Emanuela Orlandi y el lodazal vaticano

Emanuela Orlandi era una joven de 15 años, hija de un funcionario del Vaticano que desapareció sin dejar rastro en junio de 1983. Cerca de cumplirse los 40 años de aquella desaparición, el misterio sigue abierto y la investigación se a vuelto a retomar, como consecuencia de los papeles del llamado Vatileaks. Netflix ha programado la serie dirigida y escrita por Mark Lewis, con fotografía de Stefano Ferrari. El documental está organizado en cuatro capítulos y cuenta con algunos testimonios novedosos. Pero desconcierta hasta el escándalo el silencio del Vaticano. Ni una sola palabra de la administración pontificia, a pesar de que los Orlandi son una familia con ciudadanía vaticana, dos siglos de historia familiar al servicio de los papas, y a pesar de que todos los hilos del misterio conducen a la santa Sede. Ahora el Vaticano ha decidido investigar el caso. Nunca lo ha hecho en estos 40 años, con el pretexto de que la desaparición de Emanuela se produjo en territorio italiano.

El padre de Emanuela Orlandi murió hace unos años con la certeza de que había sido traicionado por los mismos a los que había servido durante toda su vida. La chica del Vaticano reconstruye en cuatro capítulos todas las hipótesis, todas las líneas de investigación de un caso que cuarenta años después de la desaparición de Emanuela, sigue abierto.

Un día caluroso de junio de 1983 Emanuela sale de casa para asistir a su clase de música en una escuela cercana al Senado italiano. Al salir de clase llama a casa. Una de sus hermanas responde al teléfono. Emanuela le dice que en la puerta de la escuela un hombre le ha propuesto vender artículos de cosmética de la marca Avon. Emanuela no acude a una cita con otra de sus hermanas. Esa noche la familia, con la ayuda de un tío que recorre la capital a bordo de una moto, comienza la búsqueda por Roma. Hasta hoy.

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Emanuela Orlandi

La chica del Vaticano analiza las tres grandes líneas de investigación. La desaparición se relaciona enseguida con el intento de asesinato de Juan Pablo II. La familia recibe llamadas en las que se anuncia la exigencia de liberación de Mehmet Ali Agca, el turco que disparó contra el Papa en la Plaza de San Pedro. El propio Woytila, en una visita a la familia, dice que se trata de un asunto de terrorismo internacional. Hipótesis débil. Ni la estrategia que revelan las llamadas, ni la forma de organizar la operación están a la altura del KGB o de los servicios secretos de los países del Este.

La segunda línea de la investigación pone en la escena a «la banda de la Magliana», un grupo mafioso romano, que aparece en numerosos asuntos oscuros de la política italiana en esos años. Se les ha relacionado con los manejos políticos de Giulio Andreotti, y con algunos atentados contra periodistas que investigaban la corrupción del poder. Por ejemplo el asesinato de Mino Pecorelli, tiroteado en Roma en 1979, un año después del secuestro y asesinato de Aldo Moro. La hipótesis es esta: la banda habría secuestrado a Emanuela Orlandi para exigir al Vaticano que le devolviera el dinero que la Banca Ambrosiana de Roberto Calvi había blanqueado. Ese dinero habría servido para financiar al sindicato polaco Solidaridad. Calvi fue asesinado en Londres. Apareció colgado en el puente de los Hermanos Negros (Blackfriars bridge) con los bolsillos llenos de piedras y dinero en divisas.

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Pietro Orlandi, hermano de Emanuela, escucha las palabras del Papa Francisco: «Emanuela está en el cielo»

En el tercer capítulo se analiza la teoría de un personaje con poca credibilidad que asegura haber sido el que hizo varias llamadas a la familia Orlandi. El espectador se pregunta qué hace ahí ese capítulo, pero concluye que tiene sentido, porque se trata de una línea que tuvo mucha fuerza, hasta el punto de que provocó un careo en televisión, en el que se demuestra la exquisita educación y respeto de una familia sometida a un dolor extremo sin consuelo durante décadas.

Lo más escandaloso llega en el capítulo final. Se trata del testimonio de una joven amiga de Emanuela Orlandi, que nunca había contado que la joven le confesó, pocos días antes de desaparecer, el episodio de acoso que sufrió por parte de una persona muy cercana al Papa. El cuadro se completa con un documento salido de los papeles vaticanos. Se trata de un informe en el que se consignan los gastos para mantener a Emanuela Orlandi en una casa de acogida de Londres vinculada al Vaticano. Casa de acogida católica en la que habría muerto. La lista de gastos incluye el traslado del cadáver a Roma.

Frente a estas evidencias, el silencio vaticano. Ni una palabra. Tan solo, hace unos pocos años, las palabras que el Papa Francisco repite al hermano de Emanuela: «Emanuela está en el cielo». Lo dice dos veces, para subrayar el hecho de que está muerta. Tiene razón un periodista de Il Corriere della Sera que fue apartado del caso por su director cuando apuntó la certeza de que no se trataba de un caso de terrorismo internacional: «La implicación del Vaticano, si se confirma, sería el mayor escándalo de la Santa Sede en toda su historia». El cierre lo pone la abogada de la familia. Revela que recibió una visita de monseñor Viganó, el más crítico del papado de Francisco, en la que le contó que la misma noche de la desaparición de Emanuela, el jefe de la sala de prensa vaticana recibió una llamada en la que se anunció el secuestro.

La conclusión que queda en el aire para que alguien la confirme o la desmienta, es que la banda de la Magliana secuestró a Orlandi para recuperar su dinero, con la amenaza de revelar el secreto delictivo de alguien cercano al Papa. Esa sería, hoy, la única hipótesis capaz de cerrar una pregunta fundamental: ¿porqué Emanuela? ¿porqué tuvo que pagar una muchacha inocente llamada Emanuela Orlandi los crímenes de los poderosos? ¿porqué el Vaticano se ha negado a revelar lo que sabe y llevar consuelo a una familia desesperada?

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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