Vuelta al país de Elkano. Ander Izagirre. Libros del K.O
Este, lector, es un libro redondo. Por muchos motivos. El primero reside en su recorrido: comienza y termina en el mismo punto, la villa de Getaria, lugar de nacimiento de Juan Sebastián Elkano. El viaje es circular, bordea la costa y se mete en el interior, en tren o en bicicleta. La segunda razón es quizá más relevante: todas las piezas del texto forman un puzzle de una sólida coherencia: están ahí para sustentar la tesis de que los vascos no fueron, no han sido, no son, una sociedad encerrada en sí misma. O al menos en sus mejores momentos han sido una sociedad que ha mirado al mar, que ha creado espacios, que se ha mezclado, que se ha adaptado a los cambios de los tiempos. Y cuando no lo ha hecho, ha fracasado. El libro se organiza en torno a los quinientos años de la primera circunnavegación de la Tierra, comandada por Elkano, capitán de la nao Victoria por accidente.
Izagirre es un cronista. Practica ese género tan de moda. Lo hace desde mucho antes de que fuera moda. Sus obras transitan por ese formato literario que le debe tanto al periodismo como a la literatura, y que tiene la ambición del gran reportaje. Entre sus obras están Potosí, Los sótanos del mundo, Plomo en los bolsillos y Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey.
En el listado de sus trabajos se adivinan sus intereses: la vida en las minas de Bolivia, el ciclismo, o los lugares más profundos del planeta. Busca al hombre en los límites, o del esfuerzo físico o de las condiciones de vida extremas. Viaja, anota, pregunta, bucea en la historia, lee a los que escribieron antes sobre el tema, o busca a los últimos que vivieron una época. Y con todo eso, arma un relato complejo, rico en matices, denso en datos y explicaciones, por el que el lector transita atrapado por la peripecia y por el continuo descubrimiento de personajes fascinantes, de historias perdidas.
En la redondez del libro, Izagirre anticipa en sus primeras páginas la idea de que los vascos no buscaron el aislamiento para mantener su pureza original, sino más bien lo contrario. Incluso advierte, con truco de narrador, que al final del tomo exhibirá la demostración de que la romanización llegó a las tierras de Guipuzcoa y Vizcaya, y que fue la adptación a las innovaciones romanas lo que permitió a los vascones mantener su lengua, sus costumbres, su cultura. La globalización es anterior a nuestro tiempo, y en ella, las gentes de Gernika, de Bermeo o de Irún, tuvieron un papel estelar.
La vuelta al país de Elkano es un viaje por el espíritu de pueblos echados a la mar, capaces de construir barcos para el comercio, para cazar ballenas y pescar bacalaos en Terranova. O de integrarse por razones poco nobles en las flotas que iban a América o en la que organizó Magallanes para buscar la ruta atlántica hacia las islas de las especias. El éxito es, a veces, el resultado de un camino forzado. El cronista viaja por un país, entendiendo por país una geografía que ha estado implicada en las aventuras de la mar, no solo las mercantiles y pesqueras, también las que suponen una mirada artística (Chillida, Oteiza), o una búsqueda de los límites y las experiencias de lo culinario. Y esa geografía no se adapta a las divisiones políticas de la historia. Las trasciende. Todo lo político es temporal y es imposible que abarque lo amorfo de las aventuras humanas.
Es un viaje por la historia pero sobre todo por la antropología. El país es una geografía humana implicada en la aventura del mar: los bosques talados al servicio de la construcción de buques, las salinas alavesas que suministraban la sal a los bacaladeros, o los caseríos con aquella arquitectura central de tornos para exprimir la sidra.
Izagirre explora la evolución de esas industrias, sus momentos de esplendor y las crisis que barrían la riqueza y arrasaban los poblados crecidos al lado de las minas, o la emigración masiva que provocaban. Late de fondo, como un continuo, la idea de que en las empresas de esa aventura se mezclaron con otras gentes, de que no existe evolución sin adaptación y sin intercambio, y de que la involución y el fracaso provienen siempre del intento de aislamiento, de mirarse el ombligo y contemplar al otro como a un extraño al que se debe rechazar. Un libro magistral, profundamente humano, lleno de grandes historias personales y colectivas, y por tanto cargado de sabiduría. Un libro que prueba, por si hiciera falta, que los grandes viajes a veces comienzan en la puerta de tu casa.