Tres minutos: una exploración (Three Minutes – A Lengthening) es un documental. Está realizado a partir de tres minutos de película. Y solo tres. Un trabajo de arqueología brilnate, sorprendente. Tres minutos encontrados en un armario, restaurados cuando la película estaba a punto de descomponerse por la caducidad del material. Setenta años en un armario. La película original fue filmada con una Magazine Ciné-Kodak de 16 mm y con rollos en blanco y negro y con Kodachrome en color. La rodó un polaco emigrado a Estados Unidos que regresa de vacaciones a su pueblo. Fue sin duda la primera cámara de cine portátil que vieron los habitantes de Nasielsk, en la Prusia polaca.
Dirigida por Bianca Stigter, la voz de Helena Bonham Carter hace de narradora mientras vemos desfilar ante la cámara a jóvenes y niños en la plaza del pueblo, a niños y adultos que salen de la sinagoga local, a sombras en el interior de una casa mientras otras figuras iluminadas por el sol miran desde la calle. Un mundo lejano va aflorando a partir de la investigación que narra Bonham Carter.
El documental está producido por Steve Mcqueen. David Kurtz fue el polaco que filmó estos tres minutos en agosto de 1938. De la cinta se desprende que el interés de Kurtz era tener un recuerdo de los lugares que fueron el paisaje de su infancia: la plaza, la sinagoga, la tienda de comestibles. Pero en la cinta se cuelan los vecinos del pueblo. Siguen el objetivo, saludan, quieren ser protagonistas de la filmación, lo quieren ser sin ser conscientes de que será su último mensaje al mundo. Kurtz no imaginaba, sin duda, que serían las únicas imágenes de los vecinos de este pueblo polaco antes del holocausto.
Minutos en el microscopio
Stigter corta, fragmenta, repite, ralentiza, congela, aplica el microscopio a las imágenes, busca entre los puntos del celuloide pistas y rastros. En la pausa vemos rostros repetidos, en el análisis rastreamos la historia de las puertas de la sinagoga. En el espacio de la plaza, empedrada, sentiremos los gritos de los nazis, el ladrido de sus perros. Esa imagen lejana va generando un mundo cercano cuando Stigter descubre a un superviviente, Tiene nombre, vive. Su voz identifica a otros. Los tres minutos pasan a ser una colección de imágenes familiares, de historias concretas,
«El film conserva los detalles sin transmitir conocimiento.» Narra la voz de Helena Bonham Carter. En la sombra de los balcones se comprueba la hora de la filmación: a media mañana. La calle está llena. Los árboles, nos dice la voz en off, son tilos. La investigación de los negocios de la época nos dirá lo que el grano del celuloide oculta: la identidad de la dueña de tienda de verduras y ultramarinos de la plaza del pueblo. A partir de tres minutos se reconstruye un mundo, se reaviva la memoria de la vida de las personas que fueron exterminadas. Prodigioso.
Y no nos cansamos de verlo
El resultado es que a partir de tres minutos, y solo con tres minutos, el espectador percibe una seris de historias personas que no parecen tener fin. Stigter nos descubre cada vez más detalles. Resiste la tentación de llevar a primer plano la imagen del único superviviente. También él queda en la sombra. Lo único importante es acercarnos la vida que desapareció, la de los judíos de un pueblo que algo más de un año después sería arrasado por los nazis. La mayor parte de los que vemos en la imagen serían exterminados en el campo de Treblinka.
Glenn Kurtz, escribió un libro Three Minutes in Poland sobre la lata de celuloide que encontró filmada por su abuelo David Kurtz en su pueblo natal Nasielsk. El mismo libro que inspiró a la directora para realizar Tres minutos: una exploración. Glenn cuenta cosas imprescindibles para reconstruir el pasado de su abuelo Polaco.