Valentina, de María Zabay (Almuzara, 2024)
En Valentina, María Zabay traza el retrato de una mujer que, aparentemente, lo tiene todo para ser feliz: éxito profesional, inteligencia, una familia bien constituida. Sin embargo, bajo esa superficie pulida y serena, se abre una grieta silenciosa por la que se cuelan el desencanto, la frustración emocional y el deseo de romper con una vida prestada. La protagonista, Valentina, se enfrenta a una encrucijada vital que desdibuja las fronteras entre la culpa, la libertad y la fidelidad a uno mismo.

La novela se despliega en una narración en primera persona que actúa como un confesionario literario. Valentina no busca redención, sino mirarse sin filtros, reconstruirse a través del recuerdo y la emoción. El lector se convierte así en cómplice de sus reflexiones, testigo de una mujer que decide mirarse por dentro aunque duela.
Estilo
Zabay escribe con una prosa contenida, clara y sin alardes, que pone el foco en el universo emocional del personaje. No hay florituras, pero tampoco frialdad: hay un pulso narrativo elegante y honesto, casi clínico, que permite al lector entrar en el terreno más peligroso: el de la intimidad ajena.
El lenguaje está al servicio de las emociones, con frases que a menudo parecen extraídas de un diario interior. La autora se siente cómoda en el registro introspectivo, y aunque a veces cae en cierta reiteración (inevitable en una narradora tan volcada en sí misma), logra construir una voz femenina reconocible, real, sin imposturas ni artificios.
El vacío
Valentina gira en torno a un eje tan universal como incómodo: el vacío dentro de una vida aparentemente plena. Zabay explora el dilema de muchas mujeres contemporáneas que han cumplido con el guion social, pero que sienten una fisura entre lo que viven y lo que realmente desean. La maternidad, la pareja, el trabajo… todo está en su sitio, pero algo no encaja.
La novela no cae en el discurso feminista explícito, pero sí plantea preguntas poderosas: ¿cuánto pesa la culpa cuando una mujer decide ser infiel no por deseo físico, sino por necesidad de verdad? ¿Hasta qué punto se puede traicionar a otros sin traicionarse primero a una misma?
Zabay aborda estos interrogantes con respeto y sin moralina. Su mérito está en no juzgar a Valentina, sino dejar que su historia, con todas sus ambigüedades, hable por sí sola. Y eso, en un tiempo de etiquetas y posiciones categóricas, es casi un acto de rebeldía literaria.
Comparación con otras obras de la autora
Comparada con novelas anteriores como El zapato de la lengua rota o La alumna, Valentina representa una evolución más madura y contenida en la escritura de María Zabay. Si en obras anteriores predominaba una narrativa más argumental, casi de novela de intriga emocional o reconstrucción identitaria desde el exterior, en Valentina asistimos a un viaje eminentemente interior. Es menos episódica, más introspectiva, más centrada en los matices de la conciencia que en los giros del destino.
Zabay abandona el artificio del suspense para adentrarse en el suspense moral, ese que no necesita acción externa porque se libra dentro de la mente de una mujer. Hay más hondura, más silencio, más pausa. También más riesgo: porque despojada de peripecias, la historia se apoya únicamente en la credibilidad emocional de su protagonista. Y en este caso, funciona.
Conclusión
Valentina es una novela sobria, reflexiva y valiente, que confirma a María Zabay como una autora que no teme internarse en los pliegues del alma humana, incluso cuando lo que encuentra allí no es bello ni cómodo. Una narradora de lo invisible, del “cómo” más que del “qué”.
Ideal para quienes disfrutan de novelas que no buscan entretener, sino confrontar con lo esencial: ¿quién soy cuando dejo de ser lo que esperan de mí?