El caso Padilla, las purgas de Fidel Castro y ‘La mala memoria’

Han pasado cincuenta años, pero por fin sale a la luz la grabación del suicidio moral e intelectual de Heberto Padilla, la confesión en la que se postraba ante el régimen de Castro, ya convertido en una maquinaria paranoica, estalinista, dispuesta a destrozar vidas y personas con tal de mantenerse en el poder. La autocrítica que Castro necesitaba para detener la marea de intelectuales que pedía la libertad para Padilla. La dictadura atroz. Padilla fue el primero que sufrió la maquinaria, el primero que atravesó un calvario de acusaciones, torturas y marginación que el régimen tenía reservado a los desafectos. Carne picada. Padilla dejó una carta de confesión, que es la que se difundió para volver a tapar los ojos de la intelligentsia de izquierdas. Pero se sabía que había una grabación, filmada en 16 milímetros por cámaras del Instituto cubano del cine, montada deprisa y corriendo para que Fidel pudiera regodearse con esa pieza de pornografía revolucionaria. Pavel Giroud ha conseguido, no sabemos cómo, nunca lo dirá, la grabación de aquella genuflexión. Y la ha convertido en documental estremecedor. Hoy, más de cincuenta años después, se cumple el deseo de Padilla de que aquella grabación vea la luz. Hoy, más de cincuenta años después, los cubanos siguen huyendo de la dictadura: 180.000 han cruzado la frontera entre México y Estados Unidos en los últimos once meses.

El poeta cubano Heberto Padilla estuvo tras las rejas durante 38 días. Fue detenido el 20 de marzo de 1971, después de un recital en la Unión de Escritores, en el que Padilla leyó Provocaciones. La seguridad cubana argumentó tres motivos para el arresto: los poemas contenidos en el libro de Padilla Fuera de juego (¡Al poeta, despídanlo! Ese no tiene aquí nada que hacer. No entra en el juego. No se entusiasma. No pone en claro su mensaje. No repara siquiera en los milagros. Se pasa el día entero cavilando. Encuentra siempre algo que objetar), las conversaciones del autor con KS Karol y René Dumont, críticos con el régimen, y el intento de publicar, fuera de Cuba, y con la mediación del chileno Jorge Edwards, la novela En mi jardín pastan los héroes, «una novela donde pasan, como sombras, ciertos conflictos, ciertos seres». Sí, el mismo Jorge Edwards que dejaría escrito un retrato demoledor de la dictadura cubana en su libro Persona non grata. Edwards, el primer diplomático chileno acreditado en Cuba después del triunfo de Allende.

Padilla

La mala memoria.

Es quizá un buen momento para recuperar y releer La mala memoria. Recurro a la edición que publicó en España Plaza & Janés en febrero de 1989. En ese libro de memorias es en el que Padilla detalla y retrata La Habana de 1967, «dominada por la reserva y el miedo». El régimen espía, graba conversaciones. Registran sus charlas con Jorge Edwards. Era la época del «donde sea, lo que sea y para lo que sea, comandante en jefe, ordene». Edwards duró tres meses como diplomático en La Habana. Castro no soportaba a Salvador Allende: «todo el mundo pensaba que Allende había acertado menos Fidel». El castrismo es así.

Al salir de la cárcel, Padilla fue obligado a decir públicamente que los versos que escribió en el libro ‘Fuera del juego’ habían sido “un error”. Este hecho, conocido en la historia como el ‘Caso Padilla’, ocasionó que importantes escritores europeos y latinoamericanos que habían sucumbido al embrujo de la Revolución Cubana dejaran de apoyarla, y en algunos casos se sumaran a combatirla por el resto de sus vidas. Era 1971.

