Los intrusos. Premio Anagrama/UANL de Crónica Sergio González Rodríguez. Anagrama Crónicas
Carlos Manuel Álvarez es un escritor de ficción y crónicas, periodista y novelista, editor de la revista El Estornudo y autor premiado por este Los intrusos , un libro a caballo entre la crónica y el ensayo que narra las protestas del movimiento San Isidro, que en palabras del autor, «cambió el mapa sentimental y político de Cuba».
Los hechos que sirven de base para Los intrusos suceden, como apunta el autor en el comienzo del libro, entre el 9 de noviembre de 2020 y el 10 de enero de 2021. Se trata del primer año de la pandemia. «La noche del 20 de noviembre le dije a mi novia que me iba a Cuba a unirme a una protesta política que generaba una atención inusitada».
El aeropuerto de La Habana había reanudado sus vuelos hacía cinco días. El artista Luis Miguel Otero, figura central del Movimiento San Isidro (MSI) había sido encarcelado. El régimen no toleraba sus performances. A la detención de Otero siguió la de Denis Solís, «rapero y negro». Subrayo lo de negro porque durante todo el libro Carlos Manuel Álvarez va dejando señales de lo que quienes hayan visitado la isla no solo para tomar el sol y bailar han podido comprobar: el racismo instalado en el régimen, no muy diferente del que se experimenta en la sociedad cubana.
Álvarez viaja a Cuba con una mochila en la que lleva, como talismanes para tocarlos, las obras de Quevedo, una edición del Quijote y los diarios de juventud de Lezama Lima, ese escritor que construyó con el lenguaje otro universo galáctico. Y en el avión recuerda aquel verso de Quevedo: «el mirar zambo y zurdo es delincuente». Todo en Cuba es delincuencia salvo la obediencia sumisa y el silencio.
Damas 955
Precisamente a Denis Solis le dedicará Carlos Manuel Álvarez el primero de los capítulos de Vida Breve, una serie que alterna en el libro con otros capítulos en los que se narra la peripecia de esos días, o se reflexiona sobre la naturaleza de la dictadura cubana, los mecanismos de represión, el poder, el lenguaje como arma política. Hay quince vidas breves que son biografías de los compañeros de la protesta del Movimiento San Isidro, encerrados y en el huelga de hambre los primeros días, en una casa de la calle Damas 955, hasta que el 26 de noviembre una decena de hombres y mujeres de la Seguridad del estado entraron disfrazados de médicos para terminar con la protesta.
Los intrusos son sacados a rastras, detenidos, interrogados, vigilados, acosados. Son «negros, pobres, desplazados, vivían en casas precarias rodeados de hoteles lujosos para turistas de pantorrillas blancas. Representaban todo lo que la revolución prometió reivindicar y terminó persiguiendo, cazándolos para ocultarlos. No solo ponían sobre la mesa la pelea por la liberación de un rapero, sino que abrían el abanico de posibilidades para la forma de una república nacional negra». Las quince vidas breves ilustran con diversos grados de miseria física y moral, esa realidad.
Libro de una generación
Los intrusos es además el libro de una generación de artistas y escritores, de disidentes y opositores. Frente a ellos, la generación de la revolución: «el país estaba lleno de personajes así, sujetos tristes de sesenta, setenta, que se prepararon para una guerra o una invasión que nunca tuvo lugar y que ahora se encontraban distribuidos por todas partes, custodiando plazas que ya nadie iba a destruir ni a tomar por las armas, pues era como apuñalar a un muerto».
La capacidad de Álvarez para retratar en una frase, para contener en una metáfora la situación de Cuba y el fracaso de la revolución es deslumbrante: «Cuba se había convertido en un país sin ningún misterio político que desentrañar, un país lineal, de más de veinte pisos, que había que seguir subiendo a diario por las escaleras, con dos cucharadas de potaje y arroz en el estómago y un cubo de agua a cuestas». ¿Y qué fue del deshielo entre Washintong y La Habana en los tiempos de Obama? Álvarez afirma que aquellos polvos solo trajeron «la corporativización acelerada del Estado, la transformación de la aldea precaria en parque temático, ideológicamente exótico, y proyectos privados que se dedicaban a lavar la cara del gobierno» Pero también la apertura de internet, medios de prensa y revistas independientes, y un mayor interés de la diáspora por volver.
Armado con las técnicas del ensayo y la crónica, la literatura y el relato periodístico, Álvarez hace un análisis a la vez vital e intelectual de un régimen que se devora a sí mismo, mientras otros, negros, mujeres, gays, van construyendo un país extranjero dentro de la isla. Los intrusos.