Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria. Marta D. Riezu. Editorial Anagrama. Colección Compactos
Agua y jabón es uno de esos libros que se ha ido propagando entre el público lector sin ruido, hasta ocupar un lugar destacado. La ola no ha parado. Lo buscas en las librerías y está agotado. El gran distribuidor de la red te dice que tardará unas semanas en llevártelo a casa. Es un éxito sin publicidad. Recibe el reconocimiento por la misma vía que propone: ve a tu aire, ignora las modas, recoge de tu experiencia todo aquello que tenga estilo, alma, elegancia, belleza. Cuando cierras Agua y jabón te arrepientes de haber regalado tu vieja colección de vinilos, y de haber desechado el tocadiscos de aguja, hace ya tantos años.
Agua y jabón es una miscelánea de textos sobre asuntos muy variados, aunque hay algunas reiteraciones que nos permiten afirmar que a Riezu le importa la arquitectura, la literatura, los cómics, los objetos (se declara cosista) la ropa (más que la moda) los momentos de su biografía que tienen relevancia vital y sentido, y las formas del ser individual, el no gregario, el que tiene criterio propio. Por ejemplo el ser libre que se aleja del discurso ortodoxo de su gremio: «ni siquiera se da cuenta, no funciona a la contra, solo hace lo que le da la gana y cree en ello ciegamente. Alguien con esa mirada es casi invencible».
Agua y jabón se puede leer de forma desordenada. Al fin y al cabo el orden que Riezu le ha impuesto divide el material en tres capítulos: temperamentos, objetos y lugares. La autora confiesa que escribe desde niña. Una página al día. En las notas hay reflexiones de épocas distintas, suponemos que escritas y reescritas, al modo del Cuadern gris de Plá, que es uno de sus referentes literarios.
Riezu toma prestado el título del fotógrafo Cecil Beaton, que resumió la elegancia como una suma de frescura y limpieza. Desde las primeras líneas, la autora amplía ese concepto de la elegancia involuntaria en un párrafo que contiene todo lo que se despliega luego en el libro. La elegancia involuntaria no tiene que ver con modas, ni con la estética o el dinero: «la asocio a la persona que aporta y apacigua, a la alegría discreta, al gesto generoso. Ensancha y afina nuestro mundo. Está siempre cerca del silencio, el bien común, la paciencia, la naturaleza, la voluntad de construir y conservar».
La conservación es un término muy relevante en el libro porque frente a la manía de la modernidad de aplicar el martillo a toda herencia y celebrar solo lo nuevo novísimo, en Riezu hay listas de elegancias que ponderan y celebran innovaciones domésticas y momentos de una vida en extremo sencilla. Así, entre lo elegante de lo cotidiano, anota la silla de enea y las cortinas de cuerda, el gesto de besar el pan que ha caído al suelo, las piedras que en el kiosco evitan que vuelen los periódicos o el comportamiento ejemplar de las cerillas. Su prosa celebra el milagro donde el común de los mortales ven una vulgaridad superada por la técnica.
Agua y jabón es un catálogo de verdades del barquero y de genialidades que tienen la apariencia del sentido común. Así por ejemplo afirma el axioma que repetían nuestras madres de que cuando vas vestido con corrección se te abren las puertas. «Es impopular», añade, «pero es cierto». Y apunta algunos consejos que evitan las caídas en desgracia de nuestra vida diaria: «vestirse en soledad, sin imponer a nadie la visión horripilante de las piernas con calcetines». Otra cuestión relevante en el libro es la insistencia, por aquí y por allá, como quien deja caer un comentario para quien lo recoja, que la elegancia involuntaria, el porte, o el criterio, es algo que uno debe trabajar, con persistencia, con resistencia a las presiones ambientales, con determinación.
En Agua y jabón hay poco mundo digital. Para los que habitan en ese mundo, Riezu advierte que la red «se ha entrelazado de tal modo en su conciencia que para esa persona ya no es un lugar, sino un modo de habitar la realidad. Para mi sigue siendo un espacio que visito a ratos y que intento que no someta mi lógica. La vida no está en la actualidad. A la Historia le importa un pito la actualidad». Hay en Agua y jabón una celebración de la vida antigua, de las viviendas cerca de los mercados, de Italia y sus limoneros, de Portugal, de los animales, de los jardines, de Ronchamp, de la higiene, de las viejas pastelerías y del gusto japonés por la pátina que deja el tiempo sobre los objetos.