¿Un Caravaggio redescubierto? El enigma del Muchacho pelando fruta


Una figura adolescente, casi andrógina, con la cabeza inclinada, el rostro sumido en una suave melancolía y las manos absortas en una tarea humilde: pelar fruta. La escena, aparentemente banal, se vuelve fascinante bajo la luz que modela el rostro y los dedos con una intensidad que trasciende lo cotidiano. Así es Muchacho pelando fruta, una obra recientemente propuesta como temprana pintura de Caravaggio por el reconocido investigador italiano Gianni Papi, uno de los máximos especialistas en el claroscuro caravaggista.

Hasta hace poco, esta obra era atribuida de forma genérica a un seguidor lombardo del siglo XVII, una de las tantas piezas que orbitan alrededor del núcleo de la pintura barroca romana sin acabar de ingresar en el canon. Sin embargo, Papi ha reabierto el caso con una hipótesis audaz pero argumentada: se trataría de una de las primeras obras conocidas de Michelangelo Merisi da Caravaggio, realizada hacia 1592–1593, poco después de su llegada a Roma.

Luz sobre la sombra

El cuadro presenta una composición sencilla: un muchacho joven sentado frente a una mesa, concentrado en pelar una fruta que parece una pera o una manzana. La escena no tiene fondo definido, salvo una penumbra terrosa que permite destacar el cuerpo bañado por una luz dirigida desde la izquierda. La camisa blanca, suelta, los cabellos oscuros, la textura jugosa de la fruta, todo está ejecutado con una pincelada vibrante, directa, sin idealización. En esta aparente simplicidad se cifra, según Papi, la primera señal de una revolución pictórica.

Para el investigador, hay varios elementos clave que permiten relacionar esta obra con el joven Caravaggio. En primer lugar, la manera en que la luz recorta los volúmenes, creando un relieve escultórico sobre el rostro y las manos. En segundo lugar, la sensualidad latente en la figura, una mezcla de belleza ambigua, introspección y naturalismo que recuerda poderosamente al Bacchino malato o al Muchacho con cesta de frutas. Finalmente, el gesto mismo de pelar fruta, una acción cotidiana transformada en acto íntimo, casi religioso, resuena con esa poética de lo vulgar elevado que caracterizaría toda la obra del maestro lombardo.

La mirada de Gianni Papi

La atribución no está exenta de polémica. Papi es conocido por sus aproximaciones atrevidas y por haber defendido —con éxito en muchos casos— nuevas lecturas del círculo caravaggista. Él fue quien recuperó del olvido a Cecco del Caravaggio y quien ayudó a delimitar la autoría de muchas obras disputadas del maestro y su entorno.

En este caso, su argumento se apoya también en una comparación técnica y estilística con obras documentadas de Caravaggio en la etapa previa a su consolidación en Roma. “Hay una torpeza inicial, sí, pero también una valentía compositiva y una verdad emocional que sólo encontramos en Caravaggio —escribe Papi—. El modo en que este muchacho existe en la pintura, sin escenografía ni artificio, con una luz que le da existencia y no decora, es revelador”.

A esto se suma un dato material: el análisis del soporte y de los pigmentos indica que la obra fue realizada con los materiales empleados en Roma en la década de 1590, y no en Lombardía, como se pensaba inicialmente.

El debate está abierto

La comunidad académica no se ha pronunciado aún de forma definitiva, pero el debate ya ha comenzado. Algunos conservadores y curadores han mostrado cautela, argumentando que hay una diferencia técnica con los cuadros firmados por Caravaggio en su madurez. Otros, sin embargo, han reconocido que la obra plantea interrogantes legítimos sobre el desarrollo temprano del pintor.

¿Estamos ante un Caravaggio “antes del estilo Caravaggio”? ¿Es posible que, como sostiene Papi, esta obra represente la primera chispa de una mirada que cambiaría para siempre la pintura occidental?

Mientras se aguarda un consenso o un dictamen más rotundo, Muchacho pelando fruta se convierte en un nuevo punto de partida para seguir pensando en ese enigma que sigue siendo Caravaggio: el artista que dio cuerpo a la luz en la sombra, y que hizo de lo real una forma de lo sagrado.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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