Utopia Avenue. David Mitchell. Traducción de Javier Calvo. Random House Mondadori
Utopia Avenue comienza con un día aciago para Dean Moss, un contrabajista que trabaja como camarero, malvive en una habitación alquilada, y acaba de sacar del banco unas libras, las únicas que tiene, para pagar un plazo de su instrumento, y el alquiler. A Dean le atracan, le levantan la cartera. Lo peor es que lo hacen sin violencia. Un tipo simula que le da un ataque en plena calle y el muchacho corre en su ayuda. Cuando llega al hospital a pedir una ambulancia se da cuenta de que se ha quedado sin sus cincuenta libras. La caída en el infierno continúa: esa noche se queda sin trabajo. Su jefe, un italiano sin escrúpulos (los italianos en la novela quedan a la altura del betún) los saca del Etna, el café donde trabaja a golpes. Pero esa noche es el inicio de Utopia Avenue, un grupo de rock que es el artefacto con el que David Mitchell nos va a contar la revolución que comienza en Londres y que luego seguirá en California.
Utopia Avenue es una novela sobre el rock. Comienza en 1967. The Beatles y The Rolling Stones ya son estrellas del firmamento de la música. En esa oleada, cantantes y grupos luchan por buscar su lugar. La noche del día aciago de Dean, un productor, Levon, consigue reunir a otros tres músicos: Elf, una joven que tenía un dúo de folk con su novio, que se ha fugado a París con otra; Jasper, un holandés esquizofrénico, y Grifft. un batería, al que se dedica menos tiempo en esta novela, como en general se dedica menos atención a los baterías. Los dos últimos salen de la destrucción de otro grupo efímero, provocada por Levon, que tiene en la cabeza la idea de montar su propia banda.
Virtudes de la novela
Lo mejor de la novela es la reconstrucción de esa época, el Londres de finales de los sesenta, un tiempo en el que todo está cambiando, una revolución que se desarrolla en el Soho, alimentada por una cultura nueva y protagonizada por jóvenes, unos de clase media, otros llegados a la capital, como Dean, de pueblos de Inglaterra donde su vida chocaba con cuatro paredes. Tabernas, clubes de música, bandas de mods y de rockers, peleas, botellazos, violencia, y la miseria en la que viven los músicos componen los primeros capítulos. Pero también es sobresaliente la reconstrucción minuciosa del proceso creativo de un grupo de rock, cruzado por influencias diversas. El propio Utopia Avenue es calificado por los críticos en la novela como un grupo ecléctico, formado por músicos que vienen den jazz y del folk. Mitchell defiende y reivindica esa mezcla de hilos. Al fin y al cabo él mismo es un escritor ecléctico que ha tocado géneros como la literatura fantástica o el terror.
utopia avenue cuenta el nacimiento, el desarrollo y la muerte de un grupo de rock, y la transformación de sus miembros
El éxito tarda en llegar, apenas asoma y se escapa. Es efímero y sus rentas son magras. David Mitchell se detiene en contar la vida cotidiana de la banda: amores y desamores, la enfermedad de Jasper, que tiene que convivir con los fantasmas de su mente, y los traumas de su pasado; los malos tratos que sufrió Dean en su infancia a manos de un padre fracasado que pegaba a su madre y se entregaba al vodka; la incertidumbre de Elf, entrega a una carrera en la que no ve futuro, pero es la que quiere hacer. O Levon, homosexual discreto, en la época en la que nadie salía del armario.
Los músicos de Utopia Avenue
En la novela aparecen aquí y allá los grandes personajes de la época en Londres. Está David Bowie, John Lennon, Janis Joplin, los Grateful Dead, Leonard Cohen, y el pintor Francis Bacon, que pasa una noche con Levon, tomando copas en algún garito, cenando ostras en el Harkaway’s, para despertar a la mañana siguiente en el estudio del pintor.
Añadamos a las virtudes de la novela la construcción de los personajes. De casi todos ellos: el intelectual Levon que lee a George Orwell y se comporta como un civilizado y honesto manager; el salvaje Dean, adicto al sexo. Los más interesantes son Jasper y Elf. Jasper por el desarrollo novelístico que David Mitchell hace de su esquizofrenia, con un capítulo brillante en el que guitarrista se enfrenta con sus fantasmas en una sesión de análisis psicológico muy propia de una época esotérica. Y Elf, única mujer de la banda, en una época en la que no había apenas mujeres en los grupos de rock. Elf lucha contra sus inseguridades, contra la sumisión a su amante, en busca de un amor que la comprenda.
Un relato minucioso, poliédrico, lleno de flashbacks
A la novela solo sin embargo le sobran unas ciento cincuenta páginas. Mitchell se empeña en contarnos los mismos sucesos desde puntos de vista diferentes y esas excursiones lastran el resultado, que sobre todo en la segunda parte se hacer moroso y repetitivo. La novela tiene épica y también picaresca. Retrata muy bien la irrupción de las drogas: primero la cocaína y la heroína, luego el LSD. Y la relevancia de los medios de comunicación en la promoción de los grupos.
Los manager captaron pronto que la televisión y los periódicos eran los mejores aliados, siempre que se supieran utilizar los escándalos en beneficio de la notoriedad de los músicos. A Mitchell le ha entrado en la novela toda una época de revoluciones musicales, pero su técnica le ha convertido en un pesado al que el lector, en algunos pasajes, le pide que aligere. Quizá también su afán por construir una novela autorreferencial, en la hay múltiples guiños a otras de sus obras (Jaspers viene de «The thousand autums of Jacob de Zoet») le da a la Utopia Avenue una exuberancia que excede el ámbito del mundo del rock.