Lev Shestov por los caminos de Nietzsche y Dostoievski: ‘Filosofía de la tragedia’

Dostoievski y Nietzsche. Filosofía de la tragedia. Lev Shestov. Traducción de Alejandro Ariel González. Hermida editores.

Siempre atento a la experiencia de lo extremo, de lo trágico, de la sombra, Lev Shestov aborda en este ensayo una tentativa de filosofía de la tragedia, a través de la experiencia de Dostoievski y de Nietzsche, dos autores en cuya vida se produce el momento en el que todas las convicciones se hunden con el estruendo que precede a la creación de una montaña de escombros. Fue el descubrimiento de Nietzsche el que sumió a Shestov en una crisis personal en 1895. La destrucción de los viejos valores le abrió una nueva dimensión del pensamiento en la que dinamitó buena parte de la tradición del pensamiento que se inicia cuando la Grecia clásica indica el camino de la razón. Shestov cree que la filosofía se equivocó de senda. Para el pensador ucraniano, la existencia adquiere su pleno sentido en el dolor y en el sufrimiento. De ahí la necesidad de crear una filosofía de la tragedia, de ahí la imprescindible exploración de los caminos de Dostoievski y de Nietzsche.

A Lev Shestov le interesa el hombre que ha estado en la tragedia, porque «comienza a pensar de otra manera, a sentir de otra manera, a desear de otra manera». Todo lo que es valioso para el hombre de vida corriente comienza a ser inútil para el hombre trágico. Arranca todo aquello en lo que creía, se despoja de todo aquello que amaba. Shestov se fija en dos autores que no viven para el lector, que buscan la luz, «quieren recibir de él el derecho a pensar a su manera, a tener esperanza, el derecho a existir» Rechazados por el idealismo, por la teoría del conocimiento, esos dos autores nos devuelven la pregunta sobre si es posible una filosofía de la tragedia. Y el libro de Shestov, breve, intenso, profundo, es la respuesta a esa cuestión.

Hay momentos del libro de Shestov en los que caminamos por los mismos senderos que traza Steiner cuando nos propone la contraposición entre Tolstoi y Dostoievski. Para Shestov está clara: Tolstoi se quedó a medio camino. No tuvo la experiencia abismal de la prisión que separa la vida de Dostoievski con un corte radical, el que separa Memorias de la casa muerta de Memorias del subsuelo. Un hombre que recibe un golpe que le envía muy lejos. Shestov lo rastrea en aquel pasaje del subsuelo: «necesito que todos ustedes desaparezcan, ¡eso es lo que necesito! Necesito tranquilidad. Y con tal de que no me molesten vendería el mundo entero por un kopek. ¿Que el mundo se venga abajo o que yo me beba mi té? Yo diré que el mundo se venga abajo mientras yo pueda beber siempre mi té.»

Las Memorias del subsuelo son un grito de horror «que desgarra el alma, un grito que se escapa de un hombre que, de repente, se da cuenta de que toda su vida ha mentido y fingido cuando se decía a sí mismo y a los demás que el fin supremo de la existencia es servir al último de los hombres». Nunca nadie, antes de Dostoievski, había hablado así. Nunca nadie había maldecido contra el ideal de la felicidad humana en la tierra. En Tolstoi, los personajes todavía creen en la belleza y en la bondad humana. La verdad de Tolstoi no socava la vida, la de Dostoievski la disuelve como si fuera ácido. «Sócrates, Platón, el bien, el humanismo, las ideas; todo el coro de los antiguos ángeles y santos que protegían la inocente alma humana de los ataques de los malvados demonios del escepticismo y el pesimismo desaparece sin dejar rastro en el espacio y el hombre, de cara a sus terribles enemigos, siente por primera vez en la vida esa aterradora soledad de la que no podrá sacarlo ni siquiera el corazón más amante y leal. Ahí es donde comienza la filosofía de la tragedia».

A pesar de lo alejado de su biografía, Nietzsche tiene en común con Dostoievski vivencias y estados de ánimo. La ruptura con Wagner, el alejamiento de Schopenhauer, y los dioses que atendieron su plegaria y le enviaron la locura: el rayo del eterno retorno. «Si no hubiera sido el presidio en el caso de uno y una terrible enfermedad en el caso del otro, nunca habrían adivinado, como no lo adivina la mayoría de la gente, que estaban encadenados de pies y manos». Para ambos existen dos morales, la de la existencia corriente y la moral de la tragedia. Los dos se han dado cuenta de que la tarea del hombre consiste en aceptar la realidad con todos los horrores. La gran palabra de la filosofía de la tragedia está contenida en esa frase de Así hablaba Zaratustra en la que Nietzsche pide respeto por el gran fracaso. Shestov, como Dostoievski, como Nietzsche, intenta encontrar la verdad por caminos en los que nadie ha buscado, allí, quizás, donde «cada hombre del subsuelo vale como un universo entero».

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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