Después de asistir a la declaración de la señora Jessica ante el Supremo, por sus relaciones con Ábalos, sorprende el silencio del feminismo y la cursi delicadeza de la prensa progresista. El País llama a Jessica «expareja» de Ábalos, como si los intercambios que mantenían tuvieran la misma naturaleza que los apretones de los amantes de Teruel. El País, que tiene una jefa de redacción para cuestiones de género, evita, con actitud monjil, entrar en el tema. Para una vez que tenemos un caso evidente de trabajo sexual, queridos abolicionistas, queridas abolicionistas, miramos para otro lado. ¡Qué oportunidad perdida! Pachi López, que fue el encargado de presentar la última ofensiva punitiva contra los clientes de prostitución y las que la ejercen, calló ayer como un cobarde y callará hoy como un miserable.
En aquella presentación proclamó que todas las prostitutas serían declaradas víctimas y serían acogidas a los beneficios que establece la ley para todas las mujeres que sufren violencia, agresiones y sometimientos. Porque todas, decía, están obligadas y forzadas. Esa es quizá la razón por la que la prensa que vive de la subvención insiste en llamar a Jessica novia de Ábalos, como si no supiéramos que Jessica, como buena profesional, cobraba sus favores a precio de oro, y un suplemento por cada viaje. Dinero que hemos pagado los españoles a través de unas nóminas en empresas públicas en las que Jessica jamás fue vista, porque el cliente la reservaba solo para sus ojos.
¡Qué oportunidad perdida! La de las abolicionistas, que no corrieron a la puerta del Supremo para proclamar que Jessica ha sido violada por Ábalos, violentada por ese machorro una y otra vez para intentar saciar su apetito desmedido. Nadie le ha ofrecido una ayuda del Estado para que deje la profesión, de la que vive muy bien, a tenor de las informaciones que se publican sobre su vida, discreta, pero bien amueblada en un piso de lujo de la Plaza de España. Si la prostitución es violencia, como dicen, Jessica la ha sufrido. Si el cliente es un violador, hay que decírselo a la cara a Ábalos y aplicarle la pena correspondiente. La vehemencia del abolicionismo con estos lemas es tan tozuda, que no entiendo cómo no la han aplicado en este caso.
Nadie asistirá hoy a esa plaza abierta donde cabalga el Quijote para aplicar los principios sobre los que se asienta la ofensiva moralista que nos acosa en los últimos años. Por eso a Jessica hay que llamarla novia, o expareja, porque al nombrarla con la denominación exacta de su profesión, tendrían que poner en marcha los mecanismos que llevan predicando desde hace un lustro: que ingrese en la lista de las víctimas, que se pasee por las televisiones repitiendo que fue mercadeada y abusada por un ogro insaciable, y que hay que abolir el llamado sistema prostitucional, del que Ábalos es un pilar fundamental.
Es curioso que el otrora ministro de Fomento haya caído en estos negocios, que fueron el origen de la fortuna de la familia Gómez, y en los que Begoña ejercía como contable a tiempo parcial, y gestora de locales. Un negocio familiar que tenía locales abiertos en Madrid, en Segovia, Valladolid, Toledo y Zaragoza. Pachi López jamás ha aludido a esas barras, cuando podía haberlos puesto como ejemplo de lo que quería evitar con su ley. A Jessica no le pueden llamar prostituta porque solo ese nombre pondría en evidencia la enorme hipocresía y la vulgar falta de respeto que el socialismo y el progresismo abolicionista tiene hacia las trabajadoras del sexo. Jessica es una profesional, y como fue la barragana de un ministro del Psoe nadie se atreve a llamarla por su nombre de oficio. Jessica es puta. Lo es porque quiere, con su plena libertad, y ha tenido la fortuna de encontrar a un golfo que le pagaba con dinero público. Nosotros hemos tenido la desgracia de que ese rijoso sea ministro. Nada más.