Oficina de infiltrados. Temporada 5. 10 capítulos Movistar +
Oficina de Infiltrados ha sido siempre un tapiz fabricado con las historias entretejidas de todos los agentes clandestinos del servicio de espionaje francés. Esta quinta temporada, con un nuevo director, no consigue dar la visión conjunta de la misión de los infiltrados, que era su mayor virtud. El cambio parece haber estado destinado a cerrar la etapa “Malotru”, con el infiltrado Paul Lefèvre como centro de todas las historias y a preparar a los espectadores para lo que puede ser la sexta temporada. O no.
La trama se centra en Malotrou
A pesar de ser diferente a las anteriores temporadas, la quinta de Oficina de infiltrados no deja de ser interesante. Saber si una vez más, Lefèvre ha conseguido esquivar a la muerte, cómo lo ha hecho y si los franceses lo van a permitir es por si solo suficientemente intrigante. Pero, en esta nueva etapa se echa de menos un desarrollo más detallado de las misiones del resto de los infiltrados: qué hace Marie-Jeanne en El Cairo; quién es y qué hace “Mille Sabots” y por qué está tan interesado en Malotru con quien no ha tratado…. Esta era la gran baza de la serie, una historia de espías coral, en la que la actitud y las decisiones de cada infiltrado tenía implicaciones en la vida de los demás. Y se echan de más las escenas de cama, al menos una por capítulo, todas ellas gratuitas, innecesarias para la trama y algunas, con demasiada información.
Éxito internacional
La serie ha tenido un tremendo éxito tanto en Francia como en el resto del mundo. Ha sido traducida a nada menos que 70 idiomas. Y ha tenido además un efecto secundario en la auténtica DGSE (Direction Générale de la Sécurité Extérieure). Como comentaba el jefe del espionaje francés, Bernard Emi, al término de la cuarta temporada, Oficina de Infiltrados ha supuesto un «formidable vector de influencia, de fama y reclutamiento”para la agencia.
Temporada multicultural
Esta temporada se ha rodado en nada menos que en ruso, árabe, inglés y francés lo que ha tenido que suponer un desafío para los actores, todos ellos extraordinarios. Desde La Mule, hasta el conquistador Raymon, que ha resultado un poco más mezquino de lo que todos le suponíamos. Todos los secundarios encarnan a personas de verdad, con sus miserias y alguna grandeza. No a los espías que estamos acostumbrados a ver en el cine, siempre dispuestos a dar la vida y a morir matando. Aquí la tarea es más pausada. Se trata, como dice Phenomène, cuando recluta a nueva promoción de espías para la República, “de observar, de descubrir las debilidades del otro para obligarle a traicionar a su país”. En definitiva, de destrozar la vida de personas normales, para mayor gloria de Francia.
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