Alma Mahler. Un carácter apasionado. Cate Haste. Traducción de Marta de Bru de Sala. Editorial Turner.
Caste Haste es un autora británica de libros y documentales. Su especialidad es la historia del siglo XX. Y ha construido una biografía profunda y detallada de una de las mujeres más fascinantes de la historia europea. Una mujer compleja, rodeada de tópicos y estereotipos, y de etiquetas que van cayendo como hojas secas a medida que el lector avanza en su vida. La vida de Alma es además la vida intelectual de Europa, desde el movimiento secesionista en Austria (Gustav Klimt, Carl Moll) hasta las rupturas de la Bauhaus en plena república de Weimar.
Un apéndice de Gustav Mahler
Alma Mahler, hija del pintor Emil Jakob Schindler, creció en un ambiente cultural rico, en una casa favorecida por los encargos del heredero del Imperio de las dos coronas, Rodolfo de Habsburgo, hasta su suicidio en la tragedia de Mayerling. La muerte prematura de su padre, en 1892 la deja huérfana de la persona a la que más quiere, y en busca de una figura similar.
La joven Alma anota en su diario sus vaivenes amorosos. Es una apasionada de la música, toma lecciones de piano y de composición, y escribe canciones que comparte con sus profesores. Es también «la joven más bella de Viena», un volcán magnético de ojos azules ante el que se vuelven todas las miradas. Una noche conoce a Mahler en una cena. Es el compositor de moda en Viena. La opinión pública está dividida entre seguidores y detractores. El amor es fulminante. Alma deja morir su romance con el músico Zemlinsky.
Walter Gropius y Oskar Kokoschka
Meses más tarde se casa con Mahler. Es el final de sus sueños. Se convierte en un apéndice de Gustav. Escribirá: «me siento como si me hubieran cortado las alas… llevo ocho días con sus noches creando música en lo más profundo de mi mente; suena con tanta fuerza e insistencia que la oigo en cada palabra que digo y ¡no consigo dormir por las noches!» La depresión se instala en su mente.
Alma se convierte en la gestora de un talento colosal, al precio de quedarse en la sombra. En una de las innumerables crisis del matrimonio, Alma conoce al arquitecto Walter Gropius. La forma en que Mahler tiene noticia del adulterio es de una perversidad muy calculadora, de la que Gropius se arrepentirá. El músico intenta recuperar a su esposa, le deja componer, dar rienda suelta a su creatividad. Es tarde.
La muerte de Mahler y el lugar de Alma
Mahler enfermará en Estados Unidos y muere en 1911. Alma se convierte en la depositaria del legado del genio. Para entonces, la viuda ya es consciente de que su genio y su lugar en el mundo consisten en estar al lado de los genios, escalar hasta su atalaya, animar su creación. Así ocurre con el pintor Kokoschka, con Gropius, con Max Brod o con Franz Werfel su último marido, del que enviudó en 1945.
Con Kokoschka vive una auténtica tormenta de celos y desequilibrios, una montaña rusa de obsesiones y traumas. Alma se queda embarazada, pero ya consciente de que no puede llevar una vida junto al pintor, aborta. Kokoschka se presenta poco después de la intervención y se queda con una de las gasas manchadas de sangre, que guarda. Ese algodón con sangre reseca es «su único hijo».
Para la política tuvo una sensibilidad distinta. Su admiración por los totalitarios de la época se mantuvo incluso en su exilio en los Estados Unidos. Eso si, tuvo la prudencia de retirar algún comentario cuando comprobó su deficiente información política. Quien la conoció destacó siempre su magnetismo, su temperamento «salvaje» que diría Oskar Kokoschka. Sus últimos años se emplearon en recuperar cartas, en dictar los manuscritos de Werfel y en cuidar el legado de Mahler.
Alma es un personaje fascinante por su capacidad de estar presente en los grandes movimientos culturales del periodo de entreguerras, y por su papel al lado de grandes talentos, siempre en un segundo plano, reconociendo que asistir a esos gigantes tenía para ella más valor que desarrollar sus propias capacidades. A pesar de su enorme talento.
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