En La mala memoria, Padilla lo recuerda así: «De la inolvidable noche de la autocrítica, en mayo de 1971, poco puedo agregar que no haya sido ampliamente divulgado por la Prensa Internacional; pero algunos hechos fueron omitidos. Mi intervención no fue exactamente la que Prensa Latina difundió. Hay partes que, a última hora, creyeron oportuno censurar; por ejemplo, mi alusión a Ortega y Gasset, cuando dije: «De cuyo nombre Mario Parajón (intelectual cubano, católico, exiliado en Madrid en 1971) no quiere acordarse», el gobierno decidió omitirla; pero está recogida en la filmación que hizo el ICAIC esa noche y que un día, cuando los tiempos cambien, serán reveladas». Aquella farsa fue montada por el régimen para detener las críticas de los escritores de izquierdas y el clamor creciente para que se liberara a Padilla.

padilla

Padilla recuerda la anécdota del poeta haitiano René Depestre, que asistió como comparsa, entre otros, a aquella sesión de la UNEAC. Depestre, ingenuo, se creyó el teatro montado por el régimen y animó a las autoridades cubanas a tratar con más tolerancia a los escritores. Al día siguiente perdió su trabajo. «Depestre está vivo», escribe Padilla en La mala memoria, «pero en Francia».

Inicio del calvario

En realidad, el calvario de Padilla había comenzado mucho antes, en 1968, al obtener el premio Julián de Casal, que otorgaba la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. El jurado había estado formado por los cubanos Díaz Martínez, José Lezama Lima y Zacarías Tallet. También tenían voto el peruano César Calvo y el británico J. M. Cohen. Ese grupo reconocía el valor poético de Fuera de juego. La decisión provocó la ira del régimen, que presionó al jurado para que revocaran su decisión. El jurado se negó.

Fuera de juego ha tenido una influencia profunda en la poesía cubana. Se trata de un libro que mantiene una rotunda vigencia, porque la causa que lo motivó, el castrismo, sigue vivo. Ha sobrevivido incluso al propio Padilla. La película de Giroud tiene la factura del cine de historia. Un mundo que se desmorona rodea la imagen de Padilla, esa confesión a la que, en efecto, solo le faltaba la filmación, la voz y el gesto de Padilla, su sudor que hace brillar su cara. Por mucho que conociéramos la historia, estremece contemplar cómo se tritura a una persona, cómo la izquierda sigue mirando para otro lado cuando se trata de Cuba.

Vida y muerte de Padilla

Padilla nació en Pinar del Río en 1932. Era nieto de un cultivador de tabaco. A los 17 años de edad publicó ‘Las rosas audaces’, su primer libro de poemas. Estudió filosofía y derecho en la Universidad de La Habana. Cuando los guerrilleros tomaron el poder en 1959, Padilla vivía en Estados Unidos. El joven escritor regresó a la isla y escribe para el suplemento cultural Lunes de Revolución y trabajó en la agencia oficial Prensa Latina en Londres y Moscú.

Después del caso sobrevivió con traducciones, entregado al alcohol, según Guillermo Cabrera Infante, otro de los exiliados de la dictadura. Padilla salió de Cuba gracias a la presión internacional para que el régimen le diera libertad de residencia. Comenzó a partir de entonces un largo periplo que terminaría con su muerte, el año 2000, a los 68 años, de un ataque al corazón. Murió en la soledad, repudiado, como decía, «por las iglesias de la izquierda y de la derecha».

En La mala memoria Padilla narra, al final del libro, la conversación con Castro, en su despacho, cuando le anuncia que le van a dejar salir de la isla, convencido Fidel de que un día volverá «cuando te des cuenta de que tus mejores años fueron cuando apoyaste la revolución». Unos días después Padilla se encuentra con García Márquez en una cafetería de La Habana. Y el colombiano le hace una pregunta: «¿a qué atribuyes que en un país como Cuba se repitan los mismos problemas que tiene la Unión soviética con los escritores?». Al notar la sorpresa de Padilla, García Márquez añade: «cualquiera que sea tu respuesta no saldrá de mí, yo soy muy discreto» «Pero Gabriel», le responde Padilla, «esas palabras tuyas son ya parte de la respuesta».

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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