Seremos Atlántida. Joan Benesiu. Traducción del catalán de Pablo Martín Sánchez. Editorial Acantilado.
El narrador de Seremos Atlántida es un sibarita del extrañamiento. Le gusta sentirse emigrado, transeúnte de espacios ajenos. Y no tiene mal gusto, porque la ciudad que prefiere para cultivar ese paladar de outsider es París. Tanto que la primera frase de esta novela itinerante parece una provocación de niño rico, de aristócrata de la vida: «Me gusta cortarme el pelo en París». Y contar a las peluqueras que es un cámara de la televisión francesa que trabaja como un reportero de urgencia, siempre disponible. Un sujeto que está acostumbrado a mirar, un coleccionista de gestos, un contemplador de la realidad. Inicia muy bien Seremos Atlántida, con la visión, en un aeropuerto, donde nada puede parecer insólito, de una aparente duquesa rusa acompañada de una joven, que le lleva la maleta. Una joven de pecho exuberante, vestida con una blusa estampada de piel de leopardo. Y Mirko, Mirko Bevilacqua, un extraño con el que se roza, y pierde el avión por seguir a esa pareja de mujeres.
Seremos Atlántida encaja en ese tipo de formato narrativo que mezcla historia, historia concreta, ficción narrativa, y fragmentos de libros, obras literarias, vidas de autores, cine, poesía y filosofía, con el deambular del narrador. La obra de Joan Benesiu le debe mucho a esa forma de búsqueda de rastros y detalles del pasado que practica Sebald en sus obras.
La novela se convierte en un artefacto complejo formado por piezas que vienen de distintas artes y formas de conocimiento y un punto de vista poliédrico y rico. La novela intercala historias, reflexiones sobre la frontera como concepto, la fascinación por los no lugares, como los aeropuertos, o los lugares, como Trieste, punto nodal, no solo de la historia de Europa sino de la verdadera historia de los personajes, oculta bajo un entramado de ficciones.
La verdad de la historia de los personajes emerge tras una pesquisa que es la verdadera arquitectura de esta novela. Hay momentos en los que el relato deambula de una forma morosa, con un tono filosófico sobre la realidad de los refugiados, sobre los simulacros y los espacios banales en los que el turismo, el consumo de experiencias, ha convertido lugares y espacios cargados de sentido. Hoy vacíos de significación. Esa morosidad de la novela se puede hacer pesada para los lectores acostumbrados al ritmo trepidante de los productos de la novela negra o del género histórico. Benesiu convierte ese ritmo en una forma de mirar las cosas con lentitud, sin prisa, casi en silencio, en contemplación y reflexión.
Una pesquisa
La pesquisa de Seremos Atlántida lleva a los protagonistas y al narrador desde Chernóbil, obra maestra del simulacro soviético, hasta la Croacia de la segunda guerra mundial. Al régimen de Ante Pavelic, esos ustachas asesinos sostenidos en el poder por el respaldo nazi. Benesiu rescata el caso de Josef Oberhauser, “que seguía trabajando en una cervecería a 500 kilómetros de donde se le juzgaba ‘in absentia’ en Italia”, o a Vjekoslav Luburic, enterrado en Carcaixent. Fugado de Croacia, Luburic vivió en España sin tener que responder de sus crímenes.
De fondo, la novela de Benesiu trata de la arbitrariedad de las fronteras, de la intrascendencia que el turismo siembra en todo aquello que toca, del riesgo del hundimiento y desmembración de Europa. Los personajes de Seremos Atlántida son ambulantes, en busca de algo que han perdido, sin saber muy bien qué es, sin tener la certeza de lo que están persiguiendo. Personajes que han perdido las referencias, y que se fijan en líneas contingentes como el meridiano de Greenwich. Una condición muy común en nuestro tiempo, con la que el lector se va a sentir fácilmente identificado.
La de Benesiu es una literatura alejada de las facilidades del consumo literario, ambiciosa, que invita a la reflexión y al debate.