Van Gogh, según el pintor Julian Bell

Van Gogh. Julian Bell. Editorial Elba

van gogh

Esta es una biografía atípica, breve, intensa, nunca ligera. Bell analiza, disecciona cada paso de la vida de Vincent Van Gogh, se hace preguntas, dialoga con el pintor, rechaza sus explicaciones, y compone una biografía que tiene profundidad, en la que sitúa cada palabra de sus cartas a su hermano Theo en las pinceladas de su cuadros. Son dos las fuentes básicas que tenemos para entender la vida y el arte de Van Gogh: sus cuadros, sus dibujos, y las cartas a su hermano, mecenas, pilar fundamental de su vida, vida que se tambalea y descarrila cuando siente que Theo se aleja. Es Van Gogh visto por un artista. El retrato es vivo, oscuro cuando no hay certezas, abierto cuando la vida del pintor desconcierta, ruidoso cuando contempla el volcán que emerge con furia, deforme y violento: el artista en busca de la forma para canalizar su energía interior.

Más allá del mito y la leyenda

El Van Gogh de Bell es un ser atormentado, un fracasado en todos los órdenes de la vida, un pintor más allá del mito, de la leyenda, del icono, del objeto de consumo. Bell traza las líneas de una figura familiar, un joven hijo de un pastor protestante, que prueba a ser como su padre, sin conseguirlo. Que intenta responder a la expectativa de ser un buen comercial, sin lograrlo. Su hermano Theo sí llenará esa esperanza de ser un muchacho con una carrera brillante en el negocio del arte. Vincent intenta estudiar sin lograrlo. En su alma no hay disciplina, tan solo una energía colosal que en sus primeros años adultos entrega como amor a todo el que ve desamparado. La caritas cristiana ordena ese impulso. Nunca dejará de ser cristiano, a pesar de renegar de la Iglesia y rechazar la religión oficial. A pesar de intentar hacer compatible la bondad del alma con una sexualidad desordenada entre prostitutas. No encontrará su paraíso personal hasta llegar al sur de Francia. Ni siquiera entonces tendrá paz interior.

La correspondencia del artista, sus más de 600 cartas a Theo, es la piedra angular de esta biografía. Esas cartas siguen siendo «uno de los grandes documentos de la literatura del siglo XIX», dice Bell, que pinta a Vincent en una desventurada desesperación: «Se ha convertido en una rata que corre, un pájaro que anida» en el desolado paisaje circundante. Aquí está el propio Van Gogh sobre lo sublime: «Así como tomamos un tren para ir a Tarascon o Rouen, tomamos la muerte para ir a una estrella». Bell, como Van Gogh, escribe para explicar lo que la pintura no consigue explicar.

Van Gogh como icono

En lo que llama la penúltima escena, la biografía entra en una de las claves de lo que hoy es la figura de Van Gogh. “Ya es hora de conocer a la protagonista femenina. Johanna van Gogh-Bonger, más que cualquier persona aparte de Vincent y Theo, fue responsable del estatus icónico que ahora posee Van Gogh «. Bonger ha aparecido en el libro con una figura borrosa. Fue la responsable del diseño del escenario en el que se ofició el ascenso póstumo de Van Gogh. Su subida a los cielos del arte, como una víctima propiciatoria de la maldición del talento, del artista que escribió: «aún espero no trabajar sólo para mí. Creo en la absoluta necesidad de un nuevo arte del color, del dibujo y de la vida artística. Y si trabajamos con esa fe, me parece que existe la posibilidad de que nuestras esperanzas no sean en vano.»

Bonger atesora primero sus cuadros. Luego espera que la cotización suba. El arte siempre era igual al dinero. Van Gogh conocía el comercio mejor que nadie, siempre sintonizado con lo que su hermano comerciante Theo decía que quería el mercado. Pero «Jo» Bonger, hija de un corredor de seguros, vio que en el negocio del arte emergente no se trataba de entendidos, sino de audiencias internacionales. El arte se volvió sexy.

Para otros historiadores del arte la extensión del Van Gogh de Julian Bell puede parecerles insuficiente. Para un erudito lo es. Para el público que ama el arte, y quiere tener una visión cercana, viva, profunda, es un libro excelente. Bell busca comprender a Van Gogh desde su experiencia como artistas. Esto no significa aceptar sus explicaciones. A veces lo contrario, como cuando rechaza las explicaciones de Van Gogh sobre el significado de los colores que utiliza, el lenguaje de su paleta. Una cosa son las razones del pintor, y otra, puede que muy diferente, el resultado de su obra.

El final

La escena final se produce en el verano de 1890, cuando Vincent salió detrás de un granero en el campo al norte de París y se disparó en lo que se describió rápidamente como un intento de suicidio fallido. Investigaciones recientes sugieren que posiblemente haya sido un asesinato cometido por niños locales. En las últimas horas de la agonía de Vincent, una caso que podría haber sido tratado con éxito por cualquier médico rural, estuvo vigilado por su hermano Theo, enfermo de sífilis, que sabía que él mismo tenía poco tiempo de vida. Después de la muerte, comenzó la leyenda para los dos.

Julian Bell (Londres, 1952) es crítico y artista. El apellido Bell lo toma de su padre, Quentin Bell, pero se remonta, en su vertiente más pública, a su abuelo Clive Bell, crítico de arte, uno de los integrantes del llamado Círculo de Bloomsbury. La esposa de Clive era Vanessa Stephen, hermana de Virginia Woolf. Julian estudió Literatura Inglesa en Oxford y Arte en la City & Guilds of London Art School. Ha publicado reseñas sobre arte en London Review of Books, Times Literary Supplement, New York Review of Books y The Guardian.

Como pintor, a Bell lo sitúan en la corriente del realismo urbano. En sus pinturas hay rasgos de Antoine Watteau y de Dora Carrington. Expone en las principales galerías de Londres desde la década de los años 70.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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