Diario de los años del plomo. Richard Matheson. Traducción de José Luis Piquero. Hermida editores. 268 páginas. 19€
Del autor de Diario de los años del plomo (Journal of the gun years), Richard Matheson, sabemos que escribió dos clásicos de géneros muy distintos: El increíble hombre menguante y Soy leyenda. El Diario es un western narrado en primera persona. Aunque en realidad hay dos narradores: Frank Leslie es un periodista que asume el primer relato. En las primeras páginas del libro cuenta cómo se reencontró con Clay Hasler el mismo día que lo mataron. Habían coincidido en la guerra de Secesión. Muerto Hasler, leyenda de los pistoleros del oeste, Leslie encuentra un diario en el que aquel anotaba los sucesos diarios. La novela son los diarios, tres cuadernos de notas, con el contrapunto de las observaciones que hace Leslie.
La reinvención del western
La historia de Clay Hasler que cuenta Diario de los años del plomo está inspirada en la vida y aventuras de Wild Bill Hickok, un legendario pistolero del oeste americano. Hickok aparece como personaje secundario en las primeras aventuras de Hasler y al final de su relato, como un alter ego con el que poner en contraste una vida amarga de sangre, plomo, alcohol y fracasos emocionales.
Hasler es un joven excombatiente al que le gusta pasar la vida entre partidas de naipes. En una de esas timbas se pelea con Truman Menlo y en el forcejeo un disparo acaba con la vida de Menlo. Hasler comienza un peregrinaje, animado por la convicción de que quiere vivir «una vida excitante y llena de emoción». En realidad, los primeros compases de su itinerancia están compuestos de malas noches, malos tratos, trabajos esporádicos, violencia, pobreza, hambre y mala vida. Y duelos y crímenes por los que terminará en una cárcel de la que se fuga con Henry, un recluso con el que forja una amistad sólida y leal. Siguen noches al raso, y juegos de póker y tiros con bandas de mejicanos.
Putas y ladrones de caballos
El Hasler de Diario de los años del plomo consigue trabajos gracias al don que tiene con las armas, un instinto de una precisión certera para derribar indios o vaqueros de un disparo, y una velocidad mágica para desenfundar. La narración de su diario es seca y sin adornos. Describe las poblaciones en las que trabaja: «consiste en putas y ladrones de caballos, borrachos y asesinos, chivatos, holgazanes y carteristas y cerca de un centenar de tahúres, miembros del así llamado «circuito». Es un lugar grandioso para llevar a tu madre cuando viene de visita».
La prensa se fijará pronto en los sucesos que protagoniza Hasler, de los que sale ileso, como un milagro. Los relatos sensacionalistas harán de él un personaje legendario. Ya nadie le ve como persona sino como personaje. Los mejores pistoleros se quieren medir con él, los alcaldes de ciudades violentas le quieren contratar como sheriff. En realidad, para manejarlo como un peón para las guerras entre ricos delincuentes y el poder político.
Páginas de antología
Las notas del Diario de los años del plomo revelan un vida sin redención: «todo cuanto sé es que no puedo volver a lo que era. Sólo hay una dirección para mi, y es hacia delante». La violencia, y algunos amigos, leales en los duelos de violencia. Pero en la tercera parte del libro, en el tercer cuaderno (1873-1876) todo se desmorona, todo el mundo de Hasler se va por el barranco.
Ebrio de güisqui y de sangre, Hasler acaba siendo víctima de su propia imagen legendaria. Llegan así en la novela algunas de las mejores páginas de este western, que merecen un lugar en la antología del género. Por ejemplo la escena en la que Hasler, actor de teatro de su propia vida exagerada, cuenta a un grupo de niños la verdad de su existencia ante el estupor de los padres.
Un hombre vacío
La realidad de Clay Hasler se disuelve. Se siente vacío, sin voluntad. Ya es solo un personaje que ha devorado al hombre que, enfermo y desquiciado asiste a su propio final. Diario de los años del plomo es una gran novela, uno de los grandes ejemplos del género. Hasler es un antihéroe, uno de aquellos jóvenes marcados por la violencia de la guerra civil, que seguirán viviendo en guerra contra un entorno hostil en el que sobreviven tan solo por la cualidad animal de un instinto más fuerte que el de los demás.
Matheson sale airoso del principal desafío de esta novela que cuenta la vida de los hombres de frontera, en una época en la que esa región estaba gobernada por los pistoleros. El desafío no es otro que el dar credibilidad a la historia de un pistolero que escribe un diario. Unos cuadernos que sobreviven a todo tipo de aventuras, incluida una fuga arrastrado por la corriente de un río caudaloso. La voz de Leslie, ese contrapunto que pone algunas cosas en su sitio (incluida la vulgaridad de alguna mujer que para Hasler es de una belleza angelical) refuerza la estructura de un relato duro, salvaje y radical del proceso de destrucción del «héroe de las llanuras».
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