‘Sol negro’ de Edward Abbey, o el fin de la inocencia

Sol negro. Edward Abbey. Traducción y prólogo de Juan Bonilla. El Paseo editorial

La historia es sencilla. Un guarda forestal pasa los días vigilando el bosque desde una torre que se eleva por encima del bosque. Los días son iguales. «Cada día comienza como los demás». es la primera frase de este Sol negro, una novela áspera, crepuscular, desoladora, dominada por una naturaleza salvaje, sentimental y cruda.

sol negro

Cuando el lector concluye la última página, Sol negro deja una vibración profunda, porque ha abierto un paisaje que es su propio territorio, el espacio propio de la novela. Abbey, un bronco militante del mundo salvaje del oeste americano, autor de La banda de la tenaza y de Desierto solitario, se adentra aquí en la complejidad sentimental de la pérdida, y del vacío que deja, en el que todo el exterior, pierde de repente el sentido.

El Will de Sol negro es un anacoreta. habita una cabaña y sube a diario a la torre, desde la que vigila. Las escasas palabras que pronuncia las transmite por una radio al resto de la red de guardabosques. Guarda la comida en una nevera hundida en la nieve. Su alimento son platos cargados de grasa: tocino, huevos, carne seca de ciervos abatidos a tiros desde la ventana de la cabaña. El mundo exterior no le interesa.

Si se asoma a la televisión desprecia a las mujeres que salen en la pantalla. Son apenas putas que se exhiben sin pudor. Aprecia el vino, el pan, y las canciones populares. Su amigo Perro Rojo Ballantine le escribe cartas que Will no contesta. En alguna reconoce que quizá tiene razón y es mejor «retirarse de esta locura y este lío, esconderse en un bosque a observar los frenéticos esfuerzos y las pasiones suicidas de nuestros semejantes con compasión, humor y comprensión, pero desde una distancia que nos mantenga a salvo». Un mesteño, un mustang.

El Will de Sol negro encarna el viejo sueño, la vieja y permanente tentación de retirarse al bosque, en soledad. Como el Thoreau de Walden. Siempre nos quedará la duda de si se trataba de un pionero del anarquismo ecologista o de un egoísta sin remedio. El sueño de Will se quiebra de felicidad física cuando conoce a una joven por la que siente una pulsión erótica torrencial. La vida es otra. Pero la pérdida, destino irremediable de las relaciones humanas, comparece cuando Will está a punto de alcanzar el edén.

Abbey consigue en Sol negro una voz que tiene un timbre fuerte y colosal, capaz de recoger toda la fuerza del paisaje: «en el aire flotaba constante una vibración grave, el susurro del rocío, el trueno, la locura, como el rumbo del mar o el rugido de una muchedumbre lejana». Todo está vivo. Ese constante latido de fondo se convierte en un rumor ensordecedor en las últimas páginas del libro, cuando Will inicia una travesía dolorosa y violenta, para encontrarse con la conciencia dolorosa de la pérdida, el vacío de la ausencia. Sin duda es, como decía el propio Abbey, su novela más profunda. Es también una narración fuerte y mágica, una de esas novelas en las que aquello que no está dicho ni escrito resuena con una fuerza estética y una atracción inolvidables.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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