jueves, marzo 28, 2024

‘Un lugar pequeño’, la rabia de Jamaica Kincaid contra el colono inglés

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Un lugar pequeño. Jamaica Kincaid. Traducción de Adalber Salas Hernández. Editorial Pre-textos

Un lugar pequeño tiene muchos de los elementos que componen la obra de Jamaica Kincaid: crónica, memoria, ficción, reflexión, y un lenguaje que suena con ritmo y música en la excelente traducción de Adalber Salas. La voz de Kincaid nos habla, en este texto de 1988, de Antigua, la pequeña isla caribeña en la que nació. Habla de la colonización, de la herencia inglesa, de la lengua que aprendió (en alguna entrevista dice que las primeras palabras que leyó fueron Imperio Británico), de la corrupción del gobierno antiguano, de su relación con la literatura y con los libros. Además de músical su prosa tiene en algunos pasajes una dosis elevada de rabia. Basura llama a los mercaderes de esclavos que se instalaron en la isla. Cerdos, denomina a los británicos que viven en el Club Mill Reef. La esclavitud de otro tiempo se ha convertido en miseria económica, moral y cultural por la corrupción.

un lugar pequeño

El libro comienza con una apelación al turista: «si vas a Antigua como turista, esto es lo que verás». Una isla en la que el aeropuerto de la capital lleva el nombre del primer ministro; una pequeña isla seca, porque a diferencia de otras islas del Caribe, a Antigua le ha tocado la sequía permanente. Y enseguida entra en la corrupción. Todos los coches son de una marca japonesa, porque el concesionario de esa marca es propiedad de algún ministro. Los edificios públicos están en ruinas. El terremoto que sacudió la isla en 1974 los arrasó. De algunos cuelga el cartel de que pronto será reparado. Ese pronto se convierte en eterno.

Un turista, sigue Kincaid, es un feo ser humano. La ironía es en Un lugar pequeño el recurso retórico más utilizado. También algo de exageración: «este negocio del imperio estaba mal y que deberían, al menos, vestir arpillera y encenizarse como penitencia por los perjuicios infligidos, por la irrevocabilidad de sus malas acciones, pues ningún desastre natural imaginable podría equipararse al daño que hicieron. De hecho, la muerte podría haber sido mejor».

La herencia de los colonos se clava en el alma de los antiguanos. La aspiración educativa máxima de los nativos es graduarse en la Escuela de entrenamiento en Hostelería, para servir. Kincaid siente vergüenza del capitalismo, «porque nosotros, durante todo el tiempo que te hemos conocido, hemos sido capital, como fardos de algodón y sacos de azúcar, y tú y los tuyos eran los capitalistas crueles, al mando, y este recuerdo es tan fuerte, la experiencia tan reciente que no terminamos de hacer nuestra esta idea que te parece tan excelsa».

Pero la parte más extensa de Un lugar pequeño está dedicada a la corrupción, con ironías dirigidas a los paraísos fiscales de la época: «quizás no hay conexión entre la vida maravillosa que llevan los suizos y el dinero mal habido que reposa en las bóvedas de los bancos suizos; quizás se trata solo de una coincidencia». Antigua, hoy, sigue siendo un paraíso fiscal.

En el capítulo final de Un lugar pequeño, Jamaica Kincaid traza la postal de Antigua. Comienza, como en tantos otros pasajes, con el recurso a la anáfora: un inicio musical: «Antigua es hermosa. Antigua es demasiado hermosa». A esa reiteración sigue una enumeración de escenas de una belleza caribeña: el cielo, la arena rosa de las playas, el color de las flores, la profunda oscuridad nocturna. El lector espera el corte, la quiebra, el contraste, y sabe que será radical. Y llega de forma inesperada, cuando habla de la hierba. «Ninguna hierba real posee ese particular matiz de verde ruinoso, desgastado (no hay suficiente lluvia)». Describe un lugar irreal, sin historia: «no tienen nada con qué comparar esta constante increíble, ningún gran momento histórico para comparar el modo en que están ahora con el modo en que solían estar». Antigua vive en la misma irrealidad hoy, cuando sus habitantes son libres que cuando eran esclavos.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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