanza ese punto de la sabiduría que consiste en hablarle al hombre universal.

sabiduría monástica

Sabiduría monástica le habla al hombre contemporáneo. Por ejemplo, cuando trata del silencio, ese estado contemplativo del monje. Hugh aclara que se trata de una condición pensada para abrirse al mundo, para captar la esencia de las relaciones personales. Y resume la vida monástica como un «entrenamiento en el arte de escuchar, que empieza con el silencio, se desarrolla con la atención y se perfecciona con la comunicación». Los que nos dedicamos a la comunicación, a entrenar a las personas en el arte de conectar, repetimos a nuestros alumnos que comunicar debe pasar antes por la escucha atenta. La atención, decía Pablo D’Ors, es una oración del alma. No está tan distante el camino contemplativo de nuestra vida urbana, de nuestra existencia «en el siglo».

Los monjes y monjas que aparecen citados en este libro nos ofrecen una perspectiva útil, muchas veces sabia, en ocasiones formulada con una extraordinaria belleza del sentido de la vida, de los caminos por los que se logran los estados de la paz interior. Feiss advierte en el prólogo que el libro está escrito para quienes no son monjes, pero alberga la esperanza de que hasta los monjes puedan encontrar en él textos que les permitan aprender algo. Hay en este catálogo de citas algunos temas evitados, de forma consciente. Por ejemplo el celibato: «escribo principalmente para personas que no tienen intención de ser célibes de por vida, y los escritores monásticos no se han interesado demasiado por la teología del matrimonio». Tampoco entra en asuntos internos de la regla benedictina como el orden de los oficios o las sanciones por llegar tarde a misa.

Oración y lectura ocupan los primeros capítulos. Y enseguida nos topamos con Thomas Merton: «es mejor algo tan sencillo como oler una flor del jardín que tener una experiencia carente de autenticidad de un valor muy superior». O en la lectura, valorada en la orden como una de las prácticas más importantes, destinada sobre todo al entrenamiento de la imaginación, «la loca de la casa», como la llamó Teresa de Jesús. Certero, el capítulo dedicado al carácter advierte que «la virtud no nos da respuestas fáciles ni certezas. La virtud pule nuestras habilidades de modo que en cada situación podamos escuchar atentamente nuestros corazones, el consejo o las órdenes de los demás». Los monjes aconsejan como afrontar disputas, como desprenderse del orgullo que cuaja en certezas absolutas, o el valor del humor, como afirma Sor Joan Chittister: “El humor nos da fuerzas para soportar lo que no podemos cambiar, y nos permite ver lo humano tras lo pomposo”.

Aunque al lector le sorprenderá sobre todo el capítulo dedicado al deseo y al anhelo, al amor. «El amor en el que piensa Benito consiste en un cuidado abnegado y activo, una preocupación por el bien del resto de la creación y una entrega agradecida de uno mismo en las manos e intenciones de Dios». Un corazón dilatado, que corre con una dulzura indecible por el camino de los mandatos de Dios, que para Esther de Waal es una de las frases de Benito más importantes de todos los tiempos.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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